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Aunque prácticamente en todo el mundo hay diversas variedades de vides silvestres, la vitis vinífera fue traída al nuevo mundo por los españoles desde el siglo XVI y México fue su punto de partida, en su afán de expandir la doctrina cristina el vino ocupó un papel preponderante para este fin.
Hernán Cortes, hombre de contrastes, destructor en muchos casos pero también constructor dispuso el 20 de marzo de 1524 “que todo vecino que tuviese repartimiento sembrara mil sarmientos por cada cien indios”. Al parecer los españoles injertaron las vides sobre las cepas silvestres.
En realidad es Fray Toribio de Benavente quién nos da la pista definitiva acerca de los primeros vinos de uva elaborados en América y en concreto en México. Este franciscano, llegó a nuestro país en 1524 y escribió su historia de los Indios de la Nueva España hacia 1565; esta cita se refiere a mediados del siglo XVI “Hay en muchas partes de estos montes parras bravas muy gruesas, sin saber quién las haya plantado, las cuales echan muy largas vástigas y cargan de muchos racimos y vienen a hacer uvas que se comen verdes; y algunos españoles hacen de ellas vinagre y algunos han hecho vino, aunque ha sido muy poco”. Esta fue la primera noticia contundente de vinos de uva mexicanos.
Los inicios de la producción de vino en México caminaron de la mano con su prohibición, haciéndose más severa en la época de la colonia: “En un tiempo fueron dadas órdenes del Obispo de México, don Juan de Zumárraga y de los regidores para que ningún tabernero o casa para comer y beber sirviera vino los domingos y días festivos, hasta que la misa mayor fuese acabada”.
Para evitar la competencia que en su expansión establecía con los vinos que se recibían de la península, se comenzó a legislar en contra de la producción mexicana, los mercaderes que recibían el vino de España y los comerciantes que lo enviaban de Castilla, presionaron para que se instruyera al Virrey Luis de Velasco en el sentido de no consentir que se labrasen paños ni pusiesen viñas para que no se enflaqueciese el trato y comercio.
Estas órdenes se reiteraron el 19 de agosto de 1610 al Marqués de Montesclaros, Ley XVII, título XVII, libro IV de la Recopilación de las Indias donde prohibió que se plantasen viñas en los reinos de América, pero permitía que se usufrutuasen las ya plantadas.
Del injerto de las cepas silvestres con las traídas de España, se consiguió una planta de mejor presencia y producción, a finales del s XVI el gobernador de la Nueva Vizcaya, Diego Fernández de Velasco, entrega la merced autorizada por el rey Felipe II fechada el 19 de agosto de 1597, con el expreso propósito de plantar viñas para producir vino y brandy dando así formal nacimiento a la primera bodega de la Nueva España, Hacienda de San Lorenzo, en el Valle de Parras Coahuila, lo que hoy es Casa Madero.
Eusebio Francisco Kino, explorador, excursionista y colonizador, este jesuita italiano en su libro Crónica de la Pimería Alta, durante su estancia en Sonora 1687-1711, recalca “en estas tierras fértiles quedan ya hechas muchas labores, buenas huertas… y en ellas viñas para vino de misas… que el temple es muy semejante al de Europa”. Queda claro con esto la producción de vino de mesa y misa a finales del Siglo XVII. Además de comprobar que Baja California era una península y no una isla como pensaban en esa época, la labor misionera del padre Kino fue lo que llevó la vid a este estado.