El genial pintor impresionista Claude Monet (1840-1926) hizo de la naturaleza, la luz y el agua su gran pasión. Una obsesión que terminó convirtiéndose en su propia tortura, por su perfeccionismo.

Su biógrafos dan cuenta de escenas del propio artistas saltando con ira profunda sobre sus lienzos, cortándolos con cuchillo y hasta quemándolos, cuando no alcanzaba la satisfacción sublime.

“Muchas veces los seres humanos se enamoran de lo que más los puede confrontar. Los retos más difíciles nacen de esa relación”, dice la fotógrafa Sanne de Wilde, en el documental sobre el pintor que llega a algunas salas.

Se trata de "El jardín secreto de Monet: la magia del agua y la luz", dirigido por el italiano Giovanni Troilo, que se podrá ver desde hoy hasta el próximo domingo.

Esta producción es un viaje por varios de los lugares donde vivió Monet, como su residencia y jardín en Giverny (Francia), y por los principales museos que acogen su legado pictórico como D’Orsay, de la Orangerie y Marmottan, en París.

Giovanni Troilo le contó a El Tiempo que este documental tuvo su génesis cuando estaba grabando la serie artística Mystery of the lost paintings, en donde se reseñaban obras perdidas. Una de ellas era una de Monet que se quemó en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA).

"Luego pude conocer la vida de Monet y un punto de vista inusual sobre ella y descubrí que había una gran historia para contar en detalle en el cine”, dice.

Uno de los momentos más interesantes del documental se ubica, justamente, en la residencia en Giverny, donde Monet dio vida a su famoso jardín personal, que hoy es cuidado por diez jardineros de planta y visitado por centenares de turistas. Su tamaño y variedad de flores obliga a que otros voluntarios colaboren con la conservación de las plantas.

Este jardín fue una “colección de luz”, como lo anotan los expertos, a través de los colores de las miles de flores que lo engalanan.

En un mundo inundado por los avances de las imágenes digitales, a partir de pixeles, Monet podría considerarse el pionero de ese descubrimiento. Sus cuadros deconstruyen la imagen, desde pequeñas y finas pinceladas en un universo de color.

Su genialidad combinaba en sus obras esta propuesta revolucionaria en la historia del arte, con una manía por congelar con su pincel detalles tan imperceptibles como los reflejos del agua, las nubes, los rayos del sol o el cambio de las flores, de una estación a otra.

Y ese fue uno de los desafíos que se propuso Troilo durante la grabación. “Es una mezcla entre su obsesión y un punto de vista cinematográfico. Tratamos de representar algo que está cambiando constantemente como la vida, como el agua; queríamos mezclar en cámara estos elementos. De alguna manera, para mí esto fue una obsesión: mostrar este increíble punto de vista”, anota el realizador.

En esa búsqueda de acercar al espectador la mirada personal de Monet, el director incluyó la tecnología de cámaras infrarrojas y drones.

“De alguna forma fue una elección subjetiva, pero creo que la audiencia puede percibir algo muy real, honesto y profundo. Otro fue el uso muy sabio de ángulos de cámaras que están yendo constantemente por el espacio así que percibes un punto de vista muy realista cuando estás sentado en el cine”, explica.

La producción también hace énfasis en otra de las obstinaciones del artista: su famoso proyecto de Los nenúfares.

“Él trató de representar el agua en todas las formas que tenía. ¿Te puedes imaginar? El reto de su visión era crear sus pinturas de nenúfares, y cuando consigue esto se embarca en un nuevo desafío. De una forma es un hombre de desafíos y este parece tomarle una vida; así que este documental es el significado detrás de las pinturas de un hombre con coraje que cree en las metas y las persigue”, concluye el director italiano.

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