Por allá, desde aquella orilla pantanosa, salían los barcos para la isla y era en estos días donde apenas y se podía caminar. El lugar se llamaba Janitzio y no sé cómo describírtelo: colores, aromas y emoción… Pero no quería platicarte de eso. Quedé de contarte sobre el origen de todo, primero quiero que mires mi jardín o ese montón de sábilas que me empeño en podar para que no invadan el pasillo. No entiendo por qué lo sigo haciendo y me convenzo de que este capricho nace de la intención que tenemos de adaptar lo que nos rodea, cómo si tuviéramos la eterna necesidad de volvernos el centro y dominarlo todo. Así somos y quiero que entiendas aparte de esto, una o dos cosas más con mi relato…

Todo empezó hace un siglo más o menos. En aquel primer año de pandemia, el mundo cambió y tuvo que atenerse a la fragilidad de los gobiernos y de los avances de la medicina. En ese mismo año, mientras todos padecíamos los efectos del virus, una noticia adornó los titulares del 29 de agosto. Una empresa tecnológica, a cargo de un excéntrico millonario, había desarrollado las bases de un proyecto para implantar un chip en la corteza cerebral de un puerco.

Con la dependencia informática que fue desarrollando la sociedad, la división encargada de este proyecto continuó trabajando. Al año siguiente, con el mismo cerdo, se consiguió la abstracción de algunos impulsos nerviosos en sentencias de código que se almacenaban en una memoria volátil. Año tras año, el mismo equipo presentaba una mejora más avanzada del cerdo hasta que anunciaron un sistema de memoria infinita y, con ello, la cura conjunta para el Alzheimer y la demencia. Así inició la neuromática moderna.

Poco a poco todos los padecimientos que afectaban los procesos del pensamiento fueron remediados con las pruebas del primer NeuraCore. Al principio la inserción del nuevo chip se hacía en voluntarios, después la industria armamentística vio el potencial del artilugio. Los primeros prototipos resultaron un éxito. Los algoritmos y árboles de decisiones que operaban en las cabezas de los soldados les permitían suprimir una cantidad increíble de “datos basura” que afectaban en la eficiencia de los objetivos. Así al acotar las metas y las obligaciones en simples tareas delegadas al NeuraCore, el porcentaje de éxito de cada operación quedaba garantizado.

El primer escándalo del invento surgió como consecuencia de esta mejora. Se hizo la denuncia pública de que las personas “neuroformadas” mostraban una severa apatía emocional a largo plazo. Se realizó una investigación, y aunque los detractores del NeuraCore estaban ansiosos porque los resultados arrojaran riesgos de daños cerebrales permanentes, esto no fue así. Se determinó que el cambio de conducta era premeditado, y sí, consecuencia secundaria del chip, pero no una falla funcional.

El NeuraCore siguió evolucionando y se plantearon las primeras propuestas de implantación en el sector civil. El país más poderoso designó como la gran afortunada a una comunidad de Liberia. Los bebés escogidos casi fueron olvidados en la agitación de las guerras del siglo XXI, pero cuando se calmó el mundo, los poderosos voltearon a ver los resultados. Todos se sorprendieron con lo que había conseguido la comunidad: autosuficiencia, estabilidad, riqueza e independencia. En vista de los objetivos alcanzados se emprendieron más programas similares.

Ya hace 50 años que la neuroformación se volvió obligatoria. Ahora parece que el tiempo es la única barrera que tenemos para trascender nuestros límites. Cada persona en el planeta puede crear una obra perfecta, en cualquier momento y en cualquier campo: un poema, una teoría matemática, una mejora médica e incluso una nueva disciplina científica. La sociedad se ha vuelto tan perfecta y así, ha terminado con la pobreza, la criminalidad, la ignorancia y la corrupción, aunque nos olvidó lo más importante en el camino: nuestra verdadera humanidad.

De qué sirve, por ejemplo, que cualquiera pueda crear una novela perfecta, pero que no transmita nada. Es mil veces mejor algo mal hecho que te toque el corazón, a algo insuperable que sólo sirva como una métrica de calidad. Este fue el problema con todo lo que se creó tras la neuroformación: se premió el desarrollo basado en la lógica y la razón, pero la sensibilidad quedó proscrita. Las relaciones humanas cambiaron y empezó a escasear cualquier tipo de vínculo afectivo. A la gente dejó de importarle la empatía, el calor humano, los anhelos... Te podría seguir hablando de lo que ganamos y perdimos, pero creo que será charla para otro día…

Seguramente te preguntarás que por qué te digo todo esto y por qué critico lo que nadie más criticaría. Pues verás yo era como todos hasta que un día un milagro me alcanzó: un relámpago de luz recorrió la nervadura de mi cuerpo, trayéndome renovación, libertad e ideas que nunca hubiera imaginado. Sé que el mismo milagro te ha ocurrido a ti, de diferente forma, claro, pero a fin de cuentas con el mismo resultado.

Al principio no podía creer que aquí, en mi mismo pueblo, hubiera otra persona como yo. Me arriesgué a seguirte con la esperanza de que no fuera alguna trampa o experimento. Después me enteré que tú eras el muchacho del accidente. Te he platicado todo esto y espero poder contarte más con el fin de que abras tu propio criterio y tomes una decisión. Estoy aquí para convencerte de que no vuelvas a ser el mismo de antes; de que rechaces la corrección que te ofrece la clínica de ingeniería. Ellos sólo quieren que pienses, no que sientas, y yo digo que es mucho mejor poder hacer las dos. Sé que me entiendes. Si aceptas mi ofrecimiento yo puedo alterar tu NeuraCore para hacerte pasar cualquier evaluación cognitiva, pero sin alterar tu capacidad de sentir. No tienes que decirme ahorita. Pero no tardes demasiado, porque sé que ya no viviré mucho. Me gustaría la idea de dejar algo en esta tierra que no fuera un cuerpo marchito. Creo que eso es lo único malo de sentir: tener miedo de vivir sin saber para qué; sin tener una recompensa al esfuerzo por participar en el mundo y encontrar tu lugar. Pongo de ejemplo al puerco que lo inició todo, al puerco fundador. De él nunca se supo nada, aunque se dice que vive en nosotros, porque los actuales componentes fueron un reciclaje continuo del primer modelo; otros dicen que el cerdo murió en su primer año y fue usado en un banquete de celebración. La verdad, creo que las dos son correctas, aunque suene a injusticia para ese pobre animal, eso ya es cosa del pasado, y no quiero que se me recuerde así, como algo del pasado que solo tuvo una utilidad y ya... y bueno, la verdad no quiero agobiarte con mis cosas, pero si quieres mañana puedes volver a visitarme para seguir conversando…

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