En las últimas horas del año, por las calles de Querétaro se observa la premura de la gente, pero también una mayor afluencia de personas en relación con hace un año, cuando era mayor la incertidumbre por el Covid-19.

En las calles del Centro Histórico la afluencia de turistas es constante, aún entre semana, los caminantes avanzan sin prisa, seducidos por las bancas y arreglos del Jardín Zenea, así como por diversos vendedores; las aglomeraciones de personas se concentran en aquellos puntos de la plaza donde aún hay árboles que dan sombra, pues la temperatura sobrepasa los 25 grados.

En el contorno de la jardinera que se ubica en la esquina de las calles de Juárez y 16 de Septiembre, la gente gusta de sentarse bajo la sombra.

A diferencia del inicio de la pandemia, cuando el turismo se contrajo, ahora se ve mayor afluencia de visitantes, se percibe en las principales plazas públicas, también en la demanda de los servicios de tranvía.

Algunos avanzan mientras comen un aperitivo, otros se detienen a mirar minuciosamente las muñecas otomís que llevan consigo los artesanas ; una mujer se detiene y aprecia las bolsas de asa que también portan los artesanos, pregunta el precio y comienza a escoger varias piezas, las llevará como souvenir.

Sin embargo, al caminar por las calles se aprecia de todo: desde las personas que además del cubrebocas utilizan careta o lentes de protección, hasta quienes sólo usan cubrebocas; quienes lo portan, pero lo llevan debajo de la barbilla.

Entre el constante paso de la gente se pierde la sana distancia, ni que decir en las filas para entrar a los bancos, pues se acerca el cierre de año y con ello las fechas límites para hacer pagos.

En la Plaza de Armas también hay caminantes, aunque un poco menos, algunos inhibidos por la colocación de vallas en este espacio.

En los mercados se aprecia a compradores solitarios, también a familias completas que acuden a adquirir los ingredientes para la cena de Año Nuevo o hacer sus compras habituales.

En los pasillos del mercado Josefa Ortiz de Domínguez, La Cruz, se observa a los compradores analizando los precios tanto de frutas como de verduras, pasan puesto a puesto estudiando los precios, pero también la apariencia y la frescura. Algunos pasillos están vacíos, en otros como el de venta de carne hay más jolgorio.

En el mercado General Mariano Escobedo la afluencia también es mayor en los últimos días del año. Locatarios coinciden en que la gente sale con mayor confianza, perciben un parteaguas a raíz de la aplicación de las vacunas contra el Covid-19.

Sin embargo, la economía de la gente está lastimada y la inflación no da tregua. En uno de los pasillos del mercado Escobedo una mujer se detiene a preguntar el precio de la manzana, pregunta por la producción nacional que suele tener un menor costo; sin embargo, el kilo está en 45 pesos, menor al de marcas extranjeras que llega a costar hasta a 70 pesos, pero es un precio que la detiene a pensarlo y mejor continúa su marcha, evita la compra.

Los efectos de la economía se perciben aún más en aquellos locales donde los compradores escasean o donde los vendedores se acercan a los caminantes para ofrecer sus mercancías. Es común que la gente pregunte por los precios, pues el limón ha dado sorpresas con el kilo, se costea hasta en 60 pesos; también preguntan por la uva, cuyo kilo no baja de los 100 pesos.

En estos días esperan un aumento en ventas, aunque en algunos casos reconocen que una vez entrado enero las ventas podrían deprimirse —y la afluencia será menor— en comparación con los repuntes que se registran por las fiestas decembrinas.

Se cumple un año y casi nueve meses de los primeros contagios de Covid-19, pero el riesgo es permanente. “La gente ya aprendió a cuidarse”, señala una comerciante, al mismo tiempo que reconoce que la aplicación de vacunas ha dado confianza a la población para realizar su día a día lo más normal posible. Además del riesgo sanitario está la crisis económica. La vendedora comparte que espera que la situación económica mejore, pues en muchos casos no se han recuperado de las afectaciones que les dejó el confinamiento del 2020.

En el transporte público no es diferente, también ahí persisten las concentraciones. El tiempo de espera que se prolonga en ciertas paradas genera aglomeraciones de usuarios; una vez que llega la unidad suben uno por uno, buscando encontrar lugar en cualquier mínimo espacio. Entre las cerca de 20 personas que se trasladan en el pasillo de la ruta 69, un hombre hace pericias para salir de entre la gente; el camión va lleno y los espacios para moverse están limitados.

Dentro del camión, portar el cubrebocas es el protocolo común entre los usuarios, ya que guardar distancia entre personas ha dejado de ser una prioridad, no importa que el autobús vaya lleno si es mayor la necesidad de trasladarse.

En la ruta 69 viajan personas de todas las edades, principalmente mujeres y niños; durante el trayecto, una pequeña pregunta a su madre si ya han llegado a La Alameda, a donde acudirán para tomarse fotos; todavía no, es la respuesta, pero ya están cerca.

Esta ruta prácticamente se queda a la mitad de usuarios cuando hace parada sobre avenida Constituyentes, frente a Plaza La Victoria, la mayoría de quienes ahí descienden se dirigen al centro comercial, pasan en fila por el filtro sanitario, donde un guardia toma la temperatura y da el acceso.

Dentro del centro comercial se observa a compradores dispersos, aunque la mayor afluencia se percibe en aquella tienda que vende artículos de manufactura china o en tiendas de ropa que antes de que concluya el año ya anuncian las esperadas rebajas, en el resto de las tiendas la fluencia es menor: uno que otro caminante se asoma entre los pasillos.

A un año y nueve meses del Covid-19, Querétaro recibirá el 2022 con la mayor apertura de aforos desde que inició la pandemia, pues persiste el Escenario A modificado, apertura que es más evidente en ciertas calles del Centro Histórico.

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