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Si has paseado por el centro histórico de Querétaro, seguramente te topaste con un letrero que dice “Aquí hay pedos de monja” y, como muchos visitantes, no pudiste evitar soltar una carcajada. Pero más allá de su peculiar nombre, estos dulces han despertado el interés de turistas, curiosos y amantes del chocolate. ¿Qué son en realidad los llamados pedos de monja? Aquí te contamos su historia, su sabor y por qué se han convertido en parte del paisaje gastronómico queretano.
¿Cuál es el origen de los pedos de monja?
Aunque parezca broma, los pedos de monja tienen una historia que cruza fronteras. Su origen se remonta al siglo XIX en Cataluña, España, donde un pastelero italiano creó unas galletas llamadas petto di monaca, que en italiano significa “pecho de monja”. Al pasar al catalán, la pronunciación de “petto” se transformó en “pedo” y el nombre se quedó como pets de monja que literalmente significa “pedos de monja”.
Originalmente, se trataba de unas pequeñas galletas hechas en conventos, con ingredientes sencillos como harina, huevo y mantequilla. A pesar del curioso nombre, su consumo era completamente inocente y pronto se volvió parte del recetario dulce de Cataluña.
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¿Cómo llegaron a Querétaro?
Aunque se presentan como un dulce típico queretano, los pedos de monja no tienen raíces tradicionales en el estado. Su presencia en Querétaro comenzó más como un fenómeno de mercadotecnia que como una herencia artesanal. Chocolaterías locales adoptaron la idea europea y crearon su propia versión: unas bolitas de chocolate suave, con o sin relleno, que nada tienen que ver con las galletas originales, pero que conservan el nombre por su efecto simpático y comercial.
Actualmente, se elaboran tanto en Querétaro como en Puebla y aunque son populares en los locales de dulces típicos, no están considerados parte del repertorio tradicional queretano, que incluye joyas como el rollo de guayaba, el camote achicalado y las natillas.

¿Cómo son los pedos de monja que se venden en Querétaro?
La versión queretana se asemeja más a un bombón o una trufa que a una galleta. Son pequeñas esferas de chocolate, a menudo con una textura cremosa en el interior, y ocasionalmente con un toque de licor o almendra. Su sabor varía según el fabricante, pero suelen destacar por su dulzura y su apariencia delicada.
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A pesar de su presentación industrial, hay marcas que se esfuerzan en posicionarlos como una reinterpretación local del dulce catalán, algunos incluso afirman que nacieron por accidente, como homenaje a la versión original.
¿Por qué son tan populares?
El éxito de los pedos de monja en Querétaro no se debe sólo a su sabor, sino también a su nombre tan llamativo. No es raro ver a turistas tomarse fotos con los letreros o comprar una caja como recuerdo o regalo. El juego de palabras, junto con el empaque atractivo, los convierte en un artículo genera conversación y una curiosidad irresistible.
Además, Querétaro, con su oferta turística vibrante, su arquitectura colonial y su creciente escena gastronómica, es el escenario perfecto para que un dulce tan peculiar se vuelva parte del atractivo local.
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¿Son un dulce típico queretano?
Existe discusiones respectos a si son un dulce típico o no. Aunque se elaboran en el estado y forman parte de la oferta dulce actual, no son artesanales ni tradicionales. Según comerciantes como José Luis Varela, con años de experiencia en la venta de dulces, estos productos no cumplen con las características de un dulce típico, como lo hacen otros que aún se elaboran con recetas antiguas y procesos manuales.
Sin embargo, su popularidad ha crecido tanto que muchas personas ya los consideran “parte del folclor” queretano, aunque más como un producto turístico que como un patrimonio gastronómico.

¿Dónde se pueden encontrar?
Se pueden conseguir en dulcerías del centro histórico de Querétaro, así como en lugares turísticos como Tequisquiapan, Bernal, San Juan del Río o incluso San Miguel de Allende. En algunos sitios incluso se promueven como “el dulce más buscado por los visitantes”, gracias a su nombre ingenioso y su presentación coqueta.
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¿Vale la pena probarlos?
Sí, sobre todo si te gusta el chocolate y buscas una experiencia divertida. Más allá del chiste fácil, los pedos de monja representan la creatividad y la capacidad de adaptación de la gastronomía mexicana. Puede que no sean tradicionales, pero son parte de ese mosaico cultural que convierte a Querétaro en un destino inolvidable para el paladar.
Así que ya lo sabes: la próxima vez que visites Querétaro, no dudes en buscar ese letrero inconfundible. Probar un pedo de monja puede ser un dulce capricho que te saque una sonrisa y, por qué no, un buen tema de conversación a tu regreso.
*Con información de Domingo Valdés