El sol no fue impedimento para que los turistas abordaran el emblemático autobús rojo; un medio turístico de dos pisos que recorre la ciudad de Querétaro a través de su historia y sus calles, sus leyendas y sus escándalos. Bienvenidos al Querebús.

Partimos a las 11:25 de la mañana, puntualmente. Marco, nuestro guía turístico, hizo el llamado para salir y desafiar el calor durante una hora. Seguramente todos, incluidos nosotros, lamentamos demasiado no traer un sombrero que nos cubriera el rostro.

“Ustedes sólo aguantarán una hora, yo estaré aquí todo el día”, bromeó nuestro guía.

Mentalizados para soportar el sol y todos concentrados sobre el autobús, iniciamos el recorrido sobre la avenida Corregidora, a unos pocos metros del Jardín de la Corregidora, donde se explica el significado de las cruces de piedra que hay sobre muchas de las casas del Centro Histórico que pertenecieron a los benefactores de la iglesia: “entre más grande significa que más dinero se había donado a esa institución”. Se trata de pequeños detalles que pasan desapercibidos para los transeúntes que recorren la ciudad a diario.

Siguiendo el recorrido sobre Bernardo Quintana se aprecia en toda su magnitud la obra del gran benefactor de Querétaro, el Marqués de la Villa del Villar del Águila, cuyo verdadero nombre es Juan Antonio de Urrutia y Arana Pérez de Inoriza y Echávarry, Marqués de la Villa del Villar del Águila y Caballero de la orden de Alcántara: el Acueducto de Querétaro, producto de un amor fallido pero que trajo agua a nuestra ciudad.

A un lado, una obra de reciente creación, la Plaza Los Arcos, brinda un homenaje a todos esos espacios que enmarcan el estado. Luego, a unos metros, el inicio del Acueducto de Querétaro, 74 arcos, símbolo de nuestra ciudad: el más pequeño de cuatro metros y el mayor de 23, justo por encima del cruce a Circunvalación.

Pero el camino del Acueducto no concluye ahí, seguimos su camino a través del antiguo barrio de La Cruz hasta el antiguo Templo de la Santa Cruz, caracterizado por un milagro: espinas en forma de cruz.

Después de una breve visita al templo, nos invitan a una degustación, apenas cruzando la calle: ombligos de obispo, pedos de monja, obleas, dulce de guayaba y muchos otros dulces tradicionales de la región.

Luego de darle gusto al paladar, proseguimos con el recorrido, y retomamos avenida Zaragoza y vemos algunas fuentes que eran surtidas por el mismo acueducto.

Damos vuelta nuevamente en avenida Corregidora, se vuelven a ver las cruces de los benefactores; y a unos metros alzando la vista la iglesia de San Francisco, en cuyo frente vemos a Santiago Apóstol, a quien hace referencia el nombre de nuestra ciudad: Santiago de Querétaro.

Luego de una hora , el recorrido concluye, y ha valido la pena. Resulta un deleite conocer el Centro Histórico con otra perspectiva, pues es algo que nos enriquece y llena de orgullo.

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