María Graciela Gudiño Camacho, doña Chela, vende gorditas desde hace 15 años en Bernal, en su propio local, aunque por la necesidad de trabajar comenzó años antes, pues quedó viuda desde muy joven y con una hija que mantener. Ahora, a tres lustros de ser su propia jefa, es de las vendedoras de gorditas más conocida de ese Pueblo Mágico.

Un joven paga su orden de gorditas para llevar. La bolsa contiene algunas de las delicias de la gastronomía queretana.

En el comal que se ubica en la entrada del local, una docena de gorditas de maíz azul teminan su cocción, en espera de los clientes que llegan para calmar el antojo de media mañana o a desayunar.

Las gorditas en el tradicional pueblo de Bernal son una parada obligada para todo aquel visitante de esta localidad, y hay muchos lugares para comprar este antojito.

Al entrar al poblado se encuentra el Mercado Gastronómico, y metros más adelante locales de gorditas instalados sobre la misma avenida.

Ahí, en uno de los puestos, atiende doña Chela, originaria de Bernal, junto con cinco personas más —cuatro sobrinos de ella y una empleada más— quienes, mientras llegan los clientes, preparan todo para que esté listo para el momento de atenderlos.

“Primero empecé por necesidad a trabajar en un negocio de ésto. Luego se hizo el Mercado Gastronómico acá abajo (el antiguo), y la señora que me daba trabajo me descansó, porque el espacio era muy chico y se iba a empezar, no sabía ella cómo le iba a ir y si me iba a poder seguir dando trabajo”, recuerda sobre sus inicios en el negocio de la comida.

Recuerda que en aquella época, para mantener el equilibrio entre comida y artesanías, se dieron 10 puestos gastronómicos y 10 artesanales, quedando fuera 10 vendedores de alimentos, que fueron colocados atrás del mercado, con la suerte que a ella le tocó uno de estos puestos.

Tres años después los mandaron a las inmediaciones del Rastro Municipal, donde estuvieron otros tres años, de donde los quitaron porque iban a hacer el Museo de la Máscara y los mandaron nuevamente al mercado, de donde sacaron a los vendedores de artesanías, lugar en el que doña Graciela estuvo tres años.

“Ahí para mí no fue negocio. No vendía nada, estaba en un lugar muy malo, porque no tenía nada de visibilidad. Todas las personas que estaban enfrente de mi acaparaban a toda la gente y a mi ya no me llegaba nada, entonces decidí salirme y empecé a buscar local, y llegué aquí, donde tengo cuatro años de estar vendiendo”, indica.

Señala que a partir de la semana que abrió comenzó a ver ventajas de su nueva ubicación, pues empezaron a mejorar sus ventas. Antes, en el Mercado Gastronómico, dice, vendía 20 gorditas al día. Cuando empezó en su actual ubicación, señala, vendía 50, 70 cuando era buen día.

Actualmente vende 200 gorditas diarias, además de ofrecer a los comensales otros platillos como caldos de pollo, mole de olla y pancita, para complementar las gorditas.

Agrega que cuando se hizo en nuevo Mercado Gastronómico respetaron su lugar que dejó en el antiguo, y en ese sitio vende su única hija, de 23 años.

Cambios y retos

Doña Chela dice que tienen de viuda poco más de 20 años, por lo que toda su vida ha trabajado para sacar adelante a su hija.

Comenta que no sabe de qué murió su esposo, de nombre Manuel, quien se dedicaba a la construcción. Sólo recuerda que comenzó a enfermar hasta que falleció.

Tras la muerte de su cónyuge, nunca recibió indemnización o pensión alguna. “Gracias a Dios yo tengo mi seguro, porque antes, de soltera, trabajé en la costura, más de 10 años trabajé en la costura, y luego me cambié a este trabajo. Por parte de la costura, de la empresa Univisa es que tengo seguro”, añade, al tiempo que acota que la firma cerró y se hicieron pequeños talleres.

Dos gorditas de barbacoa viajan en un plato de plástico, color verde, cubierto con una bolsa. Son para un joven, quien rápidamente da cuenta de las mismas.

Doña Chela dice que abre todos los días, de las 9:00 a las 18:00 horas, incluidos fines de semana, pues son los días en los que se venden más, cuando hay más visitantes, principalmente del Estado de México, la Ciudad de México, de Querétaro.

Sobre su hija, doña Graciela señala que ella le empezó a ayudar en la venta desde que tenía 9 años de edad, y poco a poco aprendió a guisar y hacer sus gorditas y las tortillas, por lo que ahora le ayuda de manera permanente en su puesto.

Competencia permanente

Resalta que ya existe mucha competencia, tanto en el mercado como en los locales cercanos.

“Cuando llegué a este local era la única. Ahora son muchos. Aquí toda la calle está prácticamente llena. Por ejemplo, las carnicerías únicamente se dedicaban a sus carnitas, ahora todos tienen gorditas. Los restaurantes tenían sólo comida, ahora todos tienen gorditas”, asevera.

Subraya que hace años pedía apoyo a las autoridades por ser una mujer viuda y con una hija, pero nunca le hicieron caso para que la cambiaran de local dentro del mercado, pero ahora, por fuera, le va bien.

Las ollas y cazuelas con los caldos sueltan vapor y con ellos los aromas que invitan a sentarse, pedir un plato de caldo o mole, junto con dos gorditas, una de rajas y otra de frijoles.

El día comienza en el negocio de doña Chela, quien ve todos los días una buena oportunidad para vender y deleitar con su sazón el paladar de cientos de visitantes.

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