Entre las verdes veredas que comunican a las comunidades en el municipio de Amealco, se distingue una pila de sillas coloridas que va avanzando al paso, contrastando con la naturaleza recién mojada por la lluvia.

Ahí va caminando Juan Bautista Bautista, vendiendo las sillas que él mismo teje y colorea. Ninguna es una silla igual a otra, como todas las obras de los artesanos en México. Se distingue entre los pastizales porque es la única pila de color andante que cuando llega a un plano descansa.

Las vacas y las flores rosas son su testigo. Así lo ha hecho por los últimos 50 años: caminar todas las veredas de las que tiene memoria, y que le han llevado hasta Monterrey, según describe. Desde los 15 años comenzó a cargar muebles a diferentes lugares, y así ha recorrido lugares como Saltillo, Montemorelos y diferentes sitios en Nuevo León. Su trabajo le ha posibilitado ver de todo: “Conozco gente buena y gente canija, en esto se encuentra uno de todo”, comparte. “Ahí en Tequis me dijo uno ‘te voy a tomar unas fotos’. Ándale, le dije". Y ya no supo más del fotógrafo anónimo.

El hombre que recorre las llanuras con sus sillas
El hombre que recorre las llanuras con sus sillas

Nunca aprendió a manejar pero para este negocio le caería bien un carrito para ir rancheando y vender más rápido sus creaciones. Por lo pronto los zapatos tipo industrial y sus jeans hacen contraste con la llanura. Igual que la camisa de manga larga arremangada a tres cuartos y la gorra, que combinan. Debajo de la gorra la franela que hace de mecapal, todo el peso del atado de las sillas se carga en la frente y hombros. Justo como lo hacían las antiguas civilizaciones antes de la carretilla o el diablillo para transportar enormes cargas, inclusive hubo quien cargaba pianos usando el mecapal.

Juan en un día llega a tejer y pintar hasta dos docenas de las sillas chicas, así lo describe mientras se alista para emprender la caminata que le llevará a nuevas rutas. Se alza la gorra, acomoda el mecapal y de un tirón las sillas están en el hombro; camina. Las personas curiosas asoman sus teléfonos celulares para capturar una imagen del hombre fuerte que suda la gota gorda mientras da pasos firmes entre el campo, o a pie de carretera. Las sillas se venden en 500 pesos el par. Los curiosos bajan el vidrio, asoman el teléfono inteligente y se van, pero nunca preguntaron cuánto cuestan las sillas.

bft

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