La herencia de pobreza acumulada durante la administración anterior constituye el principal desafío social que debe atenderse: 53.3 millones según la medición oficial, 61.4 millones cuando se observa por el lado de los ingresos: uno de cada 4 pobres cuantificados mediante esta última forma se gestó en el gobierno de Calderón.

Probablemente el mayor reto es intentar solventar el problema utilizando esquemas que ya han probado su ineficacia. Actuar por inercia representa una de las losas más grandes para atender las restricciones sociales y de falta de crecimiento económico.

En términos sociales, durante el primer año de gobierno la inercia ya ha cobrado una factura onerosa. Las correcciones a la baja del PIB mexicano que de manera sistemática han venido realizando las instituciones financieras, el gobierno y la mayor parte de los analistas son la mejor muestra de cómo el bajo dinamismo productivo nos lleva a la realidad, y como esta limita la capacidad de generar nuevos empleos formales. La cuestión aquí es que cada punto porcentual de menor crecimiento representa la continuidad en la cancelación de oportunidades para la población más pobre, así como una amenaza de precarización para una clase media golpeada: en el periodo 2010-2012 sufrió una nueva caída de sus ingresos. La economía mexicana debe mantener aumentos de su PIB a tasas de 6% para resarcir sus desequilibrios de manera adecuada, además de mejorar su esquema de distribución de la riqueza.

La inercia no ayuda cuando la tendencia es hacia la precarización. El aumento de la pobreza, de la desocupación y de la informalidad debieron ser señales para elaborar un programa económico que además atendiera al hecho de que la desaceleración industrial en las manufacturas de Estados Unidos terminaría por afectar a México. Para el 2013 la nueva administración optó por la implementación de un presupuesto inercial, conservando la estructura que heredó, pero la cual había generado un fuerte deterioro en el ingreso de los mexicanos, y con ello en su bienestar. El costo ya es palpable, una marcada disminución en las expectativas positivas de la economía para el presente año: crecer 3.5% era insuficiente, pero hacerlo a una tasa menor exacerbará el legado de pobreza que se generó en el sexenio previo.

Si bien se reconoce que la mayor causa de la pobreza se encuentra en la precarización del mercado laboral, es decir de las remuneraciones y prestaciones para los trabajadores, también es cierto que algunos análisis intentan presentar a los programas de atención a la pobreza como un mecanismo efectivo de combate a la misma. La cuestión es que esto último solo es parcialmente cierto. Evidentemente que las familias pobres tienen un beneficio de las transferencias y ayudas que les llegan a través de los esquemas de ayuda oficial, y aun de la filantropía y solidaridad privada, sin embargo ello solo genera un esquema atención asistencial de la pobreza, no la soluciona.

Los programas inerciales de atención a la pobreza carecen de eficacia en la solución del problema de pobreza, no tienen el perfil de desarrollo social productivo. Es necesaria una nueva visión de Estado en la lucha contra la pobreza, así como la generación de estrategias distintas. Sin la creación de micronegocios, pequeñas empresas y cooperativas de mayor valor agregado, integradas a las cadenas productivas y a la atención del mercado interno no se podrán construir verdaderas zonas de desarrollo económico y social que erradiquen la pobreza. La política social debe estar integrada con la económica-

El combate de la marginación debe darse bajo nuevos modelos, la pobreza por ingresos no puede ser eliminada con política social, estar bajo la inercia del Sexenio de la Pobreza sólo conducirá a malos resultados.

*Dir. del Centro de Investigación en Economía y Negocios del Tec de Monterrey

Google News

TEMAS RELACIONADOS