La historia del abuso sufrido por Sasha Sokol, ha consternado a quienes crecimos cantando con Timbiriche.
Las declaraciones de Luis de Llano, presumiendo su "relación" con ella a los 14 años como algo "normal", nos muestra  la naturalización del abuso que miles de niñas sufren a manos de hombres adultos. El caso de Edgar Oceransky, quien de manera pública expresó su preferencia por salir con mujeres menores de edad aun sabiendo que es un delito, es sólo otro ejemplo de ello.

En el cine la romantización de estas relaciones ha sido un tema común, las películas Taxi Driver y Pretty Baby son un ejemplo. En la literatura, textos como “Lolita” (1955) de Vladimir Nabokov, pretenden convencernos de que las relaciones sexuales de niñas con hombres que les doblan o triplican la edad son “aceptables” si ellas están de acuerdo y participan de manera “voluntaria”, eximiendo así al agresor de toda responsabilidad.

En la música también se ha romantizado el abuso de niñas y jóvenes. No olvidemos la controversia que hace poco causó la canción “17 Años” del grupo Los Ángeles Azules, o “Piensa en Mi” de Agustín Lara y la “ …párvula boca que siendo tan niña” enseña a un adulto a besar, pasando así la culpa de la seducción a una menor.

Tampoco podemos dejar de mencionar declaraciones como las del cardenal Norberto Ribera Carrera quien en 2021 dijo que la pederastia también es culpa de las niñas porque “tientan a sus mayores”.

En el caso de Sasha, igual que en otros, hablamos de niñas frente a hombres mucho mayores que ellas, que además gozan de poder sobre las jóvenes.  Eso hace aún más grave la situación de abuso que sufren ya que, como figuras de autoridad, ellas se encuentran en una situación de subordinación y, en lugar de cuidado y protección, se convierten en víctimas.

Las mujeres que sufrieron abuso sexual cuando niñas no denuncian de inmediato no porque quieran. No denuncian porque no pueden. Las razones son muchas: la edad que tenían cuando ocurrió el abuso, el periodo de tiempo que este duró, la asimetría de poder frente a su agresor, la falta de redes de apoyo, la normalización del hecho, el miedo, la vergüenza y la revictimización.

Denunciar es aún más difícil cuando se trata de hombres cobijados por el poder y por un sistema penal que desestima los testimonios de las víctimas. Así ocurrió en los casos de Andrés Roemer, acusado de violación y hoy prófugo de la justicia, y del escritor Pedro Salmerón, propuesto como embajador en Panamá a pesar de las acusaciones en su contra por acoso sexual y que el Presidente de México desestimó como un “linchamiento” conservador.

Las víctimas merecen todo nuestro apoyo, pero sobre todo merecen justicia y, pareciera que, en un país donde la justicia no llega, la única manera de combatir y erradicar el abuso de niñas y adolescentes es sumándonos a las denuncias públicas contra sus agresores.

Nunca olvidemos, las relaciones sexuales con niñas no son amor, son pederastia.

Titular de Aliadas Incidencia 
Estratégica e integrante de la 
Red Nacional de Alertistas. 

Twitter: @mcruzocampo 
FB: maricruz.ocampo

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