¿Las franquicias de impulso son una buena apuesta para invertir? Churros, donas, waffles, crepas, boneless, papas, bebidas dulces y aromatizadas, son una oferta “explosiva” a la que pocos consumidores pueden resistirse, también los emprendedores que buscan un negocio propio.

Y es que la creatividad de marcas en combinaciones de sabores, ingredientes y presentaciones, que decir en su marketing de sucursales por demás atractivas en islas comerciales y a pie de calle, accesibles en sus modelos de negocios, las colocan a muchas de ellas en la preferencia de un inversionista, sobre todo primerizo.

Olvida que la moda del producto que movió a ese impulso de un comprador pierde efectividad al paso del tiempo y más cuando la estacionalidad, que no adaptabilidad en una temporada del año, les alcanzó. Algo pasa en la espiral de este nicho comercial que luego de su desarrollo inicial viene la debacle, el incumplimiento, la ambición, el cierre.

Una historia lamentable.

Conocí a esta franquicia de churros, en su propia cuna, la Ciudad de Morelia. Una familia ideó personajes, colores, personalizó a sus churros con toppings que logró tras la alianza de firmas líderes en el mercado. Esta franquicia captó tal interés de inversionistas que sorprendía el lleno de su stand en ediciones de la Feria Internacional de Franquicias que antecedieron al Covid. Luego, la historia cambio.

El golpe sanitario y económico alcanzó una expansión que no tuvo orden y sí, ambición desmedida de su creador. Se dieron unidades en plazas comerciales que nunca lograron su apertura. Vinieron los reclamos y las denuncias de emprendedores que creyeron en la franquicia.

Según el máximo directivo de esta franquicia de churros, logró una red que superó las 99 sucursales en un periodo menor al año y medio. ¡Imagínese usted! Admitió su inexperiencia y perdió así 80% de estas unidades, que bueno, al final, el desplome lo pagó también un inversionista sorprendido, defraudado.

Si es en Puebla o si es en Querétaro, las islas de esta franquicia lucen abandonadas, en líos legales. En el colmo, su directivo quiere continuar en otro país la presencia de su marca de churros, pero admite “de distinta forma”.

Digamos que no se aprende la lección y al cierre de marzo y principios de abril, comenzó una campaña publicitaria invasiva en redes sociales para ofertar su nuevo esquema: desde el hogar, freír y vender churros. Coloca su concepto por menos de 50 mil pesos. Admite que su reinvención es a partir de sus fracasos. Asegura que con su marca se transforman ideas y tecnologías para “ofrecerte experiencias aún más increíbles”. Con el arribo de la primavera, anunció entonces que “Máschurro” está de regreso y claro, presumiendo en su publicación que es socio activo de la Asociación Mexicana de Franquicias y así, el aval que termine por convencer.

Este franquiciante es quien también presume ser el fundador de la llamada Asociación Michoacana de Franquicias (Amfra), que en su listado de miembros apenas convoca a media docena de marcas, entre ellas, claro, la propia. Con siete objetivos, asegura que buscará promover el profesionalismo de la central franquiciante y claro, “asesorar a inversionistas a encontrar una franquicia de acuerdo con su perfil”. Ver para creer, lamentable.

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