José Luis Cahue Fernández, carnicero de oficio, tiene su negocio en avenida de La Poesía, en la colonia El Tintero. Dice que desde hace 10 años esa vialidad se vuelve conflictiva por la cantidad de baches que se forman en temporada de lluvias.

La avenida de La Poesía, ubicada junto a un dren, es de las más importantes en la colonia El Tintero, pues una gran cantidad de autos circulan por la misma. Pero en estos días, el tránsito es lento y hasta peligroso en la zona.

Los baches sobre la carpeta asfáltica hacen que los traslados sean lentos, que se transiten con mucho cuidado para no caer en uno de los hoyos que ahí se encuentran, los cuales acabarían con las llantas y suspensión de cualquier vehículo.

En realidad casi todas las calles de El Tintero presentan este problema, pues son pocas las que se salvan de no tener zanjas que ponen en peligro la circulación de los automovilistas, e incluso de los peatones que pretendan cruzar la calle, pues si lo hacen de noche y con lluvia, los socavones se vuelven invisibles.

Las calles, pasado el mediodía, lucen con personas que caminan a sus casas o salen a trabajar. Los locales comerciales están abiertos y atienden a los clientes que hacen las compras para afinar la comida de la tarde.

José Luis está sentado en la puerta de su carnicería. Hace una llamada telefónica mientras observa el paso lento de los autos por la calle. Termina su llamada y platica que desde hace unos 10 años la situación empeoró en la zona, pues el agua del dren vecino siempre termina por invadir la calle, como consecuencia se reblandece el asfalto, generando grandes hundimientos que permanecen así hasta que los tapan los empleados municipales, o hasta la siguiente lluvia, cuando vuelven a aparecer, irremediablemente.

El problema es un desagüe

José Luis señala que los baches se reproducen rápidamente en la avenida, lo que genera problemas. “Lo que pasa es que se inunda mucho, el desagüe que está ahí [señala un tubo del otro lado de la avenida] tienen que arreglarlo, tienen que acomodarlo adentro del canal del desagüe. Tienen que arreglarlo para que el agua pueda entrar, porque como viene rasando, el agua ya no entra”, apunta.

El tubo en cuestión está a ras de suelo, y por fuerza de gravedad el agua corre hacia la calle, generando que en lugar de sacar el líquido, la arroje sobre la avenida y las casas vecinas.

El tablajero señala que incluso el agua alcanza con frecuencia los 20 centímetros de altura, llegando hasta el nivel de su negocio, construido un poco más alto que el nivel de la calle para evitar daños en sus equipos o la contaminación de sus productos.

“No hay salida de agua. En todas las lluvias tenemos este problema. Hasta ahorita no he tenido problemas de que se me eche a perder algo en mi negocio, tampoco hemos tenido problema con el drenaje que se nos tape, hasta ahorita”, asevera.

Dice que cada temporada de lluvias viven con la incertidumbre de las inundaciones, “pero no faltan los baches”.

Paso de automóviles doloroso

Un sedán rojo con llantas deportivas cruza la avenida. El conductor detiene un poco la marcha para analizar la situación, frente a él hay un hoyo de metro y medio. A la izquierda hay otro de unos 80 centímetros. Al chofer no le queda más remedio que tratar de pasar con el mayor cuidado posible. Avanza lento cuidando sus neumáticos y rines.

El paso es irremediablemente “doloroso” para el cuidado sedán alemán. Las llantas del lado derecho caen en el agujero más grande, las cabezas del conductor y su acompañante se mueven de un lado a otro, mientras las llantas del lado izquierdo caen en el bache más “pequeño”. La suspensión del auto sufre al igual que el conductor cuando siente el movimiento de la carrocería y disminuye la velocidad para evitar un daño mayor.

Toca el turno a una camioneta de transporte escolar. El operador, con mayor altura sobre el suelo tiene mejor visión del terreno, pero aún así transitar ese tramo es complicado, pues a donde se dirija el coche caerá en un hoyo. No le queda más que aguantar los golpes en la suspensión y rogar para que no se rompa nada.

José Luis agrega que hasta el momento los socavones no han generado ningún accidente, pero sí ponchaduras de llantas, aunque nadie está a salvo.

Añade que él, con casi 30 años de residir en la zona, no había visto, hasta hace 10 años, estos problemas en la avenida, y aunque las autoridades suelen acudir a tapar los agujeros, en las últimas dos semanas, cuando aparecieron en esta temporada, no han sido tapados.

Seguramente, dice José Luis, tardarán en taparlos, pues apenas comienza la temporada de lluvias, y como están en temporada de elecciones no prestan mucha atención a las necesidades de los ciudadanos.

Lo complicado, puntualiza, es en las noches y las mañanas. En la noche con la oscuridad no se ven los hoyos, haciendo que los autos caigan en los hoyos, en las mañanas con la prisa de la gente para llegar a la escuela de sus hijos y al trabajo no pasan con cuidado por la zona, “sólo se escucha el ruido de fierros cuando caen en las zanjas”.

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