La moda se trata de correr riesgos, de dar un giro a lo conocido, de aportar nuevas visiones. Es por ello que se agradece la llegada de creadores inquietos, con ansía de expresarse, de experimentar y de forjarse un lugar en la escena nacional.

Para el diseñador poblano Alan Zepeda, el concurso Elle México Diseña tenía la llave a un mundo de oportunidades. “Ser finalista de este certamen en 2010 me abrió la puerta a varios proyectos. Al poco tiempo comencé la gestión de mi marca y, el año pasado, formé parte de la plataforma Google + Fashion México”, comparte.

Su formación en el campo, al igual que el estilo de su propuesta, no siguió la línea de lo tradicional. Aun cuando realizó estudios de diseño de moda, en la universidad Trozmer, su aprendizaje fue un tanto autodidacta, ya que prefería investigar por su cuenta acerca de los temas que en realidad más le interesaban.

Definir un concepto, reinterpretarlo y proponer una nueva estética son las partes del proceso creativo que más llaman su atención. Su estilo, por tal motivo, se encaminó más por el sendero de lo experimental, sin perder la esencia comercial, una combinación nada fácil de lograr.

Marcando la diferencia En la propuesta de Zepeda, la audacia se traduce en patrones inesperados y en una mezcla ecléctica de estampados, texturas, colores y detalles. Los diseños masculinos exudan osadía y personalidad, mientras que las prendas para mujer revelan una sutil sensualidad a través de aberturas y breves proporciones en las faldas.

La versatilidad de sus piezas permite llevarlas en distintos escenarios e incorporarlas desde atuendos casuales hasta en un outfit para asistir a un cocktail; eso sí, su propuesta está pensada para atraer miradas a su paso, ya que se aleja de los convencionalismos y apuesta por explorar estéticas diversas.

Para el creador, poder plasmar sus ideas en algo tan funcional como la ropa, y que las personas se identifiquen con ellas, es una de las mayores bondades del diseño de moda, un oficio que constantemente se encuentra en renovación y exige a los creadores involucrarse, hoy más que nunca, con diferentes campos para crear un concepto sólido. “Actualmente percibo una generación multitask; somos diseñadores, un tanto socialités, pero también le entramos al negocio”, apunta.

Un otoño arriesgado La presente antología de este poblano se caracteriza por una moderada experimentación de formas y detalles. Drapeados y anudados convergen con siluetas de delicada estructura para dictar un código moderno, urbano y audaz, que aboga por la comodidad y el estilo en estado puro.

Minivestidos, faldas con aberturas desafiantes y leggings con discretas impresiones se combinan con crop tops, boleros y chaquetas elaboradas en tejidos cálidos, configurando una estética que flirtea con la elegancia de una manera particular. La propuesta masculina, por otro lado, se conforma por pantalones de tiro bajo, playeras estampadas y capas de cuello chimenea, en una incitante mezcla de gris con morado.

Cada colección, comparte Zepeda, exige definir un concepto, aterrizarlo, desarrollar bocetos, realizar patrones y ejecutarlos, pero sobre todo, el reto más importante es articular de manera congruente un mensaje sólido y contundente que exprese la esencia de la marca, para poder de esta forma posicionar un sello identificable.

En un campo en el que aparentemente todo está dicho, ¡y visto!, los noveles talentos inyectan bríos renovados a los códigos establecidos y demuestran que la creatividad es el combustible que mantiene en marcha a la caprichosa industria de la moda, ávida siempre de sangre e ideas frescas.

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