Entre cascabeles, música de caracoles y sonido de teponaztli, se celebró el primer aniversario del Club Universitario de Deportes Autóctonos K’urikaueri Chanaris, de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), en el que tuvo lugar una exhibición de juego de pelota purépecha y un torneo rápido de pitarra, que es un deporte de tablero que pone a prueba la destreza mental.

Este Club nació al interior del Proyecto Cultura UAQ, manifestó la maestra Cristina Quintanar Miranda, coordinadora del área de Identidad e Interculturalidad, que se encarga de fortalecer la identidad de la comunidad universitaria con un enfoque intercultural, reconociendo que nos desenvolvemos en una sociedad y una universidad muy diversa.

Quintanar Miranda indicó que su área desarrolla tres ejes principalmente: juegos y deportes tradicionales, originarios de las culturas prehispánicas; revitalización de las lenguas indígenas; y la historia de la Universidad Autónoma de Querétaro. “Hace un año que comenzamos con este club y estamos llevando a la práctica dos juegos que son originarios de las culturas prehispánicas; uno es el juego de pelota purépecha y el otro es un juego de destreza mental, que es la pitarra”, señaló.

Agregó que “a lo largo de este año hemos hecho muchas exhibiciones y talleres con la intención de que la gente los conozca porque son deportes tan válidos, tan entretenidos, tan interesantes como cualquier otro, pero no han sido visibilizados y algunas veces hasta son discriminados. Se trata de darles un lugar, un reconocimiento y que se vuelvan a jugar como una actividad universitaria”.

El Club de Deportes Autóctonos también sirve como un punto de encuentro y de identidad universitaria, pues ahí convergen alrededor de 20 estudiantes de distintas facultades.

“Era un reto encontrar un elemento que pudiera unir intereses y gustos tan diversos. Entonces al observar el emblema de la UAQ, nos enfocamos en el jugador de pelota. De modo que lo retomamos y llevamos a la práctica como un símbolo en el que se une nuestro rico pasado ancestral, pero que también se puede resignificar y darnos elementos de identidad en el presente”, indicó Quintanar Miranda.

En el aniversario, también se inauguró una exhibición pictórica y la presentación del libro Uarukhua: el juego de los dioses.

La Pitarra. El Marqués aporta este juego, el cual es practicado por niños, jóvenes y adultos de la comunidad rural mestiza de los Navajos. El juego ha llegado hasta nuestros días por transmisión oral y práctica de padres a hijos.

Se juega entre dos personas en un tablero con 12 fichas cada jugador.

Cada jugador colocará sus fichas una a una en las intersecciones de las líneas con la intención de lograr formar tres fichas en línea recta horizontal, vertical o diagonal, es decir “tercia”. Al realizar una tercia podrá tomarle una ficha al contrario, a su elección y conveniencia.

Una vez que los jugadores colocaron todas sus fichas en el tablero para seguir formando tercias realizan movimientos con éstas, directo a espacios libres o de intersección a intersección sin saltar fichas contrarias o propias, siguiendo el trazo de las líneas del tablero. Las fichas pueden moverse en cualquier dirección.

El juego se termina al no contar con fichas suficientes para formar tercias; por empate, acuerdo o rendición.

Pelota purépecha. Los encuentros se realizan entre dos equipos de cinco jugadores o más, estos con el bastón intentan hacer llegar la pelota a la meta contraria, lanzándola por el aire, mientras los adversarios evitan su avance, se considera tanto cuando un equipo logra pasar la pelota por la línea de meta.

Participan dos capitanes quienes dirigen y controlan el desarrollo del juego. Un juez o árbitro inspecciona el número de jugadores, vigila los implementos, marca los tiempos, siendo inapelable su decisión. La duración del juego es acordada por los capitanes. Redacción

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