Del total de casos de violencia intrafamiliar que atiende la Procuraduría de la Defensa del Menor y la Familia en San Juan del Río, a cargo del DIF Municipal, 54% es ocasionado por la adicción al alcohol.

La titular de la Procuraduría, Belinda Avendaño Granados, explicó que la violencia familiar puede estar basada en violencia física, sicoemocional, económica y sexual.

Agregó que le siguen con 12% los abusos deshonestos (tocamientos), omisión de cuidados y violación; mientras que el bullying y la exposición de menores representa 5%. Incluso, el delito de lesiones dolosas en donde está involucrado el alcohol se ha incrementado 2%, de acuerdo con datos de la Procuraduría de Justicia del Estado.

En este rubro sobresalen los pleitos entre vecinos como las riñas por ocupar lugares de estacionamiento, casos en donde el móvil de la agresión fue el “ver feo a una persona”, pleitos por viejas rencillas o por el tema de los celos.

Sobre el tema del alcoholismo el coordinador del Consejo Municipal de Adicciones, Jaime Fernández Correa, señaló que éste es uno de los problemas con los que más frecuentemente se encuentran, por lo que trabajan en esquemas como las pláticas, tanto en la zona urbana como en las comunidades del municipio y para ello tienen el apoyo de 10 sicólogos

Gana batalla contra adicciones

Miguel “N” llegó al Centro de Rehabilitación Casa del Río, siendo un adulto alcohólico y adicto a las drogas. Cuenta que perdió amistades, familia y trabajo. Hoy es licenciado en administración de empresas y estudia una y está cursando una maestría en derecho.

“Llegué al alberge en junio de 1997, precisamente con una adicción ya muy fuerte a las drogas, principalmente al alcohol, pero a medida que quise ir dejando de beber, me fui enrolando con gente adicta a la cocaína y estupefacientes. Esto me produjo más adicciones. En su momento, cuando quise librarme de la droga y el alcohol, me di cuenta que por más esfuerzo y voluntad que ponía, realmente no podía. Había escuchado hablar de centros de rehabilitación, pero no tenía la experiencia de cómo funcionaba”.

Miguel narró que era agresivo con su familia y explicó que cuando una persona es adicta y discriminada por quienes le rodean, “lejos de entender que uno tiene un problema, se transforma en un mecanismo de defensa, en una barrera de rechazo y de odio a la misma sociedad. Porque luego uno quiere salir adelante o retomar su vida y topas con que ya traes una etiqueta, te cierran las puertas en todos lados”.

Él, como muchos adictos al alcohol, contó que lo combinaba con otras drogas.

De acuerdo con información del Centro de Prevención y Tratamiento de la Enfermedad del Alcoholismo y la Drogadicción Casa del Río, la drogadicción ha aumentado 30% en los últimos años en esa demarcación.

El Centro Casa del Río por el momento tiene 10 personas en rehabilitación; dos menores de edad y ocho adultos, en proceso de desintoxicación.

El programa tiene una duración de 90 días y una vez que se cumple el periodo se reintegran a la familia y acuden cada semana a pláticas para continuar con su rehabilitación.

El presidente de la Casa del Río, Jesús “N”, dijo que la rehabilitación es una lucha diaria y que las personas nunca llegan a recuperarse totalmente, pero sí tienen conciencia de que tienen una enfermedad.

Esta situación ha llevado a la violencia y disfunción familiar, como Miguel, quien perdió todo, su familia, amigos y la escuela.

Afortunadamente, cuenta Miguel, “inicié mi carrera de Administración de Empresas. Yo era buen estudiante, sin embargo al término del semestre empezaba a festejar que salía bien y volvía nuevamente a tomar alcohol. Después continúe con la droga, era tan compulsivo que no me detenía”, detalló.

Seis años de su vida vivió entre las adicciones, llegó al Centro Casa del Río, donde conoció el daño que hacía a su cuerpo y su familia.

Hoy, dice con orgullo que tiene una maestría en derecho corporativo y administración de empresas y está haciendo la segunda en derecho penal.

“Salí del anexo y ahora tengo ocho años viniendo cada semana. Mi residencia actual es en el DF, por la lejanía solo venía una vez por semana”. Miguel comprendió que estar sobrio le permite disfrutar lo mejor de la vida y ahora participa activamente en el grupo y ayuda a otros adictos.

Explicó que en el proceso de rehabilitación pudo darse cuenta de que podía dejar de beber y drogarse y que esa es la base de una vida diferente.

Dijo que el programa que se maneja es ciento por ciento espiritual y va encaminado a un desarrollo y crecimiento personal. “Te dan las armas para seguir ayudando a los que han caído en esta enfermedad”.

Por su parte, el director Jesús “N” invita a los padres de familia y a la sociedad en general a que dediquen tiempo a sus hijos para que no caigan en las drogas y el alcoholismo.

La falta de atención para los niños es un factor clave.

“Los padres al ser el primer contacto con los jóvenes, se deben de dar cuenta si un hijo es adicto a una sustancia. Hay cuadros en los que una persona manifiesta que no es normal, es decir, desde la hora a la que llegan a casa, si faltan a la escuela, las calificaciones. Hay focos rojos que la familia puede detectar cuando alguien consume drogas”, dijo.

Jesús “N” explicó que el semblante es una de las señales en la que los padres pueden observar si su hijo es adicto.

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