Griselda tenía planes de comenzar una nueva vida, había rentado una nueva vivienda y estaba en el proceso de mudanza, pero su ex pareja y padre de sus dos hijos truncó ese sueño, pues presuntamente la asesinó el pasado 14 de agosto, luego de años de vivir violencia.

Andrés, hermano de Griselda, recuerda que ese día en la noche los padres del presunto asesino llegaron hasta el domicilio de su madre, a donde él también vive, diciendo que Griselda estaba muy enferma, aunque sospechan que ya sabían lo que había sucedido y el trágico deceso de la mujer de 35 años de edad.

Remedios, madre de Griselda, y Andrés platican en el patio de su vivienda. Al fondo del lugar, amplio, hay unas fotografías de Griselda, en una de ellas se aprecia su fiesta de 15 años.

Además, está acompañada por unos estandartes de peregrinos al Tepeyac. Una veladora ilumina el altar donde una lona impresa con una foto de Griselda muestra una leyenda diciendo que “su recuerdo vivirá por siempre”.

Remedios narra lo que pasó esa noche de agosto, hace poco más de un mes. Al salir de su casa, junto con su esposo, no imaginaba que encontraría sin vida a su hija, quien apenas unos días antes le prometió visitarla el próximo domingo.

Dice que cuando llegó a la vivienda, donde le aseguraban que su hija estaba grave, encontró a la ex pareja de su hija, un policía municipal, quien se encontraba en la puerta diciendo que “había valido madre”, sin que comprendiera porqué la expresión del sujeto.

“Llegamos allá y en eso iban saliendo los paramédicos y dijeron que ya había muerto, que no podían hacer ya nada por ella, que desde hacía mucho rato había perdido los signos vitales. Queríamos entrar a verla, pero no nos dejaban entrar, pero él (su esposo) logró meterse a la fuerza y la vio como a cuatro o cinco metros. Dice que su marido la quería ver para que no le contaran como estaba, pero a mí no me dejaron entrar”, narra la madre de Griselda.

Javier, yerno de Remedios, recibió una llamada del presunto asesino de Griselda, esa misma noche, donde le decía que Griselda no reaccionaba. “Ya valió madres, Gris está muerta. Yo me quedé en shock. Le dije (al presunto asesino) ¿qué le hiciste? Ya valió madres, no reacciona, ahora sí me van a llevar al penal, así me dijo”, recuerda.

No fue la única llamada que recibió Javier del sujeto, pues tenía varias llamadas perdidas y otras que no respondió al provenir de números diferentes, aunque uno de esos números era de la madre del presunto asesino.

Los hermanos de Griselda, Andrés y Esmeralda, también acudieron al lugar del crimen, para notar que no había elementos de ninguna corporación policial.

Tiempo después, elementos de las policías Municipal y Estatal llegaron al sitio. El padre del presunto asesino fue comandante de la Policía Estatal, y por eso explican la presencia de los elementos de esta corporación en el lugar.

Personal de la Fiscalía General del Estado se dispuso a esposar al sujeto, pero éste se negó, aunque al final lo subieron a una patrulla, explica Andrés, pues el personal de la fiscalía previó que al ser el sospechoso, también policía, sus compañeros lo protegieran o aconsejaran sobre qué decir, a pesar de que la primera versión que diera sobre la muerte de Griselda no coincidiera con la escena del crimen.

“En una versión dijo que (Griselda) se había caído y se había pegado y se había muerto. A muchos les platicó que habían estado tomando y que se resbaló, se cayó y se pegó”, dice Andrés, mientras que Esmeralda señala que en otra versión declaró que se había quedado dormido y cuando despertó Griselda estaba muerta.

El proceso sigue con el número de expediente CI-25408-2017. El presunto culpable fue vinculado a proceso el pasado 16 de agosto por homicidio calificado (asfixia por estrangulamiento), de acuerdo a lo previsto en el artículo 125, 126, 131, fracciones III, IV y V, en relación al artículo 14 fracción I del Código Penal del estado de Querétaro.

Griselda y el padre de sus hijos ya tenían alrededor de un mes viviendo separados, esto se debió a una agresión física que ella recibió por parte de su pareja.

Sus hermanos recuerdan que tardó un mes en visitar a su madre porque tenía golpes, además de que esa última ocasión, dice Andrés, Griselda le platicó a su cuñada, —esposa de Andrés— que esa vez la dejó inconsciente, debido a la golpiza que recibió.

Griselda era discreta con esos conflictos, pues no contaba el infierno que vivía con su pareja, sólo a unas cuantas personas le decía lo que pasaba, y estas terceras personas le decían a sus hermanos y a sus padres; sin embargo, Griselda nunca pidió ayuda.

Remedios recuerda que su hija les decía que no quería mortificarlos, que no se preocuparan.

“Quería demostrarnos que podía vivir sola y valerse por sí misma, pero él (el presunto asesino) de eso se aprovechó, de que nosotros no sabíamos nada y a cada rato la golpeaba”, explica, afligida.

Durante 14 años de casados, Griselda tuvo que soportar la violencia por parte del padre de sus hijos.

Incluso, hubo al menos dos órdenes de restricción, la última del 9 de enero de 2017, para que el sujeto no se acercara a Griselda; esto sumado a seis denuncias de violencia, dice la activista Maricruz Ocampo, quien brinda apoyo a la familia de la mujer.

La activista precisa que incluso Griselda, de acuerdo a lo que le ha dicho la familia, sus últimos días vivía medicada, debido a daños internos en su cuerpo por las continuas golpizas que el presunto asesino le propinaba con frecuencia.

“Yo no me imaginaba nada de esto. Se imagina cuánto tiempo mi hija estuvo sufriendo, golpe tras golpe. Todavía no les sanaban unos cuando ya llevaba más. No me imagino porqué aguantó tanto y porqué nos ocultaba tantas cosas”, asevera Remedios.

Andrés agrega que la pareja de Griselda siempre la convencía de que regresara con él, sospechan que con amenazas, además de que siempre le decía que si lo dejaba “le haría la vida imposible, que no dejaría vivir en paz”.

Griselda dejó a dos menores en la orfandad, una niña de 13 y un niño de ocho años, quienes son las otras víctimas de la violencia familiar. Remedios dice que su nieta le platicó que en alguna ocasión vio como su padre trató de estrangular a su madre, pero que alcanzó a correr para ponerse a salvo.

Andrés, con voz entrecortada y ojos humedecidos, muestra unas fotos que tomó de la casa donde su hermana Griselda comenzaría una nueva vida. En el piso hay bolsas de ropa, no hay muebles, sólo la ropa, que queda como testigo de la esperanza de una mujer por liberarse de la violencia familiar.

“Así iba a empezar a vivir con ellos (sus hijos). Lo que me da más coraje es que nunca me dijo nada. Siempre lo quiso ocultar. Sabíamos que estaba aparte, pero no sabíamos cómo estaba, por lo mismo que no nos quería preocupar”, precisa Andrés.

Esmeralda asegura que días antes de su deceso, Gris le dijo que había abierto una cuenta en una institución y que era para sus hijos, “por si le pasaba algo”. En tanto, Remedios y su esposo, además de superar el duelo por su hija, tendrán que luchar por la patria potestad de sus nietos, pues a la fecha los tienen de manera provisional.

La noche cae. Una veladora ilumina de manera tenue las fotos de Griselda, recordada como una mujer alegre. A su familia le quedan más preguntas que respuestas. Se preguntan por qué murió Griselda, por qué no pidió ayuda, por qué no sigue viva.

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