Hubo quienes vieron virtuosismo en los silencios evasivos de Claudia Sheinbaum durante el debate, al no dejarse arrastrar a las muy difíciles explicaciones o justificaciones. Para los morenistas el error de Claudia fue defender a su familia -aun cuando terminó como mentirosa-, y no a AMLO, sus hijos y los logros de su administración. Para la oposición, callar ante la pregunta de si castigaría a los hijos de AMLO, le resta autoridad moral y legal para ocupar un cargo.

Para su equipo, el silencio le evitó hablar sobre sus errores personales (Línea 12, Colegio Rébsamen) y el costo de vidas que tuvieron; la corrupción de este gobierno y las muertes innecesarias por las decisiones presidenciales en la pandemia.

En el post debate, Claudia está siendo tundida por Xóchitl y por los cercanos al presidente (Jesús Ramírez, Martí Batres, Clara Brugada y Carmen Lira, entre otros) quienes le recordaron en La Jornada, un día después del debate, quién te puso y quién manda.

El martes, el Presidente perdió el control de sus emociones (cada vez es más frecuente) y despotricó contra las preguntas seleccionadas entre los 24 mil cuestionamientos enviados por la ciudadanía como sus temas de interés. Según el presidente, el país está mejor que nunca (gracias a él, claro), y eso no se lo reconocemos los ingratos mexicanos.

El miércoles, el resentimiento de los hijos predilectos de la 4t le volvieron a recetar un editorial a Claudia en La Jornada: “Fue tanta la preocupación por ganar la batalla, que se olvidaron de los logros conseguidos por un fuerte liderazgo y muchos y leales profesionales, ¡que vaya que los hubo!”. Y como Claudia no habló de eso, le reclamaron lealtad con quien la puso.

Aunque parece que la nueva mafia del poder está siendo traicionada por Sheinbaum -y por eso le reclaman lealtad a la secta, a su pastor y a los grupos con quien el hizo acuerdos-, la verdad parece más un artificio de Andrés Manuel Goebbels Obrador para meterse a la campaña y distraer la atención de los electores en aquellos temas que comprometen la sucesión presidencial. Pareciera que Andrés Manuel no confía en su candidata y por eso irrumpe en la campaña para dirigirla, como si él fuera el candidato.

Hay quienes ven en estas amenazas públicas expresiones de rudeza innecesaria hacia Claudia; muestras de inseguridad emocional, como si temieran perder las elecciones y los privilegios.

Faltando dos debates, las estrategias de los equipos tendrán que reenfocarse para lograr, tanto en el debate como en el post debate, un control de daños y posicionar sus temas de interés, de suerte que la sociedad perciba a su candidata como mejor opción.

El papel de Andrés Manuel, lejos de sumar a la campaña de Claudia, le está resultando una pesada carga, por lo que convendría que los reclamos -de él y de sus cercanos- se den fuera del escenario; y que entiendan, como todo el mundo lo sabe, Claudia no es Andrés, a pesar de que le imite el cantadito tabasqueño y su lento hablar. Esperemos, por su bien, que no le copie su mentir compulsivo que lo ubica como el presidente más mentiroso del mundo.

En Morena dudan del triunfo de Sheinbaum en el debate, a pesar de que se dedicó a evadir y mentir -como ha quedado claro en estos días-; de ahí los ataques que ha recibido de sus compañeros de proyecto, incluido el Presidente.

Los silencios y mentiras en el debate, exhiben la limitación de la candidata de López Obrador para responderle a la sociedad con la verdad.



Periodista y maestro en seguridad nacional

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