Mesas con comensales, cantinas con parroquianos, iglesias con feligreses. Poco a poco la vida nocturna de Querétaro, con sus restricciones, regresa. Aunque plazas y jardines, con el Guerrero, el Zenea y Plaza de Armas restringen el acceso a sus espacios, los queretanos salen en las noches a pasear por las calles coloniales, buscando los restos de una normalidad que parece lejana. Sin embargo, entre los prestadores de servicios hay un temor que tiene nombre: Escenario C.

Un signo inequívoco de que en el centro hay mucha gente son los automóviles estacionados en las calles. No hay lugares más que en los estacionamientos ubicados en el primer cuadro de la capital. “Cerramos a las nueve y media, muchachos”, dice la encargada de uno de estos lugares a quienes ingresan. Todos los negocios, por disposiciones, deben cerrar a las 22:00 horas. Más allá de esa hora serán sancionados. Algo que nadie quiere, pues ya han sido muchos meses de cierre, de cortinas abajo, de crisis económica.

Los restaurantes limitan el acceso a los comensales. Mantienen la sana distancia. En pocas mesas hay más de dos clientes. Pero los hay, y eso es suficiente para mantiener la esperanza en los dueños y empleados de los locales.

Las tiendas de ropa, las zapaterías, y otros giros no esenciales también reciben a los clientes. No es la misma cantidad de personas en las calles que se veían en febrero de 2020, antes del confinamiento y la llegada del Covid-19 a suelo queretano, pero es algo, es alentador.

Afuera de los comercios la gente espera a sus acompañantes. Sólo puede ingresar una persona por familia a comprar.

Se respeta la normatividad. Entra un cliente, previa medición de la temperatura y lavarse las manos con gel antibacterial.

No faltan quienes también salen con sus perros, los cuales también han sufrido el confinamiento.

Las familias caminan por las calles, aunque al momento de entrar a los comercios, tengan que esperar al “elegido” que entrará para hacer las compras.

Los templos católicos también reciben a sus feligreses. San Francisco, La Congregación, el Sagrado Corazón, entre otras, están abiertas y al interior se ofician misas. En algunos casos sólo hay una decena de fieles, que se acercan a las ceremonias religiosas, quizá para pedir por el fin de la pandemia o el descanso eterno de quienes han muerto por la enfermedad causada por el virus SARS-CoV-2.

Afuera de San Francisco una decena de artesanas indígenas ofrecen sus mercancías a los locales y turistas (en menor número) que se dan cita en las calles queretanas.

Los prestadores de servicios turísticos ofrecen los tours de leyendas, de los más buscados por los visitantes. Hay interesados, aunque no son muchos, dice un actor que personifica a Miguel Hidalgo y Costilla, el Padre de la Patria.

“Está más o menos. No hay mucha gente”, dice mientras los guías toman la temperatura a quienes se integran al recorrido.

A unos metros, una actriz representa a La Carambada. También espera turistas que quieran escuchar las leyendas que tienen como escenario las añejas calles de la capital del estado.

El andador 5 de Mayo mantiene sus negocios abiertos, en espera de los clientes que caminan por el lugar y observan los productos que ofrecen. Muchos sólo salen a estirar las piernas y salir por unos minutos de casa, en la cual ya casi cumplirán un año, si fueron privilegiados con el “Quédate en casa” y no tuvieron que salir a trabajar a pesar del peligro de contagio de la Covid-19.

Los pasillos de Plaza de Armas están cerrados. Por las orillas se puede caminar y seguir con el recorridos. En los restaurantes ubicados en el lugar los comensales cenan mientras los músicos amenizan con sus melodías.

Sin embargo, la cantidad de personas es reducida. Las mesas no se pueden juntar y sólo pueden estar dos comensales por cada una. Además, se debe mantener un número de mesas sin ocupar, para respetar los aforos permitidos en estos lugares.

“Ya hay gente, pero no mucha. El miedo es que podamos regresar al escenario C”, dice el capitán de meseros de un restaurantes.

Adentro, los comensales degustan sus alimentos, quizá como hace mucho tiempo no lo hacían.

A un lado de ese restaurante, un grupo musical termina una canción de The Beatles. Los clientes de este otro negocio aplauden a la banda su interpretación. Aquí, también la sana distancia entre mesas es la norma. El escenario es extraño.

En otros tiempos, en los tiempos AdelC (Antes del Covid), las mesas lucían llenas, familias completas acudían a cenar, a pasear en las cálidas noches queretanas. Ahora las salidas son rápidas. “Cenas y te vas”, bromean algunos. La sobremesa, al menos por un tiempo, es un recuerdo nostálgico.

Muy cerca de ahí, en el templo de La Congregación se oficia también misa. El aforo es reducido. Un hombre cubierto con una cobija amarilla se arrodilla en la puerta del templo. Se persigna y permanece así por unos minutos. Luego, se pone de pie, se vuelve a santiguar, toma una bolsa de mandado ennegrecida y se marcha.

En el andador 16 de Septiembre la gente camina de un lado a otro. En los famosos hot dogs de La Congregación no hay clientes. Una escena inusual, pues los queretanos los aprecian y son asiduos consumidores de este producto.

Más abajo, en el mismo andador, las tiendas de ropa y artesanías permanecen abiertas, aunque sean pocos los clientes. Las ventas que se logren son buenas.

En los restaurantes los hostess invitan a pasar a los paseantes. Muestran las cartas, anuncian las especialidades de la casa, con la esperanza de que se animen a pasar y ocupar alguna de las mesas. Uno de estos trabajadores dice, al igual que el capitán de meseros del restaurante de Plaza de Armas, que su mayor temor no es el Covid-19, sino el Escenario C. “Ojalá no pase. No queremos que pase”, dice.

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