Herramienta para albañilería, mecánica, botas de trabajo y hasta teléfonos celulares, vende Jaime en los tianguis de Querétaro desde hace cinco años. Antes se dedicaba a la venta de carnes frías, pero los constantes asaltos en la Ciudad de México lo obligaron a migrar e instalarse en la entidad, donde encontró este modo de vida que le permite sostener a su esposa y dos hijos.

Al interior de la Plaza Bicentenario, a un costado de la delegación, Villa Cayetano Rubio, Jaime, así, a secas, pues no quiere dar sus apellidos, vende de todo. Algunas cosas son usadas, otras nuevas. Lo importante es ganar algo.

Con un sombrero que lo cubre del sol y una sudadera roja que lo protege del frío de la mañana en Hércules, Jaime explica que desde hace un lustro se dedica a vender algo que le gusta mucho, que es la herramienta. Además, al ser una persona de la tercera edad no es sencillo encontrar un trabajo.

“Siempre me ha gustado la herramienta. Como tenía herramienta me puse a venderla y vi que respondió y me seguí a este giro”, explica, mientras ve de reojo a los clientes que se acercan atraídos por las botas de trabajo, punta de acero, para evitar perder un dedo en el trabajo.

Jaime indica que vende en dos tianguis más, además del de Hércules, “lo más socorrido es la herramienta de albañilería, nueva y usada”, además de las herramientas de mecánico. Explica que para surtirse acude a la Ciudad de México o Toluca, Estado de México, además, proveedores en Celaya acuden con camiones grandes y mucha mercancía, donde aprovecha para surtirse.

Señala que antes acudía a Nuevo Laredo a comprar su mercancía, pero debido a las condiciones de seguridad que se viven en Tamaulipas decidió ya no viajar a ese frontera, donde tenían que pagar “cuota”.

Comenta que trabaja de tres a cuatro días por semana, comenzando a las siete de la mañana y se tarda un par de horas en montar su puesto, para concluir a las dos de la tarde, cuando comienza a recoger sus productos.

El tianguis de Hércules es chico comparado con otros, además de que no entran muchas personas. Mientras que otros tianguis que son más grandes son más rentables, además de que “los buenos” son los de sábado y domingo.

“Sábado y domingo ando en Satélite, alrededor de esa zona es donde más me han aceptado, pues en todos los tianguis tienen mucho problema con el lugar, luego están muy apretado y ya no hay cupo”, explica.

Indica que en todos los tianguis, irremediablemente, le piden cuota para vender, además de pagar por metro de puesto. En el de la Plaza Bicentenario no les cobran tanto por instalarse.

Los puestos serpentean entre los espacios abiertos de la plaza. El de Jaime se ubica frente al área de juegos infantiles. El hombre explica que el tianguis se coloca martes y sábados, pero él sólo acude los martes, día en que sólo acude la mitad de los comerciantes pues llega poca gente entre semana. “350, ese zapato”, dice Jaime a un cliente que se muestra interesado en unos zapatos industriales. Agrega que a él le han bajado las ventas, fenómeno que parece generalizado entre los comerciantes.

Dice que el tianguis enfrenta el malestar de los vecinos, quienes apuntan que destruyen las áreas verdes, aunque ellos tienen que limpiar los lugares donde colocan sus puestos. Jaime se queja, dice que le gustaría cambiar de giro, pues cargar herramientas es muy pesado, pero otros giros “ya están choteados, ya no hay a qué árbol arrimarse”.

Antes, explica, se dedicaba a la venta de carnes frías, pero cuando en 1994 entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) a los comerciantes de cárnicos les afectó significativamente y cerraron muchas empresas.

Comenta que llegó de la capital del país hace 12 años, al ver que ya no era rentable el negocio de carnes frías, en parte por las condiciones desleales de competencia con empresas de Estados Unidos y en parte por la seguridad. En la Ciudad de México sufrió varios asaltos, donde le quitaron su camioneta con todo y mercancía, además de que fue no una, sino varias presa de la delincuencia.

“Me decepcionó. Ya no quise. A raíz de las ventas por el TLCAN y por los asaltos ya no quise. Entré a trabajar como guardia de seguridad, pero estaba muy mal pagado, no pagaban los dobletes, y 24 por 24 si se descompensa la salud. Como tenía herramienta, me puse a vender la que ya no ocupaba y me di cuenta que respondió y le seguí. No se gana mucho, pero deja”, abunda.

Dependen de él su esposa, que se dedica al hogar y dos hijos, de 13 y 16 años de edad, quienes estudian la preparatoria y la secundaria, por lo que a veces se “las ve negras. No hay cliente que llegue y no nos diga que le está yendo mal”.

Agrega que hay empleos, pero los salarios son muy bajos, como de 900 pesos a la semana, por lo que muchas ocasiones se dedican a la venta en tianguis. Para la atención médica cuenta con Seguro Popular, pues lo necesita él y su esposa.

Precisa que él tiene hipertensión y debe estar medicado para evitar que la presión en sus venas se eleve peligrosamente. Sin embargo, quien necesita más atención médica es su esposa, ya que tiene otras enfermedades.

Jaime añade que no tiene idea clara a que se dedicará en el futuro, pues a veces le gustaría dedicarse a otra cosa dice mientras un hombre regatea el precio de una cuchara de albañilería. Pide un descuento. Jaime accede, pues se necesita vender y ser flexible con los clientes para que en futuro regresen.

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