El acueducto de Querétaro, actualmente es un monumento histórico que esta compuesta por 74 arcos que alcanzan una altura promedio de 23 metros y una longitud de aproximadamente mil 280 metros.

Este acueducto, símbolo de la ciudad de Querétaro, fue construido por el gran benefactor de la ciudad José Antonio de Urrutia y Arana, Marqués de la Villa del Villar del Águila, quien lo mandó a hacer entre 1726 y 1738 para abastecer de agua a la ciudad y se le dedicó un monumento en la plaza principal del centro histórico de la ciudad.

El marqués de la Villa del Villar del Águila vino de un marquesado de España ya que en la nobleza se hereda por línea masculina. La historiadora Olivia Solís Hernández, explicó por qué se le dedicó un monumento, que está ubicado en la plaza principal de la ciudad, conocida como Plaza de Armas.

“Él llegó a la ciudad de México porque era el centro económico, político, social cultural y demás; luego cuando se funda el colegio y el convento de las capuchinas, él viene acompañándolas porque las mujeres no podían viajar solas y menos si eran monjas, entonces tenían que llegar acompañadas de alguien de reconocimiento y por eso él llegó aquí”.

En aquella época parte del deber de los ricos era que fueran benefactores de la sociedad, por ello el Marqués se dio cuenta de que en Querétaro no había agua y la que había estaba contaminada. Entonces decidió planear la manera en poder ayudar al pueblo.

En el proceso para transportar el agua no sólo se gastaba mucho dinero sino que, además, ésta estaba contaminada porque era la que corría por el río y se utilizaba por los obrajes en donde se fabricaban telas.

“La gente que tomaba de ahí enloquecía no por el agua, sino por los contaminantes que tenía. Por eso se decía que el agua de Querétaro enloquece, pero era por los contaminantes de las fábricas”, explicó la historiadora.

El marqués era quien inicia todos los trámites para distribuir el agua, el proceso era el siguiente: el aguador iba por el líquido a las fuentes y las distribuía casa por casa, por ello se le hace un monumento a quien distribuyó de agua la ciudad queretana.

“La idea era que (la fuente) fuera un monumento para el marqués, en honor a lo que éste representaba. Él fue director y financiador de los recursos para la construcción del acueducto de la ciudad que era una de las formas en las que se distribuía el agua. La otra forma eran las fuentes, porque el acueducto como tal llegaba sólo hasta el templo de La Cruz y, de ahí, el líquido se tenía que llevar al resto de la ciudad y eso se hacía a través de las fuentes públicas y entonces la usanza era que todas las plazas tuvieran una fuente”. explicó Olivia Solís

Este monumento ha tenido varias modificaciones. Antes de la guerra de Reforma, la construcción recibió un cañonazo que la destruyó y significó una pérdida en la historia local del recuerdo de la obra de ingeniería hidráulica de Juan Antonio de Urrutia y Arana.

Posteriormente, para celebrar el primer centenario de la introducción del agua en el estado, el ayuntamiento de aquella época lanzó una convocatoria para erigir una fuente y una estatua en honor del marqués. El aviso encontró eco y acogida en aquella época. Sin embargo, fue hasta cinco años después que se concretó el proyecto.

El centro histórico ha pasado por diferentes trasformaciones sociales y de imagen. “La parte que ahora es el jardín Zenea no era plaza, estaba ocupado por las capillas de San Francisco. El jardín Vicente Guerrero, no era jardín, era parte de la huerta del convento de Santa Clara. Igual, lo que hoy es la Plaza de la Corregidora era parte del convento de San Antonio. La ciudad no tenía muchos espacios para poner una estatua, no había de otra, el otro espacio grandote era enfrente de La Cruz, pero era un terregal”, concluyó con el relato.

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