Michelangelo Bovero utiliza el término “antidemocracia” para sugerir que pese al consenso electoral obtenido por algunos actores políticos, se trata de una “ridícula caricatura” de la democracia; de una democracia que aparente reviste y disfraza formas incipientes de autocracia electiva. Continúa diciendo que de la mezcla entre represión violenta y engaño demagógico, se “privilegia” un segundo ingrediente; el que fomenta la hiperpersonalización de la política y presenta figuras grotescas de poder carismático; que busca el refuerzo del ejecutivo debilitando vínculos y controles; que actúa con formas tendencialmente destructivas del orden constitucional.

Lo anterior se vio reflejado en las propuestas de reforma que presentó el Presidente el pasado 5 de febrero, más que una propuesta de iniciativa de reforma constitucional, plasmó el contenido de la campaña de Morena y trata de acaparar la agenda de la discusión pública.

El paquete consta de 20 iniciativas de reforma con las que anunció quiere “echar atrás cambios aprobados durante los gobiernos neoliberales, retomar el humanismo y proteger lo logrado”. Las más relevantes, son reformas constitucionales destinadas a servir como elemento propagandístico y sin posibilidades de ser aprobadas en el Senado, en donde el partido oficial y sus aliados no reúnen las dos terceras partes de votos que requieren. Al presidente no le interesa el proceso legislativo sino que sea discutido mientras está en desarrollo el proceso electoral en el que se renovarán la Presidencia de la República, ocho gubernaturas y la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, la Cámara de Diputados, el Senado de la República y miles de cargos más.

Aun así, López Obrador ha asegurado que será respetuoso del proceso electoral, con estas propuestas, expertos consideran que se meterá a la campaña porque durante su conferencia matutina las difundirá y defenderá y en caso de ser rechazadas, pondrá en evidencia que partidos de oposición no están de acuerdo con la transformación.

Otro mensaje que consideran algunos articulistas fue la decisión del presidente de no asistir a Querétaro a la conmemoración de la Constitución de 1917, y utilizar simbólicamente la fecha para enviar al Congreso las reformas constitucionales, “las reformas que propongo buscan establecer derechos constitucionales y fortalecer ideales y principios relacionados con el humanismo: la justicia, la honestidad, la austeridad y la democracia que hemos postulado y llevado a la práctica desde los orígenes del actual movimiento de transformación nacional”.

Hasta ahora, López Obrador ha gobernado en contra de la división de poderes y los equilibrios que establece nuestro sistema constitucional, ha querido debilitar a los organismos autónomos, se entromete cada vez que puede con las decisiones del Congreso, desacredita y agrede al Poder Judicial.

Para eludir ese orden jurídico, el Presidente ha intentado reemplazar leyes con decretos, tiene un proyecto más ambicioso: quiere modificar la estructura del Estado mexicano para intensificar la centralidad del poder presidencial y poner al Poder Legislativo y los actuales organismos autónomos al servicio del Ejecutivo Federal y su partido político.

La elección del 2 de junio y de la votación depende la viabilidad del proyecto del ahora Presidente para desarticular al actual Estado y al orden constitucional para reemplazarlo con un presidencialismo autocrático y con escasos límites institucionales y constitucionales.

Como lo dijo el ministro Alberto Pérez Dayán, en el 107 aniversario de la promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos: “Defender a la Constitución es defender al pueblo mismo, aunque no siempre se quiera atender así. Duele escucharlo, lo sé, pero más doloroso sería dejarlo pasar”.

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