Los aniversarios existen para celebrar un número exacto de años desde que se produjo un acontecimiento importante. Hoy hablaremos sobre dos personajes cuyo destino estaba marcado pasar a la historia. Ambos presidentes de México, uno de ellos con la responsabilidad y el orgullo de hacer un monumento que conmemorara los 100 años de la Independencia; el otro con el poder y la dicha de poder celebrar nuestros 200 años como un país libre y soberano. Ya entrados en contexto, entendemos lo que significa tener una oportunidad como esta, tienes la posibilidad de pasar a la historia como un gran visionario, un magnífico planificador, un organizador brillante, un gran idealista. Si elijes no brillar con todos los reflectores encima, con todo el poder que tienes, con la tecnología que puedes conseguir y el presupuesto a disposición, ¿quién eres entonces? Un ente de carente de visión y espíritu que, por su ambición y falta de estatura, el destino se encargará de cobrarle y hacerlo pasar a la historia como un miserable.

Voy a comenzar platicándoles sobre el más emblemático de nuestros monumentos: La Columna o Monumento a la Independencia, mejor conocido como el Ángel. Nuestro Ángel fue creado para celebrar los 100 años de un México independiente y aunque la literatura dice que el autor intelectual fue Porfirio Díaz, lo cierto es que la idea venía desde mucho antes. Agustín de Iturbide consideró erigir un monumento para conmemorar la Independencia de nuestro país, pero la inestabilidad y cambios de gobierno impidieron realizar el anhelado monumento. Antonio López de Santa Anna lanzó una convocatoria nacional en 1843 para diseñarlo. Pero el monumento no se llevó a cabo, ya que al general se le ocurrió que era mejor idea utilizar el presupuesto para erigir una estatua de sí mismo, en 1844 una revuelta terminó por destruirla. Años más tarde, Porfirio Díaz en 1886 ordenó retomar la construcción para que el monumento estuviera listo en el centenario del inicio de nuestra Independencia. Los encargados de la obra fueron el arquitecto Antonio Rivas y el escultor Enrique Alciati quienes en 1902 colocaron la primera piedra y todo iba bien, hasta que en 1906 y con 25 metros de altura ya construidos, se dieron cuenta que la columna se hundía de un lado, “Es casi imperceptible señor” le dijeron al entones presidente que ordenó destruir tal adefesio. La obra se construyó nuevamente quedando lista en tiempo y forma, meses antes de su presentación oficial. Es así que el 16 de septiembre de 1910 el Monumento a la Independencia es inaugurado por Porfirio Díaz. El costo de la obra fue de 2 millones 150 mil pesos “caballito”.

Bien, ahora demos un salto en el tiempo, al año 2009 en donde el ya presidente Felipe Calderón se “percata” que en su sexenio se conmemora el Bicentenario de nuestra Independencia, pareciera ser que el señor expresidente es de aquellos que olvidan los aniversarios. Así pues, el 29 de enero de ese año, abre la convocatoria para que los mejores arquitectos del país participen con propuestas para dar origen a tan importante edificación. El ganador, el arquitecto César Pérez Becerril.

Bien, continúo. Hace unos días en publicaciones periodísticas salió un artículo titulado “A 10 años de la Estela de Luz, tribunal ordena a encargados de la obra, devolver 400 mdp”. Antes de hablar sobre el texto es importante recordar los materiales que conforman dicha Estela: “La estela se estructura con acero, al cual se articulan placas de cuarzo, material incoloro, neutro, referente de respeto hacia cualquier color; además cristaliza de manera romboédrica lo cual permite ser translúcido y al mismo tiempo reflejar parte de la luz”, así lo describió Pérez Becerril. También hay que hablar sobre los tiempos imperfectos del curioso monumento, (en mi tierra cuando llamas a algo o a alguien curioso, es sinónimo de feo). Cuando se hizo el presupuesto, se dijo que la estructura ocuparía aproximadamente 33000m2, al final solo fueron 8,138m2. Cuando la obra ya iba a la mitad se dieron cuenta que el acero que usaban no era el acero que habían pedido originalmente. Con 230 millones de pesos ya gastados hasta ese momento, se toma la decisión de demoler y construir nuevamente el monumento, pero con “el material correcto”.

La Estela de Luz se inauguró 15 meses después del Bicentenario, el 7 de enero de 2012, (por eso nadie la relaciona con el Bicentenario). Con un costo total de mil 304 millones de pesos 917.7 mil pesos; Pérez Becerril no fue invitado. Como dato curioso, el valor comercial del Ángel de la Independencia sería aproximadamente de 675 mdp.

Retomando el texto, confirmamos lo que todos los mexicanos suponíamos: Lo verdaderamente monumental de la Estela fue el lavado de dinero y el cinismo con el que lo llevaron a cabo. En una auditoría realizada en el 2019 a Andrés León Reguera y Alberto Bravo Hernández, quienes trabajaban para la paraestatal III Servicios, que fue la encargada de contratar a las empresas privadas que ejecutaron la obra (Gusta y PDI), se descubrió que no solo no cambiaron el tipo de acero contratado originalmente (S-32101) sino tampoco el diámetro. Al 28 de abril del 2010 las características del acero eran las mismas del contrato original. Así lo expresó la magistrada Norma Urby. En Resumen: compraron el mismo acero dos veces. DOS VECES.

Hay un camino sinuoso de migas para perseguir la estela de corrupción detrás de esta tragicomedia, empezando por las constructoras que no eran desconocidas para el expresidente Calderón, más bien todo lo contrario. Les cuento un poco sobre la primera fichita, la constructora Gutsa Infraestructura S.A. de C.V. la cual se conoce por tener un trato privilegiado por el gobierno de Carlos Salinas de Gortari y que obtuvo millonarios contratos en las administraciones de Ernesto Zedillo y Vicente Fox. Ahora, Gutsa forma parte de la lista de empresas que fueron rescatadas mediante el Fobaproa y está acusada por un particular de apoderarse “ilegalmente” del World Trade Center. Así mismo, se vio involucrada en las obras de desastrosos proyectos foxistas como la biblioteca José Vasconcelos y la segunda terminal del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. A estas alturas ¿qué más da una rayita más al tigre?

La segunda PDI, cuyo capital, se asegura en medios informativos, provienen de Alfonso Romo Garza, quien fue promotor político de la coalición Juntos Haremos Historia y actualmente es el jefe de la Oficina de la Presidencia de la República. Es interesante que AMLO tenga dentro de sus allegados a alguien partícipe de lo que él llamó “El monumento a la corrupción”.

La Estela de luz es un lugar de tablaroca, lleno de colores, como si fuera un antro de bajo nivel, en el que si tienes el suficiente poder y dinero puedes proyectar mensajes tales como: “Te amo Lupe” o “I love tlacoyos”. Dice con tristeza Pérez Becerril.

La Estela de luz no brilla, no enorgullece, no conecta, pasa desapercibida, pero hoy, por el derroche millonario y por las transas que la construyen, pasa a la historia como el monumento a lo miserable, maltrecho, lamentable, ruin y hasta perverso; adjetivos que no nos representan como mexicanos, bueno, habrá algunos que sí se identifiquen, sabemos quiénes y por su pobreza de espíritu, entendemos por qué.

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