La calle, iluminada con faroles multicolores, es el escenario perfecto para una tradicional posada. La letanía, los villancicos, la piñata, así como los aguinaldos, el ponche y el café, no pueden faltar en esta fiesta que mantiene vivas las tradiciones queretanas y mexicanas.

La calle 16 de Septiembre es cerrada a la circulación vehicular. Un automóvil blanco cierra el paso al tránsito, pues al menos un centenar de personas piden posada en el número 51, una casa amplia, con un patio espacioso, en donde otro grupo, los posaderos, niegan asilo a los peregrinos que piden una noche para la “reina del Cielo”.

Un grupo de músicos, guitarras en mano, toca en la calle la letanía. Los acompañan los peregrinos, conformados por niños, mujeres, hombres y adultos mayores, quienes esperan en la calle que les abran.

“Entren santos peregrinos, peregrinos. Reciban este rincón”, se escucha desde adentro de la casa, mientras se abre la puerta de la vivienda.

Los peregrinos pasan alegremente. Algunos se quedan afuera, pero son invitados a ingresar.

Los músicos ahora interpretan villancicos, como El burrito sabanero, incluso algunos niños lo bailan, los más alegres en la posada. Los adultos observan con alegría a los menores, que se divierten con la celebración.

El párroco de Santiago, Mauricio Ruiz Reséndiz, explica que él, en coordinación con los laicos, así como con el Consejo de Pastoral, se dieron a la tarea de promover y afianzar la tradición de las posadas.

“Atendiendo el llamado de santidad, el papa Francisco, de ser una iglesia de salida, algunas [posadas] están organizadas en la sede parroquial, otras en las calles. Pero, cabe mencionar, que a esta parroquia la forman también la Santa Cruz, La Merced y la Congregación, y cada una de ellas también tiene la motivación de organizar las posadas en su entorno”, apunta.

Mientras se hacen los preparativos para la piñata que se va a romper, de algunas casas de la calle salen los habitantes con mesas y ollas con café y ponche, para servir a los asistentes una bebida caliente, que agradecen, pues la noche es fría.

Ruiz Reséndiz dice que están organizados por calles, pues la idea es que todas las familias de la zona tengan una participación.

Añade que antes del evento se les invita a Eucaristía, para luego caminar hacia la casa donde se pedirá posada, siempre rezando en rosario.

Se llega a la vivienda a donde se pedirá posada y se cumple con la tradición. Posteriormente, los vecinos que así lo desean ofrecen algo de comer o beber, además de los aguinaldos.

Señala que a cada posada asisten alrededor de 100 personas, pero conforme avanzan los eventos llegan más familias. Como la que se hizo ayer miércoles, en donde el grupo de teatro Cómicos de la Legua presentó su pastorela en el atrio parroquial.

“Esperamos que a través de estos eventos culturales, como conciertos de villancicos, estuvo con nosotros un cuarteto que nos dio un concierto de Navidad, y la idea es que nos vayamos integrando más”, abunda.

El “dale, dale, dale, no pierdas el tino” se comienza a escuchar, mientras todos los niños, desde el más chico hasta el más grande, pasan a “aporrear” la piñata, que tiene forma de estrella, como marca la tradición.

Los más chicos participan sin los ojos vendados, mientras que los más grandes con los ojos cubiertos y luego de tres vueltas, “para marearlos”. Algunos atinan a la piñata, hecha de cartón y no de barro como antaño, por aquello de las caídas en la cabeza del menor que la rompía y que muchas veces tenía que pagar las consecuencias.

La estrella no tarda en ceder ante los golpes y caen al suelo dulces que presurosos los niños corren a levantar, con la alegría de la niñez y la emoción de recibir un regalo extra.

El encargado de la parroquia de Santiago precisa que estas fiestas, eventos y tradiciones son vitales para mantener los lazos del tejido social y crear comunidad entre los habitantes.

“De hecho, una de las grandes contribuciones que la iglesia ha tenido, tiene y tendrá, es esa convocatoria para promover eventos de civilidad, de fraternidad, para favorecer la cohesión social, para conocer y afianzar las tradiciones humanas y cristianas que le dan una identidad a nuestra cultura”, subraya el párroco.

Luego de la piñata, niños y adultos se forman para recibir sus aguinaldos. Las bolsitas llenas de dulces cambian de mano rápidamente.

En la mesa que se instala en la calle, otro grupo de mujeres y religiosas reparten las bebidas calientes, que son tomadas con avidez, pues el viento frío es cada vez más fuerte.

Ruiz Reséndiz añade que la mejor manera de preservar las tradiciones en los niños es que las vivas, que las adopten en compañía de sus padres, abuelos y la comunidad.

“Es en la vivencia, en la praxis, en la calle, en la tradición. Acompañar la formación de las futuras generaciones. Hay que salir de la sala. Hay que salir del Ipad, hay que salir de la tecnología un rato, hay que olerlo, hay que sentirlo, y esto se ve en la calle”, dice.

“Los papás que traigan a sus hijos y que les den la oportunidad de tener esta experiencia, seguramente ellos estarán en condiciones de poder transmitirle a sus hijos, a las futuras generaciones lo que nosotros recibimos con mucho gusto”, puntualiza Mauricio Ruiz Reséndiz.

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