La nueva normalidad y la emergencia sanitaria por el Covid-19 obliga a que las celebraciones religiosas cambien. La festividad de la Virgen del Carmen es la primera que se realiza en los nuevos tiempos. La fe es fuerte y los feligreses acuden a la cita.

No hay misas abiertas al público. Los fieles sólo pasan unos minutos al interior del templo. Tienen que esperar bajo el rayo del sol. Con paciencia respetan su turno para ingresar al templo y orar unos segundos a la advocación mariana del Carmen.

Tratan de guardar la sana distancia. A veces se olvida por la ansiedad de entrar, por distracción se relajan las medidas.

En esta ocasión no hay puestos de comida afuera del templo, sobre la calle de Morelos. Los guajolotes, las flautas, las gorditas, los jarritos preparados, el pan y los dulces tendrán que esperar un año para volver a instalarse.

Mujeres y hombres de todas las edades llegan hasta el templo a mediodía. Las actividades comenzaron desde temprana hora con las mañanitas. Las campanas repican y un par de cohetones explotan en el cielo. Es lo único que revela que hay fiesta este 16 de julio.

Llamados por las campanas, en cuestión de unos pocos minutos la gente llega al templo, esperanzados en que habrá misa como todos los años, pero no es así. El personal de apoyo les dice que las misas son a puerta cerrada, que sólo pueden pasar por unos momentos al interior y rezar unas oraciones bajo el manto de la imagen de la Virgen del Monte Carmelo.

A puerta cerrada

Luis Ramírez, coordinador de los grupos del templo del Carmen, explica que las misas serán a puerta cerrada, que no habrá acceso a los fieles en general, para respetar las medidas sanitarias por la presencia del virus SARS CoV-2, causante de Covid-19.

Luis se mueve de un lado a otro en la entrada del templo. Verifica que los integrantes de su equipo, todos muy jóvenes, cumplan con sus funciones. En la puerta, una joven toma la temperatura en la frente de las personas que quieren ingresar.

Una joven le pide que le tome la temperatura en la mano, porque “siente raro” que le pongan el termómetro digital en la cabeza. La voluntaria le explica que no tiene nada de malo.

Otro joven recorre cada cierto tiempo la fila, pidiendo a la gente que guarde la sana distancia “porque si no nos cierran el templo”. Las personas acceden y se separan entre sí ante la amenaza, aunque no se aprecia ningún operativo montado por las autoridades para vigilar que se respeten las medidas de sanidad.

“Para entrar hay que formarse, por favor. Hay que respetar los lugares”, les dice Luis a las personas que intentan acceder al interior del templo.

Explica que todos entrarán, pero que será en grupos de 10 personas. “Se les toma la temperatura con un medidor infrarrojo, que no afecta [a la salud]. Luego se les invita a pasar por el tapete sanitizante, se ponen gel en las manos y de ahí se les distribuye, o a la venta de escapularios o a pasar directamente por debajo del manto de la virgen, donde solamente tienen un minuto para pasar por debajo.

“En cada uno de los puestos hay gente que los está coordinando y no los dejamos, lamentablemente, por las medidas estar más tiempo. Tampoco los dejamos que toquen las imágenes y tenemos marcas [en el suelo] para que mantengan su sana distancia. No se permite la entrada a mujeres embarazadas, niños pequeños, ni tampoco gente enferma de gripa”, precisa.

Comenta que al templo no entran más de 30 personas. No pueden entrar más para evitar las aglomeraciones.

Apunta que fue complicado organizar la logistica para este día. Son 16 grupos, y cada hora llega un grupo diferente para asistir a los feligreses. Los grupos pueden variar de ocho a 80 personas.

Visita exprés

Ya en el interior, la temperatura fresca da un respiro a la feligresía que espero al menos 10 minutos para ingresar a la iglesia. Algunas mujeres se detienen frente al puesto de escapularios. Este artículo religioso, dice la historia, fue entregado por la misma Virgen del Carmen a San Simón Stock el 16 de julio de 1251.

Los devotos apenas están unos minutos al interior. Pasan lentamente por debajo del manto de la virgen, que fue bajada del altar, para hacer una especie de arco con su manto, bajo el cual reza la feligresía por unos segundo. Un hombre se persigna mientras se arrodilla. Musita algo que quizá muchos de los fieles fueron a pedir a la Patrona del Mar: Que esta pandemia pare.

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