Ya que estamos con la fiebre mundialista, quizá recuerde usted ese autogol de antología que hizo el histórico portero del Cruz Azul, Miguel Marín. La jugada fue más o menos así: en el juego contra Atlante, en mayo de 1976, El Gato Marín ataja fácilmente un balón, quiere despejar con las manos, pero en un extraño movimiento, metió el balón en su propio arco. Un autogol de antología.

Pues autogoles de ese tipo han hecho los diputados en los últimos años. Improvisaciones, errores en procedimientos, falta de tacto político, entre otros, pudieran explicar el porqué de tantos goles en propia meta.

En este mes mundialista de junio, se tiene que cumplir la sentencia del Tribunal Superior de Justicia que ordenó repetir la final de Derechos Humanos. ¿Por qué anularon el triunfo de Nava? Básicamente porque la anterior legislatura violó los derechos humanos del aspirante César Pérez Guzmán al discriminarlo por su edad. Vaya autogol de la legislatura.

Y ahora, en esta reposición de proceso, el ombudsman que había sido electo acusa que sus derechos humanos son violentados. La Legislatura está en tiempo de compensación y un gol de último minuto puede marcar un nuevo fracaso.

Otro autogol es la fallida convocatoria para la medalla al mérito periodístico “Ezequiel Martínez Ángeles”, la cual fue declarada desierta por errores en la integración de expedientes.

El fallo del jurado no gustó al diputado priísta Diego Foyo, quien evidentemente enojado aceptó el veredicto, aunque dijo no compartir el resultado. El autogol legislativo no para ahí porque en declaraciones periodísticas, Foyo ha dicho que de todos modos dará un reconocimiento a los candidatos.

Esto implica, en términos estrictos, desconocer el fallo del jurado integrado por académicos y anteriores galardonados para imponerse y salir del ridículo político que cometió. Sin embargo, está a punto de cometer un ridículo mayor al intentar no quedarse colgado de la brocha y empeñarse en hacer una ceremonia.

Tal hilaridad ha causado su propuesta en redes sociales, que ya bautizaron a su reconocimiento como el Foyitzer, la parodia del premio Pulitzer.

Los que sí entendieron la magnitud del error de Diego Foyo fueron Apolinar Casillas, del PAN, y Marco Antonio León Hernández, de Movimiento Ciudadano. Incluso, este veterano y canchero diputado admitió que había un error en el proceso y que la forma era fondo, por lo que se debe respetar la resolución del jurado.

Cabe destacar que uno de los principales impulsores de la medalla fue el mismo León Hernández. “Les doy balones y me regresan sandías”, es la frase célebre que pronunció el americanista José Dirceu cuando descubrió que sus compañeros de equipo no estaban a su nivel de juego. Una frase similar pudiera pronunciar el diputado de Movimiento Ciudadano al ver los yerros de sus compañeros diputados.

Pero parece que el novel Diego Foyo no entiende las sutilezas de la política, que él no es un jugador creativo. En una convocatoria tan fácil hizo el ridículo.

Y mucho ojo, porque en la legislatura quedó congelada una iniciativa de ley de protección a periodistas, una ley que por sus postulados regresivos, fue denominada la Ley Chayo, porque eximía a las empresas de comunicación de dotar de seguridad social a sus reporteros para ser otorgadas directamente por el gobierno, lo cual ponía en entredicho la independencia periodística.

No todos los aspectos de esta ley presentada por Braulio Guerra eran malos. El aspecto de la inclusión de libertad de conciencia era uno de los aspectos avanzados, sin embargo, el priísta no pudo explicar ni sostener argumentativamente su proyecto de ley y la mandó a dormir el sueño de los justos.

Ahora que anda en la carrera de maratones y los suspiros por una candidatura esperemos que Braulio Guerra no quiera dar un madruguete y querer darnos sandías por balones al aprobar esa ley sin modificaciones. No puede correr el riesgo de anotar un autogol.

Periodista y sociólogo

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