En la sala de una funeraria, al norte de la ciudad de Querétaro, un grupo de aproximadamente 20 personas escucha atento la charla de Ana Lilia Santacruz Langagne, tanatóloga desde hace 21 años, que cada cierto tiempo da talleres gratuitos sobre cómo superar procesos de duelo ante la pérdida de un ser querido.

En un pequeño pizarrón trata de ejemplificar qué es un vacío en el alma y cómo se puede vivir con él, trata también de señalar las emociones que se experimentan frente a la muerte: depresión, impotencia, frustración, miedo, angustia, ansiedad, coraje, culpa, resentimiento.

Las personas escuchan y guardan silencio, asienten discretamente con la cabeza, algunos secan un par de lágrimas involuntarias. Entre los asistentes hay personas de todas las edades, adolescentes, adultos y personas de la tercera edad. El tema de la muerte resulta más fácil de digerir para unos que para otros, por eso los movimientos incómodos en los asientos no se hacen esperar.

Algunos asisten a la charla con papel y lápiz en mano, anotan palabras clave que la tanatóloga muestra en láminas presentadas con un proyector. A pesar del ambiente sobrio, en un punto del taller surge la oportunidad de contar un chiste sobre gente que se va a la villa y pierde su silla, o se ejemplifican dramas familiares sobre hijos que no permiten que su padre viudo se vuelva a casar. El ambiente es agridulce y silencioso.

Anita, como le llaman los asistentes, dice que la mejor forma de despedir a pacientes terminales es como si la muerte se tratara de unas vacaciones. Decir frases como: “Que te vaya bien”, “Quédate tranquilo”, “Nos sabemos cuidar solos”, “Todo está en orden”.

Ante la pregunta ¿Quién se siente listo para morir? Una mujer pide la palabra en medio de esta analogía de viaje y despedidas, para contar que ella es una persona con una enfermedad terminal desde hace más de diez años, situación que la hace disfrutar al máximo cada momento de la vida, por lo que asegura que está lista. Parece que la breve anécdota inspira a los que se reúnen en la sala y hace que lo inevitable sea más alentador, pues algunos incluso sonríen después de escucharla.

Anita también habla de rituales funerarios en el mundo, detalla las distintas visiones que se tienen de la muerte y cuál es el significado de los rituales funerarios en México. El proyector presenta imágenes de altares de muertos, tradición que según señala la tanatóloga, vale la pena rescatar.

“Los rituales funerarios son liberadores, son para honrar a los muertos y para liberarnos a nosotros, no hay como estar en paz, ellos no necesitan nuestros rezos, ellos ya encontraron su camino, realmente los rosarios y todo eso lo hacemos para nosotros, no porque te lloro, te detengo. Decir que no podemos llorar es aceptar que ese dolor se convierte en ira y después en cáncer. Los rituales le dan un cierre simbólico al fin de la vida, en donde se da gracias al difunto”, expone.

Cuenta sobre un ritual náhuatl en el que la viuda se encierra a llorar durante tres meses, sin poder lavar su cara porque las lágrimas purifican su alma, después de ese periodo, dice la tanatóloga, la persona está lista para seguir con su vida porque ya liberó sus emociones; con dicho ejemplo insiste en la importancia de llorar si así se desea, a no dejar que la modernidad impida guardar sentimientos que después se manifiestan como enfermedades, “Es verdad que la gente se muere de tristeza, nos enfermamos por no sacar lo que sentimos”, dice.

Despedidas

A propósito de las despedidas funerarias, Ana Lilia explica algunas actividades que realiza con familias que atraviesan un duelo. Cuenta que aquello que nunca se le dijo a la persona fallecida puede escribirse en una carta, misma que se quema en un cirio con fuego antes bendecido, -si eso coincide con la creencia de la familia, explica-, la carta se consume y las palabras que nunca se dijeron suben al cielo en forma de humo.

También explica cómo la elaboración de un álbum fotográfico con los mejores momentos del difunto ayuda a crear recuerdos buenos entre sus conocidos y funge como un anuario de lo bien que la pasó en vida.

Los ejemplos terminan con el uso de las nuevas tecnologías, Ana cuenta que hay un sinnúmero de actividades que pueden realizarse con sólo una computadora y una cámara de video. En la sala se proyectan testimonios de jóvenes expresando sentimientos hacia una amigo que ya no está, y el ambiente se vuelve aún más silencioso de lo que era antes.

La tanatóloga pregunta constantemente si todo está claro, si alguien tiene alguna duda o comentario, pero son pocos los que tienen algo qué decir.

Hora y media después de hablar sobre cómo apoyar a pacientes terminales, qué hacer cuando un padre viudo quiere volver a casarse, cuando un hijo se suicida, cuando fallece la madre y demás temas relacionados, la plática -que en esa ocasión es gratuita- culmina con anuncios sobre próximos talleres que sí tendrán un costo, pero que incluyen descuentos para aquellos socios de la funeraria.

Una vez hechos los anuncios pertinentes a la ocasión, la expositora se despide dando gracias por la asistencia; la gran mayoría se levanta sin hablar y se retira de la funeraria, otros se toman unos minutos para saludar a Anita y pedirle más información sobre talleres y consultas.

Encontrar sentido a la muerte

El Instituto Mexicano de Tanatología A.C. define la tanatología como “una disciplina científica que se encarga de encontrar el sentido al proceso de la muerte, sus ritos y significado concebido como disciplina profesional”.

Oferta cursos presenciales y en línea, anuncia en el sitio web el taller con la temática “Mi primera navidad sin mi ser querido”.

Postura tanatóloga

Aunque Ana Lilia Santacruz se formó con los pioneros en tanatología, hace 21 años, cuando el estudio de la muerte y sus procesos aún no se incluía en escuelas de enfermería o trabajo social, ni se tenían doctorados y licenciaturas sobre el tema, ella considera que las personas moribundas siguen siendo sus mejores maestros.

A pesar de los cursos impartidos, del diplomado que estudió en el Instituto Mexicano de Tanatología y de su formación como sicoterapeuta transpersonal, Ana dice que todos los días se aprende algo de la muerte, porque cada experiencia es distinta.

Para esta tanatóloga con experiencia de más de 20 años, lo primero que se trata en cursos y talleres sobre el tema, es desmitificar la muerte. Comprender el significado de los rituales en México y comprender que la negación a la muerte es un método de defensa.

“Hablar de la muerte es importante, hablar del proceso del duelo, lo que se lamenta es lo que no se dijo, entender que hablar de la muerte no es invocar, que no por eso vamos a adelantar nada. Hablar del tema es un acto de amor en donde puede encontrarse una comunicación honesta y respetuosa, con esto las personas se ponen en paz.

“Existe la negación, es un mecanismo de defensa llamado negación, se activa cuando no podemos lidiar con una realidad, pero no por negar algo deja de suceder, la muerte es lo único cierto que tenemos. Más vale tener herramientas, la tanatología es toda una filosofía de vida”.

Ana Lilia Santacruz considera que la muerte todavía es un tema del que las personas prefieren no hablar, pero a pesar de esto, sí percibe una mejora. Atribuye los casos de enfermedades terminales, muertes violentas, entre otros casos sociales, a que las personas cada vez sientan una mayor necesidad de hablar sobre la muerte.

Incluso, en la nueva tanatología se abordan temas de mutilaciones, secuestros y personas desaparecidas, señala.

“En el estudio de la nueva tanatología hemos tenido que incluir las mutilaciones, los secuestros, los desaparecidos, todo eso lo debemos incluir porque son duelos que no terminan, duelos crónicos en donde no puedes progresar porque siempre está la esperanza de la persona viva, que esté en algún lugar. Aún así creo que hemos evolucionado, ya no son temas tan tabú. Con todo lo que pasa hoy en día la gente tiene la necesidad de hablar sobre esto, aunque se tenga miedo a lo desconocido”.

Hace 21 años que Anita, como le dicen sus amigos y conocidos, se especializó en el tema de la tanatología. Fue después de la muerte de su padre cuando notó que no había especialistas en la materia. “No comienzas a estudiar la muerte hasta que te toca vivirla, creo que todos los que estamos en esto nos pasó algo similar.

“En esa etapa de mi vida, con la muerte de mi padre experimenté emociones encontradas. Tratando de encontrar ayuda me di cuenta que había una carencia casi total de este tema, que la psicología no precisamente aborda estos temas como tal, no se sabía a quién correspondía el estudio de la muerte, si a la antropología, a la medicina, en fin. Empecé estudiando un diplomado en el Instituto Mexicano de Tanatología y junto con mi esposo que es antropólogo, médico especializado en adicciones y también doctor en tanatología, nos dedicamos a estudiarla. Buscamos vivir un duelo más liberador.

“No existe nada más una forma de practicar la tanatología, cada uno de los tanatólogos maneja la circunstancia de manera diferente, siempre en beneficio del paciente, aunque sí hay toda una escuela de licenciaturas y doctorados en tanatología, antes no lo había, tú tratabas de compenetrarte en tu área de especialidad lo mejor que podías. He aprendido que las reacciones ante la muerte no son naturales, sino culturales y por lo tanto las podemos modificar”, comenta.

Postura sicoanalista

Para Carlos Alberto García Calderón, sicoanalista y docente de Filosofía y Psicología en la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), la tanatología busca que las personas superen a sus muertos, y eso es algo que desde su punto de vista, jamás podrá lograrse.

Percibe que desde los años noventas, la sociedad se ha sobreexpuesto a los psicólogos, al grado en que ni siquiera se intenta afrontar situaciones propias de la naturaleza humana, como divorcios, rupturas amorosas, infancias complicadas y por supuesto el tema de la muerte.

“La tanatología es algo que se da mucho entre las clases medias y las clases altas, hay una efervescencia a los tratamientos sicoterapéuticos. Desde mi perspectiva, a nuestros abuelos se les rompía el corazón por una pérdida y lo arreglaban con dos semanas de pulque o varias sesiones de tequila. Uno no supera a los muertos, uno vive con sus muertos, son imágenes, son recuerdos. Creo que la tanatología viene más como una autoflagelación, sentir que nos vamos a quedar atrapados, dolidos, por algo terrible que nos pasó y entonces tenemos que acudir con un especialista. Yo creo que si a alguien le quitan su historia, entonces sí enloquece. Me parece un poco exagerado.

“Lo sicológico se ha vuelto un valor, los padres mandan a los niños con un psicólogo, igual las escuelas. Las parejas piensan que si tienen problemas pueden curarse sólo con terapias. Hay un boom de una sociedad que está terriblemente sicologizada”.

García Calderón dice que la individualidad del paciente para hablar o no de sus muertos, es la principal diferencia entre el psicoanálisis y la tanatología, y en reconocer qué es lo que pierde el paciente con la muerte de otra persona, en lugar de concentrarse en superar la pérdida de algo físico.

“Desde el sicoanálisis hablamos de la muerte sólo si el paciente quiere hablar de eso, y en ese sentido habría que ver qué es lo que el otro se llevó de mí, qué es lo que perdí. Una ruptura es una muerte, porque pierdes a alguien, a una mejor amiga, a un novio, a una madre. Lo que duele es lo que esa persona se llevó de uno mismo, detectar qué se llevó de nosotros, en lugar de aceptar la muerte del otro, eso no tiene sentido. Se debe reflexionar qué perdemos de nosotros en las personas que se mueren, eso sería una muerte, no la muerte física.

“Ese tipo de terapias de tanatología no resuelven, sólo son soportes, son efímeros, pasajeros, pero no hay una resolución de las cosas. Es como la chica que tiene una ruptura amorosa y se va al mar, tira el anillo, las cartas de amor, hace su propio ritual para cerrar el círculo, se siente liberada pero en la noche sueña con él. Todo lo anterior no sirvió de nada”.

Aunque la visión del sicoanalista Carlos Alberto García no coincide con la forma en que se aborda el tema de la muerte desde la tanatología, reitera que ese tipo de terapia es sólo uno de los miles que existen alrededor del mundo, y que cada individuo es libre de consumir, lo que considere que es mejor para él.

GR

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