Maestro universitario, escritor y director de teatro; excelente orador, intelectual ensimismado, pensador peripatético, siempre de buen humor, siempre sonriente, siempre paciente. Eso fue Manuel Lozada Perusquía (1935-1999).

Sus alumnos de Filosofía en la Escuela de Bachilleres lo recuerdan con cariño. Impartió su materia sin faltar nunca a clases. Su casa estaba a 150 metros del edificio de 16 de Septiembre en lo que fue la primera sede de la Universidad Autónoma de Querétaro.

Vivía en la calle de 5 de mayo, entre Río de la Loza y Manuel Altamirano. A la muerte de sus padres quedó sólo habitando una casa que casi nunca se abría. Pocos conocían sus patios. Su padre, Don Federico Lozada, un hombre siempre vestido con impecable traje, en colores grises y corbata, con espejuelos sin armazón, no fue modelo del buen vestir para su hijo Manuel quien, aun en el invierno andaba en la calle con camisa de mangas cortas.

Su andar era despacioso, jamás se le vio con prisa, nunca aceleró el paso. Así también hablaba, con voz un poco apagada, caminaba en el salón de clases, cruzando las manos y jugando con los dedos, como si se enjabonara.

Conociendo sus talentos e inclinaciones ideológicas, el obispo Alfonso Toríz Cobián le encomendó coordinar los Talleres de Reflexión Política para orientar a la feligresía católica sobre procesos electorales. En esa época fue criticado porque pensaban que Manuel lo hacía en franca contravención a la clásica: “A Dios lo que es de Dios, al César lo que es del César”.

No podía desobedecer al monseñor, máximo jerarca de la iglesia en Querétaro. Manuel no sólo fue dócil católico, sino piadoso e intenso y militante activo, al grado de regalar a alumnos y vecinos las encíclicas que iba publicando la Iglesia.

Maestro del taller de oratoria. Tuvo excelentes discípulos y formó a una generación de buenos oradores. Él mismo ganó varios concursos de oratoria. Su retórica no era vehemente ni exaltada, sino construida con la misma pulcritud y sencillez con la que vestía, estructurada con argumentos que obedecían a los principios básicos de la lógica. Maestro, en fin, en el arte del pensamiento.

Formó oradores en el PAN y, paradójicamente, sus alumnos más destacados fueron distinguidos militantes del PRI: Fernando Ortíz Arana, José Ortíz Arana, Mariano Palacios Alcocer, Enrique Burgos García y Sergio Herrera Trejo, entre otros.

Cuando ganó un concurso estatal de oratoria desistió de acudir al certamen nacional, convocado por el periódico EL UNIVERSAL, que se celebraría en la ciudad de Puebla. Se decidió que el segundo lugar asistiera con la representación de Querétaro. Manuel Lozada Balandrán se preparó para ‘el torneo del buen hablar para convencer’. Pasó a la fase siguiente en donde no pudo superar las increpaciones groseras de la audiencia.

Lo que todos nos preguntábamos era porqué razón no había acudido Manuel Lozada a Puebla. Entonces confirmamos que nuestro personaje jamás había salido de la ciudad, al igual que el filósofo Immanuel Kant (Königsberg, Prusia), pensador del siglo XVIII que formó una escuela de seguidores, entusiastas de la crítica de la razón pura. Kant nunca dio un paso fuera de la ciudad en la que había nacido. Manuel, su fiel adepto, a lo más lejos que llegó fue al santuario de la virgen del Pueblito.

Manuel Lozada Perusquía, entre sus extravagancias, llegó al extremo de negarse a subir a un taxi o camión de transporte y fue enemigo de visitar al odontólogo. Así se explica que se fue quedando sin dientes. Los alumnos notaban al final de su vida como docente que algunas palabras no las pronunciaba correctamente porque carecía de la mayoría de sus piezas dentales.

Murió solo, sin un perro que le ladrara, sin un cenzontle que le cantara. Quienes lo conocimos lo recordamos celebrando a carcajadas las ocurrencias de sus alumnos o sus compañeros de experiencias teatrales.

Siendo simpatizante del panismo, nunca fue intolerante con quienes pensaban distinto, cuando menos públicamente. Su obra debe rescatarse. Tenía una escritura amena y brillante. Manuel Lozada es uno de los personajes del siglo XX queretano.

Editor y escritor. Ha sido colaborador de diversos medios de comunicación y director de publicaciones independientes y universitarias

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