En el municipio de Zumpango, Estado de México, se encuentra la base aérea Santa Lucía: una ciudad dentro de otra, donde los miembros de la Fuerza Aérea Mexicana (FAM) y sus familias habitan, ahí reciben atención de salud y educación.

En un recorrido por la base aérea Santa Lucía se puede apreciar la flota aérea militar lista para atender las necesidades del país: aeronaves de combate, de táctica, de carga y reconocimiento, así como helicópteros listos para un llamado.

Además, tiene la segunda pista de aterrizaje más cercana al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, lo que constituye una gran ventaja en caso de algún desastre natural. Fue construida en el año de 1978 sobre el Lago de Texcoco.

La FAM forma parte de la Secretaría de la Defensa Nacional, está integrada por miles de ciudadanos cuya principal misión es garantizar la seguridad del país, realizar acciones cívicas y obras sociales; en casos de desastre, prestar ayuda y auxilio de las personas y reconstruir las zonas afectadas.

También, dentro de sus instalaciones está el Museo Militar de Aviación, abierto a todo el público, de forma gratuita, de martes a domingo, donde se exhiben aeronaves de la mayoría de etapas en la historia de México.

Los asistentes pueden subir a las naves, conocer las hélices, motores y trajes de los pilotos.

“No es como en otros museos, que vea pero no toque. Aquí puede conocer por dentro las cabinas y las aeronaves, conocer el mundo de la aviación de manera práctica y sencilla. Podemos atender una visita guiada de preescolar hasta Universidad”, aseguró el capitán segundo, M. Reyna G.

“La pieza más antigua y original es del año 1908. Se trata de 106 años de historia de aviación en nuestro país. Hace 104 años se efectuó el primer vuelo en nuestro país, un 8 de enero de 1910, cuando Alberto Braniff se convirtió en el primer aviador de México y América Latina. Y tenemos la única pieza de su avión que ha sobrevivido”, destacó el mando militar.

En la base aérea, todos los integrantes portan el emblema de la Fuerza Aérea con gran orgullo. Una de ellas es la subteniente Karen Velázquez Ruiz, quien es una de las siete mujeres piloto de la Fuerza Aérea Mexicana, quien tiene año y medio de incorporarse a su respectivo escuadrón.

“Hemos llevado un avance progresivo desde que egresamos a la escuela. Llegar a este escuadrón no ha sido difícil, hemos progresado junto con nuestros compañeros que tampoco estaban adaptados a trabajar con mujeres”, explicó.

También, la Fuerza Aérea Mexicana proporciona auxilio a la población civil en casos de desastres naturales o contingencias variadas, transportando víveres y medicamentos entre otros.

Por esa razón, la Subteniente Karen está capacitada como copiloto y dentro de su entrenamiento está facultada para completar una misión, es decir, si por alguna razón el comandante de nave o capitán queda desmayado o herido, ella puede tomar el avión y llevarlo a tierra con seguridad y resguardo.

“Llegamos al escuadrón y tenemos una etapa de adaptación. Comenzamos una adiestramiento de la aeronave, resolvemos emergencias y llevar el avión a tierra”, indicó en entrevista para EL UNIVERSAL Querétaro.

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