Tras el fallido intento de manipular la realidad sobre el estado de salud de AMLO, fue él mismo quien, el pasado sábado, hizo público un mensaje para referirse al procedimiento que el día anterior se le practicó en el Hospital Central Militar (HCM), a sus enfermedades, la importancia de consolidar la 4Ty para informar que tiene un “testamento político” para garantizar la gobernabilidad del país en caso de necesitarse.

Trascendió en algunos medios de comunicación que este es el tercer episodio que pone en riesgo su salud. El anterior fue el 20 de enero 2021, cuando sufrió un ictus (interrupción brusca de la circulación cerebral tras una lesión en los vasos sanguíneos) en el vuelo que lo traía de regreso de una gira por San Luis Potosí, por lo que fue trasladado de emergencia al HCM. Asimismo, que para el cuidado de la salud del presidente y de su gabinete se instaló una clínica en Palacio Nacional.

Si bien es importante la salud del presidente para que concluya su mandato, preocupa a muchos el descuido que hace de ella por su empeño insano de acumular poder, como por su obsesión por trascender, a costa de poner en riesgo su vida.

Para algunos esta enfermiza avidez por el poder tiene características de misión providencial, de un “ungido” -descrita por Enrique Krauze en 2006 en su artículo “El mesías tropical”-, que imita el “redentorismo” de su admirado Tomás Garrido Canabal.

Según el profético artículo de Krauze, AMLO podría tener la tentación revolucionaria y autocrática de disolver de un golpe o poco a poco las instituciones democráticas. Y, haciendo referencia a una charla con Cuauhtémoc Cárdenas, señala que este no descarta que AMLO busque perpetuarse en el poder porque su proyecto mesiánico, que aborrece los límites, no cabe en el breve período de un sexenio.

Aunque no se conoce el contenido ni los términos que plantea dicho testamento, sus críticos consideran que este no será para el bien del país, para contribuir al necesario progreso, bienestar y mejora de la calidad de vida de los mexicanos, sino un ejercicio egoísta referido a la continuidad de su obra, la 4T, como han sido los respectivos testamentos políticos de Hitler, Chávez, Lenin, Santa Anna, Franco, Perón y Mussolini, por lo que sus destinatarios son sólo sus súbditos en Morena, ya que México es una República, no en una Monarquía.

Lo más seguro, dicen sus opositores, es que el testamento defina quiénes deberán hacer qué para consolidar su proyecto personal, entre ellos quién concluirá su gestión. Lo que ven posible debido a que Morena controla el Congreso. Pero ven muy difícil que pueda imponer a su sucesor, considerando que Morena tiene muchas tribus que están en franca disputa por el poder. Según ellos, definir la sucesión sólo sería posible, aunque con muchas dificultades, si AMLO vive.

Por eso, lo mejor sería que AMLO, por su bien y el de su familia, cuide su salud y concluya su mandato. Pretender que su testamento defina el futuro del país, además de soberbia es un despropósito que viola la ley. El sexenio tiene caducidad y todos esperan que la respete. Los mexicanos decidirán libremente en el 2024, a quién le otorgan su confianza y qué sigue.

La figura del testamento sólo es aplicable a sus pertenencias, no al país. Él es mandatario, no dueño. Y los mexicanos somos ciudadanos, no súbditos.

No sea, como dice un conocido, que es tal la sed y el apego al poder -de AMLO-, que ni muerto quiere dejar de ejercerlo.

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