Esta elección servirá de referente para reflexionar sobre las ofertas políticas del México postmoderno. La boleta, en general, presenta dos opciones: la oficialista (Morena y sus adláteres: PT, PVEM, PES, MC, RSP y PFS) y la independiente (PAN, PRI, PRD). En el espectro ideológico predominan la izquierda y la corriente liberal, en sus vertientes de izquierda y derecha.

La reflexión es oportuna porque ayer AMLO, a una pregunta a modo sobre si es cristiano o católico, se definió simpatizante del luchador social Cristo, no del Dios hecho hombre, omitiendo su filiación liberal, para ganar el voto católico rural.

Los católicos son la mayoría más representativa en el país (77%). Pero no siendo este un pensamiento único, está abierto a que sus fieles participen en la diversidad de opciones partidistas existentes, siempre que no vayan en contra de sus principios fundamentales.

Lamentablemente, en los últimos gobiernos, incluido este, los ataques a la fe católica se han acrecentado a través de la anticristiana y liberal cultura de la muerte: ideología de género, destrucción de la familia, aborto, eutanasia, liberación del consumo de drogas, ataque a la libertad religiosa, degradación moral, impunidad a los asesinos, etc.

Con este mismo espíritu se ha desterrado el pensamiento social cristiano de la doctrina, principios y valores de algunos partidos políticos, pasando estos de innegociables e intransigibles, a opinables y negociables según la conveniencia del momento, ocasionando la baja en su militancia, simpatizantes y votantes.

Sabiendo que este voto es necesario para ganar elecciones, AMLO quiso llenar este vacío con la creación del PES, que busca el voto católico con banderas que otros han abandonado (vida y familia) y son fundamentales en la identidad cultural de nuestra nación.

En esta elección será visible el vacío y la necesidad de una corriente que asuma la doctrina social cristiana como parte de su ideario. El voto de los principios, hoy, es anti (AMLO-Morena), en lugar de pro-algo.

El papel de la Iglesia católica en estos meses, previo a las elecciones, se ha intensificado brindando orientaciones pastorales, análisis de los problemas nacionales, difusión de las aportaciones de católicos al progreso y el bienestar del país y promoviendo el voto informado y responsable. Pero ha faltado dirigirse a los católicos-políticos y señalarles el mal que hacen al omitir su responsabilidad en la construcción del bien común, por disputar el poder y su control.

Ante la polarización y el malestar social impulsados por AMLO, hay quienes quisieran que hoy, como en 1937 (el Papa Pío XI hizo que en todas las iglesias de Alemania se leyera la encíclica “Mit brennender Sorge” Con ardiente inquietud que condenaba al nazismo, a Hitler, y la persecución de los católicos), se condenen los errores y excesos del populismo.

Pero no. Hoy toca a los creyentes madurar, asumir sus responsabilidades sociales y políticas en favor del bien común —sin excluir o discriminar a nadie—, enriquecer el debate nacional con sus principios, visión y propuestas, sin que ello signifique un gobierno confesional, teísta y autoritario, como falsamente quieren hacer creen sus detractores.

Pueden mejorar los partidos existentes; o, tal vez, haya llegado el momento de crear una opción política y social —no confesional— que represente sus principios. Se buscan líderes que den testimonio de su fe y compromiso en favor de la unidad, la paz y el progreso.

Periodista y maestro en seguridad nacional  

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