No se trata del cubano Fidel, sino del mexico-americano, Julián Castro, quien este fin de semana anunció que pretende contender en el 2020 para la presidencia de los Estados Unidos por el partido demócrata.

El anuncio lo hizo en la plaza Guadalupe de la ciudad de San Antonio, Texas, adonde su abuela migró, en 1922, proveniente San Pedro, Coahuila.

Dos días antes, también en Texas, DonaLd Trump perfiló su próxima campaña electoral a partir de un argumento tan demagógico como insostenible: el magnate asegura que Estados Unidos atraviesa por una crisis migratoria nunca vista, la cual, para resolverse, requiere de la construcción de un inmenso muro; razón por la que el republicano mantiene cerradas las oficinas del gobierno federal desde hace ya 24 días.

Probablemente no hay en la política de EU dos personajes más antagónicos que Donald Trump y Julián Castro.

Trump nació rico, es blanco, conservador, protestante, racista, mayor de setenta años, inculto, déspota, bravucón, machista, belicoso y misógino.

Castro nació pobre, es moreno, progresista y liberal, católico, latino (de origen mexicano), tiene 44 años, estudió en Stanford y Harvard, es genuino, sencillo, conciliador, criado por dos mujeres: su madre y su abuela.

No será fácil para Julián Castro lograr la candidatura presidencial y, sin embargo, el anuncio de sus intenciones es una noticia muy alentadora para la minoría latina en EU, y también para sus primos mexicanos.

La biografía de este político estadounidense es material para una novela: nació en San Antonio, Texas, en 1974. Su abuela migró de niña porque se quedó huérfana en los últimos años de la Revolución mexicana.

Durante la mayor parte de su vida ella fue trabajadora del hogar. Fue madre soltera de una hija que logró obtener un titulo universitario con el que sacó adelante, también sola, a sus dos hijos gemelos idénticos: Julián y Joaquín.

El segundo es actualmente diputado federal por el distrito veinte de Texas. Ambos estudiaron la licenciatura en Stanford y la maestría en derecho en la Universidad de Harvard.

Julián comenzó a brillar en la política texana cuando, en 2009, ganó la alcaldía de su ciudad natal, San Antonio, cargo que ocupó hasta el año de 2014.

Posteriormente fue convocado a Washington D.C., por el entonces presidente Barack Obama, para que ocupara la secretaría federal de Vivienda y Urbanismo. Esa experiencia lo convirtió en uno de los líderes latinos con mayor influencia dentro de la política nacional de los Estados Unidos.

Su estrella brilló al punto en que Hillary Clinton consideró a Julián Castro como una de las personas que podían acompañarla como candidato a vicepresidente para los comicios del 2016.

Al final Clinton decidió por Tim Kane, un político con perfil distinto, que en ese álgido episodio no abonó a la confrontación racista –antimexicana– emprendida por Trump.

Sin embargo, la posibilidad de haber compartido boleta que Clinton confirmó a Castro como una de las opciones políticas de oposición con mayor horizonte de futuro.

El voto latino tendrá un enorme peso en los comicios próximos, siempre y cuando logre unificarse y la biografía de Castro exhibe de manera contundente las virtudes de la integración pacífica. En revancha, denuncia las mentiras promovidas por el discurso racista y excluyente de Donald Trump.

La candidatura de este nieto de Coahuila significa esperanza, en oposición al miedo que infunde como argumento principal su opositor; apela además a la participación de los más jóvenes que en la pasada elección del Congreso lograron cambiar los colores del mapa partidista.

ZOOM: Julián Castro es un estadounidense de origen mexicano que puede devolver racionalidad y estatura ética a la política de su país. Habría de ser también un referente de dignidad y visión de futuro para sus primos del sur.

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