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El Museo Nacional de la Estampa (Munae) presenta la exposición Grabadoras de Historias: mujeres en la gráfica de los pueblos de México, donde participa la artista radicada en Querétaro, Alix Yolitzin, con un grabado dedicado a sus ancestras.
Ma’ñuts’i es el nombre que recibe la pieza, que significa “mi pequeño camino”, y representa a la comunidad otomí en el Valle del Mezquital, Hidalgo, de donde Alix es originaria.
Tiene un formato de 4 x 4 metros, contempla tres lienzos de tela que están intervenidos con la imagen de una mujer vestida con su indumentaria tradicional hñähñu, que porta el bordado llamado “flor y canto”, el cual es el símbolo más representativo e importante para su comunidad.
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“La pieza que realicé representa un homenaje a mis ancestras, a las mujeres que sostienen la lucha otomí, las que sostienen las familias y quienes, a lo largo de la historia, han defendido y preservado las manifestaciones tradicionales, como el arte del bordado, los rituales y la gastronomía. Esta pieza incluye también elementos de la naturaleza endémica del territorio del valle del Mezquital, que son de suma importancia para el sustento de la comunidad hñähñu, como el maguey y el maíz, además de animales como el conejo y el borrego”, explica para EL UNIVERSAL Querétaro.
En la obra gráfica también se aprecian otros elementos, con un significado propio.
“Las aves representan los compañeros de los ancestros, simbolizan la adaptación y resistencia del pueblo y la conexión espiritual con la naturaleza. El paisaje está realizado en pintura y representa la imagen de ‘Los frailes’, montañas que forman parte del paisaje cotidiano que colinda con el lugar de mi infancia. Y uno de los lienzos contiene rombos bordados de color rosa que para la cultura otomí simbolizan los cuatro puntos cardinales y los cuatro elementos: agua, fuego, tierra y aire”.
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Arte, talento e historias
Grabadoras de Historias: mujeres en la gráfica de los pueblos de México está integrada por 200 piezas realizadas por más de 140 mujeres pertenecientes a raíces culturales como la afrodescendiente, maya, mazateca, mazahua, náhuatl, otomí, purépecha, totonaca, tseltal, tsotsil, yaqui y zapoteca.
Las artistas presentan su obra de forma individual, pero también como parte de colectivos como Laboratorio Gráfico Siete Vidas; las colectivas Mazatecas y Lxs Leñaterxs; así como artistas que colaboraron en procesos creativos comunitarios. Todas ellas provenientes de pueblos originarios ubicados en la Ciudad de México, Chiapas, Durango, Guerrero, Hidalgo, Jalisco, Michoacán, Oaxaca, Sonora, Veracruz y Yucatán.
Como parte de las actividades enmarcadas en el Año de la Mujer Indígena y Afrodescendiente que el Gobierno de México emprendió en 2025, Grabadoras de Historias es la primera exposición colectiva que se presenta en un museo nacional, en este caso en el de la Estampa. La muestra tiene como objetivo principal visibilizar la presencia y producción de artistas mujeres de diversas comunidades de México.
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La muestra se realizó con la curaduría de especialistas en proyectos colaborativos y arte indígena, Mónica Villegas, de Hermosillo, Sonora; Rosa Lidia Huaroco, de Cherán, Michoacán; y Demián Flores, de Juchitán, Istmo de Tehuantepec.
Los curadores realizaron una investigación y un mapeo a nivel nacional mediante los cuales identificaron a las artistas, seleccionaron obra existente, organizaron talleres de producción gráfica y comisionaron nuevas creaciones.
En el caso de Alix Yolitzin, la invitación a participar en esta exposición llegó de parte de la curadora Rosa Lidia Huaroco. “Mi pieza fue una comisión especial para esta exposición. Fue un trabajo de aproximadamente cuatro meses”, detalla.
En la inauguración, Alix estuvo presente y mostró de forma instantánea un grabado que realizó desde el año pasado, es la imagen de una muñeca Lele llorando, con la frase: “En Querétaro violentan al pueblo otomí”. Haciendo referencia a los conflictos con los artesanos indígenas que se han establecido en el Centro Histórico de Querétaro.
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Alix comenta, conmovida, que la muestra le permitió conocer el trabajo de otras compañeras y ver que hay historias que se repiten y el hecho de visibilizarlas en una exposición es para concientizar la problemática y encaminarse a un cambio. Se abordaron temas como la identidad, la lucha por la libertad de los presos políticos, la libertad de prensa, la defensa del territorio y los derechos humanos de sus pueblos.
“Se sentía que todas nos veíamos y nos reconocíamos unas en las otras, que traíamos historias bien parecidas, de despojo y de rabia, pero también las más jóvenes veíamos en las compañeras más grandes historias muy duras, algunas sólo hablaban su lengua, pero compartían desde su obra su forma de luchar y de alguna forma alzar la voz por su comunidad. Algunas platicamos que era un sentimiento extraño porque se sentía felicidad por el logro de ocupar el museo, un sentimiento de conquista o una pequeña retribución para nuestros pueblos, pero a la vez era como unas ganas inmensas de tomar el micrófono y gritar lo que nos dolía”.
La muestra estará en el Munae hasta abril del 2026, y el mismo recinto organizará un programa público que incluirá talleres y conversatorios.
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