A nivel mundial, el 1° de mayo tiene un significado histórico que rememora las luchas obreras por condiciones laborales más justas y equitativas. Y aunque los avances han sido muchos, vale la pena reflexionar sobre la situación actual de empleo y cómo podemos avanzar hacia modelos que permitan a las personas trabajar menos, garantizar empleo para todos, producir lo necesario y redistribuir de manera más equitativa la riqueza.

En México, como en muchas partes del mundo, el debate sobre la jornada laboral, la calidad del empleo y la distribución del trabajo está ganando relevancia. La propuesta legislativa presentada el año pasado que pretende reducir la jornada laboral de 48 a 40 horas semanales, ha generado una serie de argumentos tanto a favor como en contra de la iniciativa.

Empecemos por entender que el concepto de trabajar menos no implica simplemente reducir horas de trabajo por reducción de costos o eficiencia empresarial, sino que también aborda una concepción más humana y equitativa del trabajo y su impacto en la vida de las personas.

La reducción de la jornada laboral busca fomentar un equilibrio saludable entre el trabajo y otros aspectos de la vida, como la familia, la educación, el ocio y el desarrollo personal. Esto implica valorar la calidad del tiempo sobre la cantidad de horas dedicadas al trabajo.

Al adoptar esta perspectiva, reconocemos que las personas no solo existen para trabajar, sino que el trabajo debe ser un medio para promover su bienestar integral. Trabajar menos no significa menos productividad o compromiso; más bien, puede conducir a una mayor eficiencia, creatividad y satisfacción en el trabajo. Los empleados que disfrutan de un equilibrio adecuado entre trabajo y vida personal suelen ser más comprometidos, saludables y motivados en sus roles laborales.

Además de lo anterior, hay evidencia sustancial que sugiere que una jornada laboral más corta puede tener beneficios tanto para los trabajadores como para las empresas. Estudios muestran que una reducción en las horas de trabajo puede aumentar la productividad y mejorar la calidad de vida de los empleados. Menos horas en el trabajo pueden traducirse en mayor eficiencia y bienestar general.

Alineada con esta propuesta, está la necesidad de garantizar empleo para todos. En nuestro país siguen siendo uno de los principales retos en materia laboral, la informalidad y el desempleo, especialmente entre los jóvenes. Sin mencionar las desigualdades de género y regionales en el acceso al trabajo digno y bien remunerado.

Este Día Internacional de los Trabajadores, reflexionemos sobre una de las consignas que ha ganado fuerza en los últimos años y que resuena con la urgencia de las nuevas luchas laborales:

Trabajar menos.

Trabajar todos.

Producir lo necesario.

Redistribuirlo todo.

Adoptar esta visión implica no solo reformar nuestras políticas laborales, sino también transformar nuestra percepción del trabajo y su papel en la sociedad. Al avanzar hacia un modelo donde el trabajo sea un medio para promover el bienestar humano y la equidad social, podemos construir un futuro más justo, inclusivo y próspero para todos.

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