En el ya lejano año de 1986 tuve la suerte de conocerle, cuando recién asumí la presidencia de la Cámara de Comercio y aún la tecnología no terminaba de despertar en un Querétaro, que de igual manera comenzaba a transformarse por sí solo y por algunas de las múltiples consecuencias que trajo la tragedia del aquel sismo del 19 de septiembre de 1985 en la Ciudad de México. La migración de la capital del país hacia el interior de la República fue una de ellas, y nuestro estado estuvo entre las opciones de reconstrucción de vidas y familias. Fue entonces cuando se aceleró el crecimiento poblacional y urbano que prevalece hasta hoy día. Hice mención a la tecnología, porque era toda una novedad cuando él era reportero de uno de los dos medios impresos que había en nuestra ciudad y hacía gala de llevar consigo una grabadora portátil, la mejor y moderna herramienta para registrar las entrevistas que permitieran elaborar las notas sobre los diversos temas políticos y económicos que darían forma a la edición impresa. Me refiero a José Luis Urzúa, con quien construí una sólida amistad al paso del tiempo y de coincidir en diversos frentes.

Si no mal recuerdo, junto con sus colegas recorría las céntricas calles de nuestra ciudad capital donde se concentraba la mayoría de las actividades que involucraban a autoridades y dirigentes de los sectores público y privado. Coincidir con él hacia inevitable la entrevista en la calle o plaza pública, donde con mucha habilidad desenfundaba la grabadora y lanzando la pregunta, imagino que se saboreaba la posibilidad de obtener la nota de ocho columnas. Paralelamente en esa época, los medios electrónicos como la radio, realizaban transmisiones en FM de noticieros, lo que amplió la oferta de espacios informativos. Eso propició que formáramos al tiempo un grupo de buenos amigos donde, quienes no lo éramos, reconocíamos que el reportero siempre lo sería y en innumerables convivencias en espacios comunes donde jugábamos dominó, cenábamos, bebíamos y en un momento de sobremesa, dejábamos reposar las fichas y nos dedicábamos al imponderable deporte de arreglar el mundo.

José Luis fue claridoso, de un humor negro que vestía sus comentaros con la sonrisa del deportista que realiza una anotación a su favor y además, con firmes ideas e instinto para desempeñar su oficio. Siempre le acompañaron las convicciones de aquel joven inquieto que vivió los eventos en el México turbulento del final de la década de los sesenta y el inicio de los setenta. En los noventas, trabajamos juntos en quehaceres vinculados con la política, lo que nos permitió compartir alrededor de cuatro o cinco años cuando ambos incursionamos en ello, en particular en la administración municipal que encabezó un amigo común, Jesús Rodríguez. Al concluir la misma, él regresó a sus tareas de periodista entre Querétaro y San Juan del Río y yo a continuar trabajando en la iniciativa privada. Tuvo su propia publicación impresa hasta que alrededor de una década, el cáncer lo obligó a enfrentar la vida de otra manera.

No perdimos el contacto, pero la atención y los cuidados le obligaban a resguardarse y transitar cada batalla de esta guerra. En ocasiones nos reunimos para platicar un poco de todo y en muchas otras fueron llamadas de teléfono para procurar al amigo, incluidas un par durante estos meses de confinamiento. El miércoles 10 de junio me llamó y lo noté ya muy cansado, me dijo entre otras cosas: ‘Hablo para despedirme de ti, ya estoy terminando y quisiera también que me despidas de los amigos comunes’. Fue la última llamada del amigo, ya que el viernes siguiente, perdió la guerra contra la enfermedad, esa larga guerra que, con valentía, ánimo y humor, enfrentó tantos años.

Su despedida me tomo por absoluta sorpresa, difícil y dolorosa, pero estoy cierto que conlleva también el gran valor del entrañable afecto entre ambos, lo que le agradeceré el resto de mi vida. Los amigos comunes que lean estas líneas sabrán de su deseo de despedirse y así se los hago saber. Envío un cariñoso abrazo para Malena, sus hijas y toda su familia.

Despedirse es algo que en la actualidad es prácticamente imposible para muchos por esa otra terrible enfermedad que nos tiene asolados. Por eso comparto algo íntimo, como un homenaje a mi amigo que recién partió, pero también en la memoria de quienes no pueden despedirse, en todo el mundo y en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

Twitter: @GerardoProal

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