Hechos de barro, madera, papel, piedra y de diferentes partes del país, los nacimientos que se exhiben en el Museo de la Restauración de la República muestran el sincretismo entre las visiones de las culturas originarias con las creencias cristianas, también resaltan las tradiciones y particularidades de cada región del país incluyendo objetos y personajes de regiones donde fueron creados.

Al museo, ubicado en lo que fuera parte del Convento de Capuchinas, no tiene guías ni anuncios para que los visitantes puedan recorrer el lugar, siendo el guardia de seguridad quien de las indicaciones a los curiosos, además, los nacimientos que se exponen no cuenta con una ficha de información del lugar de procedencia ni el costo del mismo.

Los hay desde miniaturas, hasta de gran tamaño. Desde el concepto clásico, algunos con alusiones a las tradicionales parteras, como aquel que muestra el alumbramiento de un niño rodeado de mujeres, que se entiende que son parteras tradicionales.

Otro, se obliga al espectador a suponer que es de Jalisco, pues en lugar de pastores, es un mariachi quien llega a adorar al niño Dios que también viste el tradicional traje y es abrazado por la virgen de Guadalupe.

Otros están hechos de hojas de maíz, delicadamente elaborados y pintados con colores brillantes. En otros casos los materiales son más resistentes, como de piedra volcánica.

Llama la atención un nacimiento hecho en una cazuela, cuya tapa representa un guajolote. En la cazuela, a un costado, se ubica el pesebre.

Otro de los nacimientos que sale del patrón comúnmente visto es aquel en el que María, José y el niño Dios viajan en una furgoneta con un remolque, en donde llevan a los animales del nacimiento.

La exposición ocupa dos salas del museo. En uno de los espacios se ubican los nacimientos más pequeños, como el que está hecho de tres baleros de unos cinco centímetros, y en cuyo costados están representados el pesebre y los pastores adorando al niño Dios recién nacido.

Otros representan el entorno de los artesanos que los elaboraron, como aquel que en lugar de ovejas y vacas como los animales que rodean a la Sagrada Familia, están armadillos e iguanas. Cada artista puso en su trabajo su sello personal.

También los hay pintados sobre diferentes materiales y técnicas. Los hay en bajorrelieve. Los límites sólo son puestos por los creadores, que muestran sus visiones de la tradición iniciada, según la historia, por San Francisco de Asis.

Una pareja entra a la sala. El vigilante de la puerta les explica dónde están los nacimientos. La pareja entra y comienza a ver los nacimientos miniatura. Se inclinan sobre las vitrinas donde se exhiben los mas pequeños y detallados en lo más mínimo.

En un tronco de unos 50 centímetros se representa el nacimiento. En el centro se ubica el pesebre, a un costado un corral con dos vacas. Más abajo, un pastor con sus ovejas, mientras en un costado los Reyes Magos aún están lejos del lugar donde nació Jesús. Los detalles en esta pieza sorprenden a los visitantes. Imaginan las horas que debió tardar el artista para hacer ese nacimiento.

En la entrada de la exposición se puede leer parte de la historia de los Belenes y nacimientos. Se señala, que en las culturas prehispánicas había tradiciones similares a los nacimientos cristianos.

“Las crónicas sobre la propia irrupción española en América, escrita por frailes y militares, narran que los pueblos mexicas también celebraban el nacimiento de Huitzilopochtli en las fechas de diciembre.

Tal leyenda contaba que la diosa Coatlicue, siendo virgen, dio a luz a su hijo Huitzilopochtli y para agradecer al sol, por dar su energía para lograr abundante cosecha, se realizaban bailes, cantos y teatro. Asimismo, se elaboraba con semillas y miel una figura en forma de niño, la cual se compartía como alimento entre toda la gente del pueblo”.

Se explica que en 1524 los frailes franciscanos construyeron los primeros nacimientos en Huejotzingo, Puebla, y que durante los siglos XVIII y XIX se construían figuras representativas de Jesús, María y José con plata, cera, barro, madera, paja, hojas de elote, papel, hueso, tule, vidrio, azúcar y tela.

En las dos salas del museo están los nacimientos más representativos del país, con los materiales más diversos y en los escenarios más tradicionalmente mexicanos. Los artesanos locales ponen su toque, como las chalupas en los canales y las chinampas.

Desde una Sagrada Familia vestida a la usanza de los pueblos indígenas, hasta un nacimiento elaborado en una pieza de mármol con figura de ángel, en cuyas alas se ve a los adoradores del niño Dios.

Todas las piezas son obras de arte por sí mismas. Desde las talladas en madera, hasta las pintadas en tejidos de ixtle. Todas muestran la visión de una tradición fundada en una fe y la manera de expresarla, con su cosmovisión, con su sincretismo, con su imaginación y talento para su trabajo.

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