Si lo de la “fuerza moral” del presidente lo comparte el resto de su gabinete, no nos gobierna un proyecto de nación, sino una doctrina infalible y divina.

Y es que lo dicho por el doctor Hugo López-Gatell es una de las muchas lecciones que nos está dejando la crisis del coronavirus. No ha sido una anécdota más ni la incontinencia verbal del Presidente de la Salud, obligado a hablar dos horas diarias. Es en cambio, la muestra de la obediencia ciega de los hombres y mujeres del culto a su guía iluminado.

Tal vez ello explique las navegaciones contracorriente del presidente López Obrador: en lo externo, ir en contra de las estrategias implementadas por Corea, Singapur, Italia y España, con diversos grados de contención; o incluso ir contra las primeras instrucciones de su gobierno en cuanto a las aglomeraciones, abrazos y besos. Sobre ello, el otrora científico ha sido contagiado por la bacteria de la veneración: “La fuerza del presidente es moral y no es una fuerza de contagio”; para luego abundar: “casi sería mejor que padeciera coronavirus porque lo más probable es que él, en lo individual, se va a recuperar espontáneamente y va a quedar inmune y nadie tendría esta inquietud sobre él”. Como si el presidente fuera un extraterrestre o un ser de luz iridiscente con cualidades esotéricas y celestiales.

En paralelo, al propio López Obrador se le olvida que gobernar es comunicar cuando declara: “Lo que no puedo hacer es venir con un tapabocas (sic) porque dirán: ‘Si así va a estar el presidente ¿cómo va a estar la gente?’”.

Los mexicanos no estamos alarmados por su apariencia o la de sus incondicionales. Estamos legítimamente preocupados porque el sector Salud es un desastre: por la falta de medicamento; el desabasto de medicinas; siete muertos en el hospital de Pemex de Tabasco; porque desde hace meses usted desapareció al director del Insabi, al del ISSSTE, al del IMSS y tiene muerto en vida al secretario Alcocer.

Porque a los mexicanos nos hubiera dado una gran confianza si —en lugar de andar puebleando— lo hubiéramos visto en mangas de camisa en una junta en Palacio con todos ellos y algunos otros de su gabinete afinando la estrategia para enfrentar el coronavirus. Y luego escucharlo en un PRIMER MENSAJE FORMAL sobre la actual situación. O sea, ASUMIÉNDOSE COMO EL LÍDER QUE NECESITAMOS EN ESTOS MOMENTOS.

Por desgracia, cada vez más, tenemos la impresión de que sigue sin tomarnos en serio.

Periodista. ddn_rocha@hotmail.com

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