En el corazón del Centro Histórico de Amealco, una pulquería con más de 100 años de antigüedad lucha por sobrevivir día a día. En sus mejores años, los dueños del negocio vendían hasta 240 litros de pulque a la semana, hoy con trabajos llegan a vender 20 litros.

“Los jóvenes ya no toman pulque, muchos ni siquiera lo conocen, ellos van a un bar o una cantina y toman cerveza, que además es mucho más cara”, comentan los encargados de la pulquería.

Desde las nueve de la mañana, Teresa Obregón y su hermano Antonio, ambos administradores de la pulquería Federico, reciben a los primeros clientes, todos son personas mayores, en su mayoría hombres, acostumbrados desde niños a consumir esta tradicional bebida que proviene del maguey.

Por la tarde, algunas familias llegan al lugar para comprar pulque y acompañar su comida, algunas piden permiso para comer ahí unos taquitos de chicharrón, la respuesta siempre es sí.

Para las seis de la tarde la pulquería debe cerrar de acuerdo a su licencia de funcionamiento, “para que no se emborrachen las personas”, dicen algunos; sin embargo, los bares y cantinas tienen permiso para vender hasta media noche.

“Desde que comenzó la costumbre de tomar cerveza, el consumo de pulque bajó un 80%, anteriormente los domingos no se podía ni caminar de tantos clientes que tenía mi papá, ahora ya no es así, son pocas las personas que aún toman pulque, nuestros clientes son personas mayores, gente de rancho, campesinos que vienen por su mandado y piden su jarra de pulque.

“Antes, en esta zona del centro había al menos 10 pulquerías, ahora ya somos como cuatro, porque si rentas el local entonces no te alcanza para nada más, porque realmente si vendes 10 litros de pulque al día es mucho, apenas si alcanzas a mantenerte; estos negocios enfrentaron también muchas olas de mala fama, las cerveceras decían que el pulque olía mal, que hacía daño, que olía a caño, se crearon toda clase de mentiras en torno al pulque. Nosotros realmente esperamos darle un realce a nuestro negocio familiar, para nosotros es muy importante, hemos comprado bancas como las que se usaban en esos tiempos, conservamos nuestra barra que también tiene más de 100 años, todo para darle ese toque tradicional y típico”, comenta Antonio.

La primera de Amealco

A pesar del momento difícil por el que atraviesa la pulquería Federico, los hermanos Obregón Zepeda siguen adelante, impulsados por la tradición familiar, pues aseguran con orgullo que esta pulquería fue la primera en todo Amealco de Bonfil.

La pulquería Federico es atendida actualmente por la tercer generación de la familia Obregón, el negocio lo inició la señora Narcisa Mondragón, después de ella siguió su hijo Federico Obregón, y después de él, sus hijos Teresa y Antonio, quienes actualmente nadan contracorriente para que la costumbre de tomar pulque no desaparezca en el municipio.

Ambos hermanos recuerdan con cariño cómo su padre y su abuela no se daban abasto para atender a tantos clientes, recuerdan la pulquería repleta de familias pulqueras, en donde incluso los niños tomaban esta bebida; recuerdan también a los trabajadores que cansados de la faena buscaban refrescarse con un jarrito o con un curado.

“Mi abuelita tenía varios magueyales y hasta cuatro tlachiqueros para que les trajeran aguamiel en la mañana y en la tarde, siempre había mucha gente en la pulquería, mi papá siempre nos llamaba a mí y a mis hermanos para que ayudaramos a traer o a lavar jarros, todos crecimos en este ambiente, antes era lo que tomaba la gente, no había refrescos ni nada de eso, era como un alimento básico, el pulque. Nosotros aprendimos a preparar pulque desde que éramos niños y hasta la fecha seguimos tomando pulque, todos los días al menos un jarro a la hora de comida, así nos acostumbraron.

“Las pulquería siempre han sido un punto de reunión, un punto de convivencia, en donde se encontraban los compadres y las comadres, donde conviven las familias; aunque son pocos, todavía hay personas que vienen aquí a echarse un pulque con su botanita o a pasar la tarde con un amigo, y aún podemos rescatar esa tradición, a la gente que aún no ha probado el pulque los invitamos a que consuman aquí o en cualquier otra pulquería, que prueben el pulque o los curados y descubran el que más les gusta”.

Por un segundo aire

Con el nombramiento de Amealco como Pueblo Mágico, los hermanos Obregón esperan que la pulquería de su padre y de su abuela tenga un segundo aire y reciba cada día a más turistas y nuevos clientes; por eso mantienen el negocio con su apariencia centenaria y original, con una barra tan antigua como la pulquería misma; con una antiquísima rockola para ambientar el lugar como se hacía hace 50 años.

Y a aquel despistado que aún llega al lugar y pregunta si venden cerveza, ellos le responden que no, e insisten en los múltiples beneficios del pulque; “Quita la angustia, extingue la culpa, hace olvidar, suelta la lengua, afloja el calcetín, lima asperezas, sirve de aperitivo, apresura desenlaces, causa rubores, afina la voz, fomenta relaciones románticas.

“Te da calor, hace compadres, liga comadres, cierra tratos, abre puertas, acorta la espera, aligera el camino, cura la tristeza, aumenta la alegría, mejora la digestión, mata lombrices y aumenta los glóbulos rojos”, aseguran.

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