Dentro del terreno de juego es otra persona. Se transforma en un aguerrido portero que busca salir a ganar, pero fuera de ella es un tipo tranquilo, sencillo y humilde, quien es el último en abandonar las instalaciones del equipo. Así es Sergio García, el famoso Matute, actual portero de Gallos Blancos.
Hoy se cumple el primer aniversario desde su debut en el máximo circuito y Matute recuerda la sensación de aquel momento, misma que hoy le ayuda para saltar a la cancha y contribuir a que su plantel triunfe.
“Yo me sentía tranquilo hasta que pisé la cancha, según yo estaba muy sereno, calenté muy bien y todo…, pero en cuanto silbó el árbitro, me comenzaron a temblar las rodillas de una manera increíble [risas] —recordó un sencillo Matute—. Hasta como los 20 minutos que despejé un centro fue el momento en que comencé a quitarme el nerviosismo y estrés del partido, y empecé a disfrutarlo. Saber que a tus 30 años vas a debutar y todo lo que se comentará, claro que te quita el sueño”, aseguró.
En charla para EL UNIVERSAL QUERÉTARO, Sergio Alejandro considera que el momento que vive en Gallos Blancos no lo esperaba, pero ansiaba que llegara.
“Cuando termina el desastroso torneo pasado, se sabía que vendrían refuerzos o que quizás estarías fuera de la institución. El entrenador Sergio [Bueno] trae porteros de calidad [Antonio Pérez y Liborio Sánchez], ahí se complican las cosas, pero cuando deciden que soy yo el que iniciará ante León; en ese momento empecé a creer en mí, en que podría ser posible”, dijo el meta de 30 años.
El hecho que ahora la prensa le pida entrevistas y al salir de las instalaciones, los aficionados lo aborden para pedirle fotos y autógrafos, “no me sorprende, pero no deja de ser grato y que al salir a la calle, la gente te reconozca y te pida una foto, o que te den una palmada en el hombro y te digan: ‘Buena Matute’, te hace el día”, expresa un carismático portero.
García Nario se remonta a sus inicios como futbolista, pero recuerda que no comenzó bajó los tres palos, sino que él deseaba hacer goles y festejarlos. “Cuando era niño jugaba, como todos, en la calle y uno de mis primos me lleva a un equipo en el barrio que se llama San José de Talpita, y jugando contra Chivas me seleccionan, me piden hacer pruebas y ahí comienza mi andar. Me quedo en Chivas, vamos a un torneo y regresando me registran y es como me quedo; antes de ser portero había jugado en el ataque; quería hacer goles”.
Tras nueve meses de inactividad por una lesión en la rodilla, Gallos Blancos fue opción para Matute, sorprendido ante las vueltas que da la vida. Justo cuando llegó él era portero suplente y año y medio después es amo y señor del marco queretano.
“Es difícil comprender lo que la vida tiene para cada quien. Estuve mucho tiempo esperando esta oportunidad, gracias a Dios se me da regresar a Primera División, que es muy complicado. Ahora, mantener un buen nivel y ganarse la oportunidad después de tanto batallar, te sabe a miel”, expresa el sonriente guardameta.
Recuerda cómo fue el inicio de su apodo, “soy un tipo de temperamento y en la cancha me transformo, cuando me ponen el apodo tenía 13 años; no me pareció nada. Cuando te dicen de cosas y te enojas más te dicen, y se me quedó, a partir de ahí comenzaron a ponerme cualquier mote parecido: Matutino, Matusalén. Y ahora gracias a eso, la gente te conoce. Hay algunos que no saben mi nombre, pero sí que me dicen Matute”.
Antes de abandonar el CeGAR, añade “no puedo perder el piso; espero hacer exitosa mi carrera y mantener los pies en la tierra para seguir siendo la persona que ahora soy”.

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