La poesía se caracteriza por la pluralidad, por sus caminos inesperados, por sus continuas rupturas entre cada época o movimiento. Es en lo diverso, en lo discontinuo, donde el poema aparece. Por eso mismo el poeta aparece como un provocador, un inmoralista, un rebelde que transgrede el orden establecido. Recordando al filósofo José Ortega y Gasset, el poeta es más bien un espectador, un amigo del mirar que desciende a los infiernos del pensamiento. Es así que la escritura poética es un constante tránsito que no está desprovisto de una reflexión sobre el lenguaje y sobre cada imagen o símbolo que muestra la sensibilidad de la sociedad.

Inclusive se piensa superficialmente que la poesía es sólo un mero juego intelectual entre unos cuantos, un ejercicio para una élite que sólo se ve a sí misma y desconoce las periferias. Pero es todo lo contrario: en la periferia, en los límites, en la frontera del lenguaje, el poeta busca el punto cero del tránsito donde se encuentra ese conflicto, esa densidad, esas palabras. Quizá esta vaga etiqueta que le ha tocado a la poesía comienza a desvanecerse, pero ¿cuándo ha comenzado a desparecer esa etiqueta que dice que la poesía es algo aburrido, lento? ¿En qué consiste ese cambio en la percepción sobre la poesía? ¿Cómo podemos saberlo?

El día de hoy tenemos aquí el nuevo libro de Miguel Aguilar Carrillo: Teologías (y otros problemas didascálicos). Libro que viene a formar parte de una obra poética en constante búsqueda, en constante construcción. Cada libro que aparece de Miguel Aguilar Carrillo surge como una nueva pregunta frente al poema. Preguntas que vienen de la tradición poética, del arte, de la política y de la vida cotidiana. El poema, para nuestro autor, es un organismo vivo al cual es pertinente conducirlo dentro de ensambles, cordones, alambres, cajas, líneas que lo desvíen. Un poema que para que pueda seguir respirando es necesario reinventarlo.

La ironía es el ingrediente primordial para que el poema respire. Ironía que se presenta en el diálogo del poeta con su tradición, por ejemplo estos versos del poema “Condición de Piel”: saber amor y en el aroma crear la muerte que acontece cuando los cuerpos en su lagar se frotan como el gato de Lezama para dejarse definir. Aguilar Carrillo platica con sus autores, y en esa conversación bromea con ellos, les quita la solemnidad y los yuxtapone frene a lo cotidiano. Aquí aparece la parodia que muestra el desgaste del discurso poético. Es en esa muestra donde Aguilar Carrillo exhibe la necesidad de otro discurso poético, un discurso poético que brille por su inmediatez, por su pluralidad.

Ebrio surge la necesidad de la palabra/ Ebrio viene el dios a discurrir/ eso de la pitonisa/ No digo: me escriben los dioses/ Avientan sílabas y las palabras y el papel/ (sin remedio) acepto lo que cae sobre el blanco.

Roberto Calasso en su libro Las Bodas de Cadmo y Harmonia definía la ebriedad cuando el hombre estaba colmado del dios. En el caso de nuestro poeta, se pensaría en el demon platónico, que está en la línea entre los dioses y la tierra, jugando con el orden establecido. Nuestro poeta, colmado del dios, sea éste el del tequila o el de la cerveza Tecate, busca en su escritura aquella pregunta en cual mostrarse, en la cual habitar. Es así que la ebriedad, el goce, es lo que hay detrás del poema. El poeta goza en su relectura del mundo y penetra diversas estructuras en clase cuales puede nombrarse.

De ahí que nuestra teología más íntima es la de las palabras que habitamos diariamente. Nos encontramos en las palabras y dentro de ese encuentro la única didáctica que poseemos es la del deseo. El deseo encarna cualquier impulso de búsqueda, cualquier intento de desbordar el sentido. Esta teología comprende en explicar la misteriosa divinidad de lo cotidiano, donde los dioses/hombres resucitan día a día con huéspedes inesperados como Mónica Bellucci, donde brilla el odio por los franceses mientras el vecino limpia su auto negro. Sólo desde ese lugar el poeta Miguel Aguilar Carrillo escribe, marca con sus palabras el límite donde se desbordan las viejas, enormes y tristes ideas del siglo XX.

Google News

TEMAS RELACIONADOS