México, DF.— Ernesto Alcocer, queretano de 20 años, nunca se imaginó que su viaje a Europa lo marcaría de por vida. Fue él quien buscó a Yolanda Delfín Ortega en medio de la tragedia ferroviaria en Santiago de Compostela y notificó de su fallecimiento a la embajada mexicana.

Durante dos días, el estudiante de Derecho en la Universidad Autónoma de Querétaro, asistió como voluntario en el trenazo de España. Ayudó a los familiares a pasar el trago amargo en el momento de enterarse de la muerte de sus seres queridos.

“Una de las escenas más fuertes que vi fue a un señor pidiendo a gritos que lo mataran, porque había perdido a toda su familia en el accidente”, relató Ernesto en entrevista telefónica para EL UNIVERSAL.

El joven, con su mochila al hombro, llegó a Francia solo, el 21 de junio, para estudiar un curso intensivo del idioma local. Al terminar, decidió conocer los alrededores.

Como no pudo rentar un automóvil ni motocicleta, consiguió una bici y comenzó a rodar sin rumbo fijo.

Unos turistas alemanes lo invitaron a sumarse a su travesía en dos ruedas hacia Santiago de Compostela. Al llegar ahí se enlistó como “hospitalero” en el Albergue Municipal Rabanal del Camino, sitio de paso para peregrinos, sin embargo el destino le tenía reservado un suceso que cambiaría su vida.

Cuando llevaba dos semanas en el albergue, se enteró en las noticias de que a 200 kilómetros de donde él se encontraba acababa de ocurrir uno de los peores accidentes ferroviarios en la historia de España.

Al ver las imágenes, primero se le erizó la piel y luego sintió la necesidad de ayudar. “Cuando escuché la noticia, sentí tristeza y ganas de llorar y, por primera vez desde que nací, sentí un verdadero llamado a hacer algo”.

Eso fue el miércoles. Un día después, llegó a la zona del accidente. Se fue directo a uno de los tanatorios improvisados. Reinaba la confusión, así que siguió avanzando, hasta que llegó a una cancha de basquetbol. Al entrar, vio una imagen que no se borraría nunca de su mente: cadáveres por doquier, restos humanos en bolsas negras y sangre en el piso. Salió de ese lugar, dice, “con la frente en alto, pero con lágrimas en el corazón”.

En busca de Yolanda

Pasado el mediodía, recibió en su celular la llamada de un amigo que le contó que un joven llamado Luis Ledesma buscaba a su novia, una mexicana que viajaba en el tren accidentado. Anotó el nombre de Yolanda Delfín y emprendió su búsqueda. Primero se enteró de que ciertamente iba en el tren y después que estaba en la lista de fallecidos. De inmediato habló con el embajador, quien le agradeció y dijo que desde ese momento la representación de México en España se haría cargo.

Al checar los registros de la venta de boletos del tren, Ernesto se percató de que estaban anotados los nombres de tres mexicanos: el de Yolanda y los de una pareja.

Poco después conoció a dicha pareja, cuyos nombres ha olvidado, pero que corrió con suerte: se les hizo tarde y no alcanzaron a abordar el tren.

Hoy, Ernesto regresará al albergue a seguir trabajando hasta los primeros días de agosto, y luego regresará a México. Sin embargo, ya jamás será el mismo. “Después de lo que viví, siento que me soy muchísimo más sensible y a la vez me dio fuerza. Veo la vida con otra perspectiva, vivo el hoy”.

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