La propaganda oficial sobre tiempos mejores para la economía del país no cesa. Se insiste que las denominadas reformas estructurales aprobadas el año pasado permitirán un crecimiento notable de la actividad económica. Con la Reforma Energética se crearán empleos formales, habrá importantes inversiones e incluso se sostiene que bajará el precio de la electricidad y del gas para uso doméstico. Con la Reforma Financiera aumentará el crédito a la producción y a las familias y se otorgará en mejores condiciones. Son declaraciones, publicidad en múltiples medios de comunicación, sin mayor sustancia que las propias palabras. Los hechos hasta el momento son otros.

La más reciente publicación del Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE) elaborado por Inegi, reporta que al mes de noviembre de 2013 la variación con relación al mismo mes del año anterior es de 0%; es decir, no se reporta crecimiento. Por actividades económicas, las primarias descienden en 3.8%, mientras las secundarias se reducen en 1.4%. El aumento sólo se registra en las actividades terciarias, con 1%. La economía tiene años funcionando sin un impulso interno relevante. En las manufacturas domina la fabricación para la exportación, con un alto contenido importado. Segmentos crecientes del mercado interno se cubren con mercancías importadas, lo mismo en materia de maquinaria y equipo, que en bienes de consumo duradero. La importación de alimentos tampoco deja de crecer. Por ello no sorprende la debilidad en el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) y la enorme distancia que existe para lograr incrementos anuales sostenidos superiores al 5%.

Las declaraciones sobre los efectos de la Reforma Energética no modificarán necesariamente el comportamiento de la economía. Se afirma como objetivo de los cambios constitucionales y legales incrementar la extracción de petróleo para su exportación. Se sostiene la urgencia de hacerlo, dado que Estados Unidos esta transitando, en un plazo relativamente breve de años, hacia la autosuficiencia en la materia. Por el contrario no hay planes para ampliar notablemente la capacidad industrial en materia de gasolinas, por destacar un producto que se importa en cantidades considerables. Pero además, en tanto las empresas que inviertan en la extracción de petróleo sean extranjeras, los equipos y maquinaria que utilicen vendrán del exterior, de su red de proveedores en el extranjero. Aún más, una parte de los pagos por contratación de personal también tendrán un destino en el extranjero, en tanto procedan del exterior funcionarios, técnicos y otros segmentos del personal que laborará en esas actividades. Dicho en otras palabras: los impactos macroeconómicos mayores se darán en otros países. En México, no se logrará una ampliación de la capacidad industrial y se consumirá aceleradamente un bien no renovable como el petróleo que además de utilizarse para generar energía, tiene un uso industrial ampliamente extendido. No es siquiera exacto que lo pertinente para el país es acelerar la extracción de los hidrocarburos para su venta al exterior sin ninguna transformación. Es algo que no se realiza en Estados Unidos, por no convenir al interés nacional y al mantenimiento de su soberanía.

En México, en años pasados, con un amplio periodo de reformas estructurales ejecutadas, la firma y operación de varios tratados comerciales y la eliminación de casi todas las restricciones para el ingreso y salida de capitales en todas las formas, no se impulsa un crecimiento sostenido de la economía.

En los años 2006 a 2013 apenas aumento en promedio en 0.5%, cifra mucho menor al incremento alcanzado en el periodo 1994-2000. La tendencia al estancamiento es la característica más destacada en el funcionamiento de la economía del país. Por supuesto es un logro sobre el que no resulta pertinente realizar propaganda alguna.

* Departamento de Economía Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa

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