La última Liguilla de Cruz Azul fue en el Clausura 2014, dirigido por Luis Fernando Tena. Han pasado casi mil 300 días del último partido que jugó en fase de eliminación directa; en aquellos cuartos de final fue eliminado por el León con un global de 3-3, pero los del Bajío avanzaron a semifinales por goles como visitantes.

Desde ese día, han pasado Tena, Sergio Bueno, Tomás Boy y ahora Paco Jémez, y han llegado más de 30 futbolistas entre extranjeros y mexicanos. Han invertido millones de dólares.

Si sacamos la cuenta desde la última vez que fueron campeones, han pasado más de siete mil 200 días. Es la “Maldición de Comizzo” o las porquerías que han hecho desde la directiva, pero lo real es que es demasiado tiempo sin celebrar maldita la cosa.

Por eso, quien considere una hazaña que Cruz Azul clasifique a la Liguilla, no tiene la más remota idea de lo que es el futbol mexicano, o quiere vender humo, o quiere desviar la atención ante la dramática mediocridad en la que vive este equipo.

Tiene obligación de ganarle a Veracruz, de estar en la Liguilla, y —ya en ésta— de pelear por el título. Nada servirá si no alza el trofeo. De nada habría servido solapar a su entrenador, quien le “pintó el dedo” a aficionados, retó a

La Volpe a que se fueran a lo oscurito e intenta minimizar y evidenciar a los periodistas en las conferencias de prensa. Sumado a esto, declaraciones con sus medios amigos en España, como El Transistor, programa de radio, donde cada vez que puede manifiesta su deseo de volver.

En el supuesto de que consiga la clasificación ¿Es suficiente? ¿Con eso debe conformarse una afición golpeada por las malas decisiones de la directiva y la pésima manera en que los jugadores han afrontado los momentos de tensión? No debería ser así. Deberían exigirle más y no celebrar estar en la Liguilla como si fuera la novena estrella en el escudo, porque eso solamente haría que estos futbolistas y cuerpo técnico se sientan lo que no son.

Y si no lo consiguen, a seguir aguantando ser el hazmerreír de todo el futbol mexicano, incluso de la afición de aquellos equipos que nunca han ganado maldita la cosa, pero que ven al Cruz Azul como un ridículo constante... Eso es lo que debería moverlos, pero pareciera que no les importa nada, ni siquiera continuar con sus carreras de buena manera y hacer que se olvide, un poco, esa imagen de mediocridad que los ha rodeado en los últimos años.

Jémez no seguirá, pase lo que pase. Factores externos, como la familia, la seguridad y hasta el sismo de septiembre, han hecho que busque irse de México y —de seguir como hasta ahora— lo hará como llegó: siendo un entrenador que no es capaz de ganar y de pertenecer a un equipo grande.

Conclusión: si Cruz Azul no le gana al Veracruz, la directiva tendría que plantearse venderlo a quien le interese hacer algo para sacarlo adelante, porque quienes están ahora han tocado fondo y no tendrían manera de sostenerse, de no ser por la terquedad que los tiene hundidos.

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