Hemos sido testigos de discusiones y decisiones legislativas insólitas y trascendentes, que eran inimaginables en el pasado reciente y que han sido impulsadas por el profundo cambio de régimen que estamos llevando a cabo; el pasado martes tomó la protesta de ley, una vez que la mayoría calificada del Senado de la República la eligiera, una verdadera luchadora social como Presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), Rosario Piedra Ibarra, activista por más de 40 años, integrante del Comité ¡Eureka!, una organización de familiares de desaparecidos y perseguidos políticos que fuera fundada en 1977 por su madre, Rosario Ibarra de Piedra, que apenas el 23 de octubre recibiera la medalla Belisario Domínguez, máximo galardón que entrega el Senado de la República y que en un acto de esperanza y compromiso dejó en custodia del presidente Andrés Manuel López Obrador hasta que se haya revelado el paradero de las personas desaparecidas en el país.

En estos nuevos tiempos además, en el Poder Legislativo, en la Cámara Alta a la que pertenezco, a la oposición se le escucha, se le tolera, se le incluye y se le respeta, por muy limitada que sea su posición, se le da trámite a sus asuntos y con la ley y los reglamentos en la mano se le replica, con todo y el resultado de las votaciones que expresa el pueblo mexicano, a través de la legítima representación que ha otorgado a cada fuerza política.

A pesar, incluso, del oprobioso extremo al que ha llegado cierto sector de la misma, algunos panistas mezquinos, sin escrúpulos, ni decencia parlamentaria y mucho menos vocación popular, que hace unos días intentaron minar, boicotear, “hacer un desmadre” para ponerlo en sus propias palabras, el reciente proceso electivo de la CNDH.

Vergonzosas escenas que sólo los han evidenciado como cínicos, mañosos provocadores, intolerantes y capaces de sacrificar lo más grande, lo que sea, para conseguir victorias pírricas que les alimenten el ego, que los justifiquen ante quien sabe quién, que enciendan su humedecido discurso y ¿por qué no?, les permitan conservar un poco de la impunidad con la que se han conducido por décadas en el país.

Hoy por hoy, sus magros argumentos y rupestres métodos no se encuentran a la altura del debate parlamentario que requiere México.

Y ello nos llama a la reflexión, ¿pues cuál es la urgencia de sembrar su clásico sospechosísmo en una elección que pudiera haber sido de trámite?, ¿por qué esa desesperación velada por debilitar la estatura moral de la nueva presidencia de la CNDH?, ¿a qué debemos que hayan enseñado su verdadero rostro, precisamente en esta discusión?, ¿qué los mueve a endurecer irracionalmente su postura, a ensañarse e intentar violentar a senadoras y a una mujer que además ha sido víctima como Rosario Piedra, algo que ni con otras reformas constitucionales discutidas habían hecho?

Acaso será el inminente recorte al presupuesto a los partidos políticos del que ya han expresado su obvio desacuerdo, o simplemente porque los principales abusos a los derechos humanos y violaciones a las garantías de la población en el México moderno se agudizaron bajo gobiernos que ellos encabezaron y que la entonces incipiente comisión, siempre dejó pasar.
Pues eso se terminó, el pueblo mexicano no continuará manteniendo groseramente a los partidos, por otro lado, la memoria histórica del sufrimiento de nuestra gente ante el abuso del poder y la deuda por las consecuencias de infructuosas guerras intestinas que generaron y que impactaron amargamente en la población civil, será eventualmente saldada con la nueva presidencia de la CNDH, ténganlo por seguro.

La CNDH ya no será un atractivo botín (con su respectivo presupuesto, capital humano y alcances legales) ni tapadera de nadie; regresará como una institución noble para la defensa de los derechos humanos y para que no se vulneren garantías individuales de grupos y personas, sin simulación, con autonomía, eficacia y siempre de mano de las víctimas. ¡Enhorabuena!

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