En la familia de José Guadalupe Amezcua, todos los varones son afiladores de cuchillos en la ciudad de Querétaro.

Él se dedica desde que tienen uso de razón a darle mantenimiento a objetos punzocortantes, es decir, hace 49 años, explicó.

Los amoladores —como también se les conoce— son comerciantes ambulantes que ofrecen el servicio de darle filo a los enseres domésticos que lo necesiten como tijeras, cuchillos o navajas. Regularmente se transportan en motocicletas, bicicletas o a pie; antiguamente eran reparadores de paraguas.

Don José señala que su padre —José Amezcua— aprendió el oficio igualmente de su padre, “pero no solamente mi padre le aprendió a mi abuelo, sino mis tíos también; después mi padre formó una familia y siguió siendo afilador”; además, indica que su progenitor fue afilador en los años 50 en la ciudad de México.

Narra que él y sus cuatro hermanos son amoladores, “aunque desde pequeño mi padre no nos dejaba afilar los cuchillos. Pero toda mi infancia crecí viendo cómo lo hacían él, mis hermanos y tíos”.

Señala que llegó a dedicarse a este oficio debido a la falta de oportunidades para estudiar una carrera, sin embargo, “aunque no tuve oportunidad de estudiar me siento orgulloso de lo que hago, porque con este trabajo he sacado a mis cinco hijos con carrera”.

El señor Amezcua dice sentirse orgulloso por haber dado una educación universitaria a sus cinco hijos, por lo que destaca que ninguno de sus hijos se dedica al oficio: “Ellos ya tienen oportunidad de poderse desempeñar en lo que les gusta, y eso me alegra más que nada en el mundo”. refiere

El afilador cuenta que su jornada de trabajo comienza a las nueve de la mañana para concluir a las tres de la tarde, y no tiene una ruta específica, sino que se dedica a recorrer toda la ciudad, incluso los viernes se traslada al municipio de San Miguel de Allende, Guanajuato, para visitar a sus clientes frecuentes.

En el municipio de Querétaro recorre diferentes rutas que alterna cada día de mes. Este tiempo es idóneo para darle mantenimiento a los cuchillos y tijeras, principalmente de restaurantes, mercados, estéticas o barberías, explica.

Don José indica que por cada ruta que recorre son aproximadamente 10 los clientes a los que atiende, quienes entregan en ocasiones hasta 30 utensilios cada uno; cobra 20 pesos por unidad.

Al día José percibe de afilar cuchillos cerca de 600 pesos, lo que equivale a 30 enseres punzocortantes.

“Yo invito a las personas a que si se les acaba el filo de sus cuchillos no los tiren, sino que cuando escuchen el silbato del afilador salgan a la calle y paguen 20 pesos en lugar de pagar 100 por uno nuevo, pues así ahorrarán 80 pesos”, expresó José Guadalupe Amezcua.

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