Nadia Bárcenas es una mujer que afronta las dificultades económicas derivadas de la pandemia con los bajos ingresos que obtiene por elaboración y venta de pan. Junto con su esposo, Luis Espinoza Valadez, abrió un negocio en el pueblo de Juriquilla, en donde también preparan pasteles, esto luego de que él sufriera un accidente vial que lo dejara en una silla de ruedas y con otras secuelas en su salud.

La emergencia sanitaria por el Covid-19 vino a trastocar su negocio y sus vidas, pues dedicados principalmente a los eventos sociales, vieron sus ingresos disminuir, además de que el medicamento para Luis escasea en el sistema de salud.

Nadia se apresura. Tiene que entregar un pedido que le hicieron; “es para la una”, dice la mujer que se muestra entusiasmada por el regreso a las actividades. El dinero no sobra para esta pareja.

La mujer, de 39 años de edad, explica que Luis, su marido de 42 años, sufrió un accidente de tránsito hace siete años. Apunta que en la pasada administración municipal los ayudaron con el horno.

“Esto es con lo que nos sostenemos. Lo que pasa es que él (su esposo) necesita mucho medicamento porque tiene colostomía, tiene sonda para orinar, necesita bolsa, necesita bolsa para la colostomía. Es diabético y necesita insulina”.

“Estamos (afiliados) al Seguro Popular, pero ahora con esto (la pandemia) en el Seguro Popular no hay medicamento. Tenemos que comprarlo”, indica.

Dice que trabajan para poder comprar los medicamentos y mantenerse. Recientemente Luis padeció neumonía.

Narra que hace siete años su esposo tuvo el accidente de tránsito. Como consecuencia, el hombre sufrió lesiones en la columna vertebral que le impidieron la movilidad en las piernas. De la pastelería “sale” para cubrir los gastos del medicamento pagar sus gastos.

“Ahorita las ventas están por los suelos. No nos hemos podido establecer y él diario necesita medicamento. Su alimentación es igual, como es diabético, debe de ser especial. Con la delegada de Santa Rosa habíamos visto lo de la despensa, pero ahorita no nos ha llegado nada”, indica.

Nadia se encuentra sola en el local. La puerta de dos hojas es de madera. A un lado hay un árbol. La fachada es pintoresca e incluso parece de un estilo antiguo, con el encanto de las casas de hace 100 años.

Al interior del negocio está el horno. En una de las dos mesas de trabajo están los ingredientes para un pastel. Ella los mezcla mientras explica que la mesa menos alta es para su esposo. “Hoy no vino. Se sentía mal”, dice la mujer.

También hace empanadas. Las ventas son intermitentes, indica. En la mañana vende un poco, en la tarde otro poco. Comenta que, durante la cuarentena, cuando el aislamiento social era más estricto, abría dos veces a la semana, porque en sus trabajos descansaron a la gente. Antes abrían de mediodía a las 18 horas.

“Nosotros nos dedicamos principalmente a los postres, a los pasteles. Vendíamos bien, salía ganancia, menos lo que invierte uno, pero ahorita no vendemos. Las ventas cayeron abajo de la mitad”, dice.

Añade que sacó un préstamo para poder solventar los gastos. Al no haber venta, no se puede liquidar la deuda.

Además de tener que obtener los recursos para la manutención diaria, debe de procurar los ingresos para los insumos que se necesitan para Luis, como las bolsas que para su cuerpo, así como la insulina. Ella pide muchas fuerzas a Dios.

Apunta que como son conocidos, ya tenían pedidos para fiestas en estos meses, pero todas se cancelaron por la pandemia y la crisis económica que vino con ella.

En la calle del pueblo de Juriquilla, donde está ubicada su pastelería, poca gente pasa. Muchos de los habitantes están en sus casas. Algunos, los que los conservaron, acuden a sus empleos.

A lo lejos se ven residencias con jardines amplios. Aunque el primer plano desde la ventana del negocio de Nadia es un terreno baldío, del otro lado de la calle es usado como tiradero de basura cuando el servicio de limpia no pasa.

Si para la mayoría de la gente la pandemia del Covid-19 ha sido un desastre, para Nadia y Luis ha sido devastadora. “La situación emocional tanto para él como para mí es devastadora”, comparte.

También hacen pizzas pero las ventas de éstas corren la misma suerte que otros productos. La petición de Nadia a las autoridades es que la apoyen con despensa, con medicamentos para Luis pues, cuando tienen que comprarlos, deben gastar alrededor de 7 mil pesos mensuales.

“Toma mucho medicamento. Tiene la insulina, pero también tiene que tomar sueros, y cada mes dos cambios de sus bolsas, aunque lo de la colostomía se debe de hacer diario. También lo que va a necesitar pronto es una silla de ruedas porque ya se está desgastando”, indica.

Nadia tiene fe en que esta emergencia pase pronto. Al igual que Luis, que ya quiere volver a trabajar con toda normalidad.

Se dirige a la puerta de su negocio. Tiene que entregar el pedido y luego acudir por un medicamento para Luis. No pierde tiempo, ya se perdieron cuatro meses.

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