A pesar de la contingencia sanitaria por Covid-19, los cerca de 4 mil encuestadores del Inegi en Querétaro continúan realizando su trabajo, aunque sin las mínimas medidas de protección; laboran sin gel antibacterial ni cubrebocas. En medio de la incertidumbre van de puerta en puerta realizando encuestas que a veces tardan 30 minutos en concluir.

Además del riesgo sanitario, un grupo de encuestadores relata a EL UNIVERSAL Querétaro las malas condiciones en las que realizan su trabajo. Les dieron celulares que no cuentan con la tecnología necesaria para realizar las encuestas, protocolos de seguridad ineficientes, además de situaciones de acoso sexual, hostigamiento y amenazas en las zonas más peligrosas de Querétaro.

Además, contra lo estipulado en el contrato, trabajan horas extra todos los días, e incluso se han quedado sin días de descanso, y no reciben el pago de viáticos.

“Cuando toda esta situación del coronavirus llegó a Querétaro, lo primero que nos dijeron fue que nos darían gel antibacterial, cubrebocas, pero no nos han dado nada de eso y son cosas que deberíamos tener, porque todo el día estamos en contacto con muchas personas, entrando a sus viviendas, en ese sentido no tenemos ninguna protección. De hecho, los jefes nos dicen que no exageremos, que no seamos histéricos con el tema, esa es la respuesta que tenemos de ellos”, cuentan.

Clima de inseguridad

Los censos de población realizados por los encuestadores del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) iniciaron el 2 de marzo y deben concluir el 27 de marzo.

Mientras tanto, un ejército de encuestadores sale todos los días a tocar las puertas de las familias queretanas; 70% son mujeres, quienes viven situaciones de acoso sexual, hechos reportados a sus superiores, quienes también tienen las manos atadas, pues las decisiones las toman las más altas autoridades, a quienes, en palabras de los encuestadores, parece no importarles nada, excepto completar el trabajo.

Martha ha sido víctima de amenazas y acoso al levantar encuestas en las zonas más peligrosas de Querétaro; por lo que dice, los protocolos de seguridad instaurados por el Inegi no se adaptan a la realidad.

“Hay algunas zonas en donde hay mucha drogadicción, en esos lugares nos han amenazado, nos han dicho que no nos quieren volver a ver por ahí y el protocolo de seguridad dice que ante una negativa, debemos intentarlo tres veces, pero si tu vida está en riesgo, por supuesto que no quieres volver ahí, debes ingeniartelas, a veces pedimos a otro encuestador que vaya a ese domicilio, para no exponernos o que nos reconozcan, evitamos trabajar de noche”, declara.

Describe que ante los acosos u hostigamientos, “el protocolo dice que debemos responder: ‘Señor, lo que usted me está diciendo me está incomodando’, pero eso no tiene sentido. Y los jefes nos responden de la misma forma, nos dicen que no seamos histéricas con el tema de la inseguridad”.

Patricia también denuncia que los celulares chinos que les fueron proporcionados para levantar las encuestas cuentan con un botón de pánico, el cual debe activarse ante una situación de emergencia; sin embargo, al ser dispositivos de tan poca capacidad, la respuesta tarda tres minutos. “Esperar tres minutos es muchísmo tiempo”, dice.

Malas condiciones laborales

Pero las fallas tecnológicas y las situaciones de violencia o insalubridad, no son los únicos aspectos que dificultan la tarea de los encuestadores. En palabras de Sergio, otro de los jóvenes que realizan encuestas para el instituto, las dificultades administrativas también complican su trabajo.

El joven de 29 años señala que durante las últimas semanas han trabajado sin descanso, pues sus jefes reiteran que las encuestas van atrasadas y hay que terminarlas como sea: “Nos han dicho que vamos atrasados y que debemos trabajar también los fines de semana, no nos han pagado viáticos de esos días extra. Nos dieron unos teléfonos chinos con los que debemos capturar las encuestas, pero no tienen capacidad suficiente. Te piden que realices al menos 30 encuestas al día, de 15 minutos cada una, pero la realidad no es así, algunas encuestas duran hasta media hora porque debemos explicar las preguntas y aparte hacer labor de convencimiento”.

David trabaja todos los días con el temor de contagiarse de alguna enfermedad en medio de una contingencia sanitaria y sabe que, si eso ocurre, lo obligarán a seguir trabajando o le pedirán que renuncie.

“Hay compañeros que han tenido influenza y los han obligado a trabajar hasta que casi se desmayan, no quieren renunciar porque si lo hacen se quedan sin servicios de salud”, comenta.

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