Hay muchas ocasiones en la vida donde las circunstancias nos llevan a enfrentar tiempos únicos, aquellos en los que estamos frente a una disyuntiva que cambiará nuestra realidad.

Pueden ser ocasionados por las casualidades o como consecuencia de causalidades, cuando el destino nos tiene preparada alguna sorpresa, fruto de nuestro recorrido y de nuestro actuar.

Hay otras donde ni siquiera nos enteramos cómo y de dónde vienen esos quiebres de dirección propiciados por lo azaroso de la vida.

No hay manera de prevenirlos o inclusive planearlos con cierta intención, tan sólo podemos aumentar o atemperar su riesgo y probabilidad.

En una forma de vida moderada, casi siempre simplemente se presentan ante nosotros y nos obligan a tomar grandes decisiones.

Pienso que suelen ocurrir en periodos de alrededor de un lustro o una década, cuando los propios ciclos nos llevan a cerrarse o a abrirse.

Esta imagen que tomé en alguna ocasión, me hace pensar que el andar te lleva hasta el momento de dejar un camino firme y comenzar a navegar, pero hay la disyuntiva de qué color de barca tomas y hacia qué rumbo te llevará, lo que nos coloca en esos momentos decisivos.

El problema es que en tiempos como los que vivimos hoy día, ninguna barca tiene remos a la mano y ello hace más difícil lo inevitable: embarcarse en un rumbo y echar mano de la vegetación que hemos andado para encontrar la manera de impulsarnos en el río del futuro, ese que siempre deseamos que sea más amable, como también lo esperamos en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

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