El protagonista de Las bestias negras, Eliseo de la Sota, se le parece mucho a ciertos directores de institutos culturales, a ciertos secretarios de cultura del país, a ciertos funcionarios públicos de instancias promotoras del arte en México; a esos burócratas que se creen reyes y hacen de la cultura su coto de poder.

A uno de esos señores se le parece mucho Eliseo de la Sota, el hombre que mueve los hilos de la cultura en una entidad cualquiera de nuestro país. Es más, el protagonista de la nueva novela de Jaime Mesa (Puebla, 1977) está construido con pedacitos de esos que se sienten jerarcas de la cultura mexicana. Esa fue la propuesta del autor de Rabia y Los predilectos.

“Es una novela que me sorprendió. Rabia y Los predilectos sí se basaban en una obsesión mía: construcciones de la infancia, de la adolescencia; deseos o ilusiones que tenía; y la manera de abordarlas era muy literaria, me planteaba un proyecto, una estructura, una voz narrativa, todas están escritas en primera persona; tenían nexos con mis obsesiones y de ahí partía, tenía una cartografía y una brújula hacia dónde dirigirme; Las bestias negras era una novela que no iba a escribir o que nunca me hubiera planteado escribir”, señala el escritor poblano.

Jaime Mesa reconoce que el detonante de esta novela, publicada por Alfaguara, fue el enojo, pues él, como muchas personas, se enfrenta a la burocracia, cultural y en general, en México, al funcionario que hace uso de su poder y no le da un cheque, le posterga el proyecto y hasta humilla. Después  se dio cuenta que burócratas de la cultura como el que él padeció hay muchos.

“No estaba obsesionado con estos asuntos del poder o de la fragilidad del poder y la megalomanía. Esta novela no solamente habla de la burocracia sino del poder; en este país estamos desprotegidos, de repente llega alguien con más poder asumido, autoimpuesto o designado, y nos puede quitar desde la mesa, el trabajo y hasta la vida. Cuando me fui enfrentando a esto me dio miedo el abuso del poder, y una acción para defenderme y vengarme de ellos fue empezar a escribir esta novela”, afirma Mesa.

Si en Rabia y Los predilectos trabajó el vacío, con historias contadas en primera persona, sobre la infancia y la adolescencia y son historias situadas en el extranjero; en Las bestias negras, que fue escribiendo y dejando a lo largo de más de 15 años, planteó una historia en una ciudad de la provincia de México, está narrada en primera persona y la comenzó como una declaración de odio.

“La novela no es un acto contra la burocracia en general, yo no creo que la burocracia vuelva monstruos a las personas, creo que los monstruos, los perversos, megalómanos, débiles, llegan a la burocracia como podrían llegar a la gerencia de un hotel o a la gerencia de un restaurante. Es decir, son personas que llegan a un lugar donde hay poder y atraen como telarañas a gente egocentrista que sienten eso como un trampolín y no una función pública para servirnos, ven eso como un coto de poder”, agrega el discípulo de Daniel Sada.

El autor decidió situar su historia y a su protagonista en una pequeña ciudad para que en ese microcosmos pudiera ridiculizar con más elegancia a su protagonista. “Me parecía que en un microcosmos los elementos negativos de Eliseo de la Sota iban a exacerbarse e iba a conseguir lo que pasa en Gargantua y Pantangruel, donde todo es brusco, estorboso y grandilocuente y eso produce ridiculez; esa fue una gran venganza, porque es un personaje totalmente ridículo. El cree que es el rey del mundo, pero el público, los lectores y yo, como escritor, nos reímos de él”, señala.

Jaime Mesa ya terminó de escribir su cuarta novela  allí habla del medio literario, del mundo de los escritores, de las ferias, de las publicaciones, de la fama y de la no fama; dice que así como hay malos políticos y burócratas, hay malos artistas y malos escritores. “¿Qué es por definición un mal artista o un mal escritor?, el que usa su arte para alcanzar algo que en sus deseos insatisfechos no tiene; es alguien que antepone su vida y sus propios deseos y usa su obra como trampolín”.

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