De cara al nuevo año escolar de las universidades del subsistema tecnológico y politécnico, se advierten distintos retos, uno de ellos es el nuevo paradigma que implica la economía circular; este es un enfoque económico y ambiental que busca maximizar la eficiencia en el uso de recursos y minimizar los desperdicios y la contaminación. A diferencia del modelo convencional o lineal tradicional de “tomar, fabricar y desechar”, en la economía circular se promueve la reutilización, reciclaje y renovación de productos y materiales a lo largo de su ciclo de vida. Esto implica diseñar productos con durabilidad en mente, fomentar sistemas de reutilización y reciclaje, y repensar los procesos de producción para reducir la generación de residuos. La economía circular busca crear un círculo virtuoso en el que los recursos se mantienen en uso durante el mayor tiempo posible, reduciendo la presión sobre los ecosistemas y disminuyendo la dependencia de la extracción de materias primas.

Este modelo de manufactura enfrenta retos significativos. En primer lugar, requiere un cambio fundamental en la mentalidad empresarial y en los consumidores, pasando de un enfoque de adquisición y descarte rápido a uno de prolongada utilidad y responsabilidad, adicionalmente, la implementación efectiva de la economía circular requiere una infraestructura sólida de recolección, clasificación y reciclaje, lo que además de costoso es complejo de establecer.

En un contexto global, la economía circular enfrenta el reto de adaptarse a realidades socioeconómicas diversas, ya que las estrategias circulares deben ser adaptadas a diferentes culturas, sistemas regulatorios y niveles de desarrollo. A pesar de estos desafíos, la economía circular se presenta como una solución prometedora para abordar la crisis ambiental y los problemas de agotamiento de recursos asociados al modelo económico tradicional.

Para enseñar y adoptar modelos de economía circular, las universidades deben incorporar en sus programas académicos contenidos actualizados y multidisciplinarios que aborden los principios, estrategias y desafíos de la economía circular. Esto implica la creación de cursos específicos, líneas terminales en las carreras de las áreas industriales y de manufactura, la integración de conceptos circulares en materias existentes y la promoción de investigaciones interdisciplinarias relacionadas con la economía circular. Además, las universidades pueden establecer colaboraciones con empresas, gobiernos y organizaciones relevantes para facilitar proyectos prácticos y estadías que permitan a los estudiantes aplicar los conocimientos en situaciones reales y en un entorno de aprendizaje que propicie su aplicabilidad y utilidad en el conocimiento. Al liderar con el ejemplo, las universidades también pueden implementar prácticas circulares en su propia gestión de recursos y operaciones, demostrando su compromiso con la sostenibilidad y fomentando un cambio cultural hacia la adopción de enfoques más circulares en la sociedad en general.

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