“Aquí lloró la virgen”, dicen algunos de los altares de Dolores que fueron bendecidos el viernes por la mañana en el expalacio municipal, hoy delegación Centro Histórico, y que fueron elaborados por habitantes de los diferentes barrios de la ciudad, siguiendo la tradición que da inicio a la conmemoración de la Semana Santa en Querétaro.

Desde antes de las 9:00 horas, cuando está programado el acto protocolario, los habitantes terminan de colocar sus respectivos altares. Finalizan de colocar la manzanilla, que representan la esencia de las aceites con los que Jesucristo fue ungido. El olor de esta planta llena el aire del patio central del edificio.

El altar que está listo es el central, el elaborado por el Patronato de las Fiestas del Estado de Querétaro. Tiene las clásicas banderas doradas, el trigo tierno, las naranjas agrias, flores moradas y manzanilla, todos elementos clásicos de estos altares.

El cronista del estado, Andrés Garrido del Toral dice, antes de la ceremonia, que la tradición de rendir culto a la Virgen de Dolores inició en Querétaro en 1704. Recuerda que en el siglo XVI se dice que la virgen se le apareció a un fraile de apellido Gotería, en el pueblo de Soriano, en Italia.

“En Querétaro empezamos brindarle tributo a partir de 1704, en la antigua misión de Soriano, que no es la basílica, es una iglesia chiquita que está ahí pegada (…) pero esta virgen estaba perdida, quemada en Maconí, lugar que fue destruido por los chichimecas, pero descubren la virgen, la llevan a Soriano y ahí comienza todo”, narra.

Salvador Martínez Ortiz, delegado municipal del Centro Histórico da la bienvenida al obispo de la Diócesis de Querétaro, Faustino Armendáriz Jiménez, así como a la secretaria de Cultura del gobierno del estado, Paulina Aguado Romero. Poderes civiles y religiosos se dan cita, para continuar con la tradición.

Promover la tradición

Martínez Ortiz agradece la presencia del purpurado, de la funcionaria estatal, del cronista Garrido, y demás notables que se dan cita en el evento.

“Para el municipio de Querétaro y para esta delegación es muy importante promover la tradición del Viernes de Dolores durante la época cuaresmal. Es por ello que gracias a la participación del Patronato de las Fiestas de Querétaro podemos apreciar, en este lugar público de carácter laico, este altar de Dolores, solemnemente decorado, cuyo objetivo primordial es rescatar, preservar y difundir nuestros valores”.

También agradece a la secretaria de Cultura su apoyo para preservar la tradición. La funcionaria, de pie, a la derecha del obispo, responde la mención con una sonrisa discreta.

Destaca también la participación de los barrios de La Cruz, San Sebastián, El Retablo, Santa Catarina, El Tepetate, San Francisquito, La Trinidad, La Piedad, El Cerrito y San Gregorio. Agrega que estos altares unen a las familias, pues todos sus miembros elaboran las piezas.

Al hacer uso de la palabra, el obispo queretano dice, luego de citar al papa Francisco, que dice que rescatar tradiciones como los altares de Dolores, distinguen e identifican como pueblo queretano, “lejos de una sola cuestión cultural y de la piedad popular, considero que son una verdadera escuela que nos ofrece la oportunidad para aprender valores como la compasión, el respeto por el que sufre, y la consolación”.

La compasión

El obispo también destaca que “debemos aprender a llorar” con los demás, principalmente con quienes sufren, como las mujeres víctimas de los feminicidios, con los familiares de jóvenes con adicciones, y con quienes carecen de todo. Mientras el obispo habla, se reparten entre los presentes imágenes de la Virgen de los Dolores de Soriana. En la parte de atrás hay una oración inscrita.

Armendáriz Jiménez invita a rezar la oración que está impresa detrás de la imagen. Uno de los curas que acompaña al obispo se apresura a darle unas imágenes al delegado municipal y a la secretaria de Cultura.

Los funcionarios toman las imágenes, rezan con todos los presentes dirigidos por el obispo, quien dice que “esta oración la ofrecemos por todo Querétaro, también por nuestros dirigentes sociales, por nuestro gobernador, por nuestros presidentes, para que el Señor los guarde”.

Tras su discurso, el obispo toma un manojo de manzanilla y bendice los altares. Pasa uno por uno. Platica algo con los feligreses encargados de elaborarlos.

Los presentes comienzan a recorrer los altares, donde los residentes de los diferentes barrios reparten el agua de limón con chía, que representa el trago amargo que pasó la virgen, mientras que la chía representa las lágrimas que derramó.

También se reparten alimentos que guardan la vigilia.

La gente se forma aquí y allá, mientras el obispo platica con algunos fieles que se le acercan. Las personas caminan con sus vasos de agua en la mano de un lado a otro, admirando el trabajo hecho en los altares. Son recibidos con alguna vianda, que para esa hora de la mañana cae bien, pues muchos de ellos no han almorzado aún.

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